Ocho ejemplos de cómo tu cerebro engaña a tus ojos

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Movimiento ilusorio (Akiyosi Kitaoka)
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Movimiento ilusorio (Akiyosi Kitaoka)

Los científicos no tienen todavía muy claro qué causa esta sensación. Unos apuestan porque los ligeros movimientos involuntarios con los que fijamos la mirada hacen que los objetos contiguos a los que miramos parezcan moverse. Otros, que al pasear la vista por la imagen los detectores de movimiento se "confunden" a causa de los cambios neuronales y creen estar viendo movimientos.
Efecto post-movimiento
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Efecto post-movimiento

En el cerebro tenemos detectores que captan el movimiento en todas direcciones, y provocan una sensación fuerte cuando lo hay y una débil (pero no nula) cuando no lo hay. Tras estimular los de una dirección durante un tiempo, se sobrecargan y, al desaparecer el movimiento, los de la dirección contraria "toman el control" hasta que las primeras se recuperan.
Un tablero en sombras
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Un tablero en sombras

La casilla A y la B son del mismo color, pero nuestro cerebro se empeña en que no es así. Por un lado, una casilla rodeada de otras oscuras nos parece más clara que otra rodeada por casillas claras, aunque sean iguales. Además, la sombra nos despista. Por último, conocemos la disposición de colores en un tablero como este, y nuestro cerebro nos dice lo que esperamos ver.
Las líneas horizontales ¿están rectas o están torcidas?
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Las líneas horizontales ¿están rectas o están torcidas?

Están rectas, aunque tu cerebro se empeñe en decirte que no. La ilusión es resultado de los intentos del cerebro por colocar los cuadrados negros y blancos en columnas derechas y ordenadas. El efecto es especialmente notable si fijas la vista en un solo cuadrado, porque entonces la información que obtiene el sistema visual sobre esas líneas proviene de la visión periférica, menos fiable.
Ilusión de la falsa espiral
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Ilusión de la falsa espiral

El cerebro se empeña en ver espirales cuando en realidad lo que hay son una serie de círculos perfectamente concéntricos, porque se esfuerza por determinar qué regiones de la imagen pertenecen al mismo objeto, algo que es más complejo en las regiones periféricas cuando falta parte de la información como ocurre en esta imagen. Que las líneas estén compuestas de rombos torcidos tampoco se lo pone fácil.
El triángulo de Kanisza
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El triángulo de Kanisza

No hay en esta imagen ningún triángulo, aunque el cerebro nos dibuje uno con tanta claridad que nos cuesta un segundo vistazo darnos cuenta. Lo vemos porque ante un fondo de dibujos discontinuos, nuestro sistema visual interpreta que hay algo por encima, tapando parte de esos dibujos. Este "fallo", que también presentan algunos animales, tendría la función de ayudarnos a detectar depredadores o presas ocultas.
Ilusión de Ebbinghaus
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Ilusión de Ebbinghaus

Los dos círculos naranjas son del mismo tamaño, aunque no lo parezcan. Y no nos lo parecen por dos motivos: el de la izquierda está rodeado por otros mayores, que lo dejan pequeño en comparación, y además están más lejos, por lo que parece llenar menos el espacio. Todo lo contrario con lo que ocurre con el de la derecha.
Ilusión de Hering
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Ilusión de Hering

Al situar líneas paralelas una cuadrícula sobre otras con distribución radial, las primeras parecen estar curvadas hacia fuera. Existen varias explicaciones, la principal es que el cerebro interpreta las líneas en dos capas sucesivas y no simultáneas, y se adelanta al futuro que espera: las líneas radiales nos hacen pensar que se mueven hacia nosotros, y percibimos la cuadrícula como curva porque así estaría si efectivamente avanzasen.

El famoso vestido, ¿es blanco o es azul? Si aún no ha expresado su propia visión al respecto, enhorabuena. Es usted increíblemente resistente a los fenómenos virales. Los demás llevamos ya más de 24 horas a tortas con el tema, y aún no hemos sacado una conclusión unánime.

Pero la culpa no es nuestra. Según han explicado ya varios expertos en visualización de colores, se trata de un truco que lleva a cabo nuestro cerebro, pero que no todos realizamos igual, y por eso unos lo vemos blanco y otros azul. Y es que al contrario de lo que podríamos pensar, ninguno de nosotros ve el mundo tal y como es, sino que conocemos la versión que nuestro cerebro nos cuenta, una adptación evolutiva para aumentar nuestras probabilidades de supervivencia como especie. 

A veces, sin embargo, nuestro cerebro patina, haciéndonos creer que hay movimiento donde no lo hay, curvando las líneas rectas y cambiando los colores que vemos. Los científicos estudian estos fallos por las pistas que nos dan sobre cómo funciona nuestro cerebro, pero también porque es valiosa información para otros campos de innovación, como la óptica o la fabricación de pantallas para dispositivos. 

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