Un buque de acero revestido de madera de 2.500 toneladas, con un total de 2.4000 metros cuadrados y cuatro plantas -reproducción del Santísima Trinidad que se hundió en la Batalla de Trafalgar en 1805- podría acabar en un desguace o incluso hundido frente a la costa si no se arregla el litigio que mantiene la Autoridad Portuaria de Alicante y su propietario, Rafael Ibáñez, un empresario madrileño afincado en Murcia.