Viaje a las raíces del capitalismo madrileño

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Restaurante Sobrino de Botín (1725)
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Restaurante Sobrino de Botín (1725)

Sucedió que, al calor comercial de la corte, los gremios fueron expandiéndose por las calles circundantes. Nacieron así la Ribera de Curtidores, la calle de las Hileras o la plaza de Herradores. Y, en medio del reino de los cuchilleros, surgió una posada. La fundó el francés Jean Botín y en ella instaló un horno de leña para que los inquilinos pudieran cocinar sus viandas.
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Posada del Peine (1610)
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Posada del Peine (1610)

Juan Posada recorría Madrid en busca de un local donde montar su posada. La bombilla se le encendió en la calle Postas, estación destino de todos los carruajes que llegaban a la capital. Se percató de que, en el tránsito a la Plaza Mayor o al Alcázar de Madrid, los comerciantes no tenían donde hacer parada y fonda. De modo que compró el edificio de Postas 17 y fundó esta posada que todavía sigue alojando a forasteros y nativos.
Posada del Peine (1610)
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Farmacia Deleuze (1780)
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Farmacia Deleuze (1780)

"Esta farmacia no es la más antigua de Madrid -es la de la Reina Madre, en la Plaza Mayor-, pero sí la que más patrimonio artístico tiene", dice María Isabel García, propietaria desde hace veinte años del local del San Bernardo 39. La farmacia Deleuze, fundada por un sobrino del general Riego a finales del XVIII, más parece una sucursal de Versalles que un negocio que comparte encintado con saunas y bares destartalados.
Farmacia Deleuze (1780)
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Pastelería del Pozo (1830)
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Pastelería del Pozo (1830)

Este local, abierto a comienzos del XIX que, pese a disponer de un acceso casi invisible, se las ha ingeniado para seducir a varias generaciones de madrileños, no importa la hora, ni el día de la semana: la pastelería nunca está vacía.
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Loewe (1846)
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Loewe (1846)

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Loewe (1846)

Con las empresas madrileñas sucede como con las crías de león: cuanto mayores, más posibilidades de sobrevivir en la sabana. El darwinismo corporativo señala que la esperanza de vida de un negocio recién creado es de cinco años; si ya ha cumplido la década, las estadísticas sostienen que se irá a los 21 años. Los que llegan a la mayoría de edad suelen vivir más de tres décadas y, los que alcanzan los 40 años, tienden a permanecer 70 abiertos.

Pero, como en toda norma, la vida de las empresas también tiene su nómina de excepciones. Se trata de unas pocas elegidas que han conseguido romper la barrera del tiempo hasta ganarse un estatus rayano a la inmortalidad, surcando siglos, tendencias y sociedades sin desfallecer, cuadrando balances desde Felipe V hasta Rajoy. (Lea el reportaje completo)

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