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Mi amiga Laura no para de llorar

enfermedad vida muerte

@Eloy Renobales - 21/04/2009 06:00h

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Hace unas semanas a mi amiga Laura le dieron una muy mala noticia. A su hermano, que vive en un país lejano, le han detectado un cáncer. Desde entonces, Laura llora desconsoladamente a cada rato. Hablar con ella y tratar de ofrecerle algún consuelo ha provocado en mí distintos sentimientos, pensamientos y emociones que desde aquí comparto. Aunque es cierto que quien se aflige antes de tiempo se aflige más de lo necesario, percibo el gran temor que hay detrás del desconsuelo de Laura: el miedo a la muerte, la posibilidad de que la enfermedad resulte en ella.

 

El miedo que tenemos a la muerte ha provocado que, especialmente en nuestra cultura, la obviemos, la aparquemos a un lado, no seamos capaces de mirarla de frente. Si la tratásemos de un modo más normal, como el único hecho inevitable en la vida de todo ser humano, ganaríamos en plenitud de vida, disfrutaríamos más de lo único verdaderamente existente, el momento presente, y ello nos conduciría sin dilación a ser nosotros mismos. Enfrentarnos a nuestra naturaleza vulnerable, mortal, nos hace más humanos, más humildes, menos prepotentes, menos superficiales en nuestro paso por esta vida. Nunca he entendido como no dedicamos un espacio en los colegios (incluso una asignatura) y en las familias a tratar este tema, a educar a los niños en algo que es parte ineludible de la vida.

 

Julio César en su palacio dice a su mujer Calpurnia: “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, y los valientes jamás prueban la muerte más de una sola vez: de todos los prodigios que he oído hasta ahora, lo más sorprendente me parece que los hombres tengan miedo, dado que la muerte, fin necesario, ha de venir cuando quiera venir” (Escena II, Acto Segundo, ‘Julio César’ de William Shakespeare). Sorprendente, pero ahí está ese miedo, ese pánico que nos impide mirar a la pérdida de la vida, la propia y la de los seres cercanos y amados.

 

Todo aquel que ha mirado, observado, estudiado la vida se topa con la muerte. El ser humano, en tanto que material, es finito. Y sin embargo, como ser espiritual, tiene un ansia de infinitud. Todo ser humano tiene instinto de sobrevivir y de ir más allá de la muerte. La muerte es un cambio ineludible, nos devuelve a la realidad de lo que es, de lo innegable. El hombre frente al animal dispone de la capacidad de negar lo que es. Y esto es lo que muchas veces hace con la muerte. Crea mitos para ello. Nos fabricamos la creencia de la resurrección de la materia y de una eternidad material. Algunos hablamos de una salvación en algo que definimos como el cielo. Siendo la materia limitada, la eternidad no puede ser material. Pienso que la muerte abre la posibilidad de traer el cielo, la salvación o como queramos llamarlo aquí, a esta vida física, material. En eso consiste vivir cada día como si fuese el último de mi existencia.

 

¿Por qué esperar hasta el último momento para repasar nuestra vida, para arrepentirnos de lo que no hemos hecho? ¿Por qué esperar hasta que nos anuncian una enfermedad grave, hasta el momento de tener que enfrentarnos a nuestra finitud para ser amorosos con quienes queremos, dar gracias, querer realizar nuestros sueños apresuradamente? Dejemos de pensar en el ayer y en el mañana, fijémonos en el gozo del ahora, eliminemos el tormento de los posibles problemas que tal vez nunca ocurran. A todo esto es a lo que la muerte da sentido.

 

La enfermedad destapa los sentimientos más ocultos

 

Hagamos de cada día el mejor de nuestra vida, pues puede ser el último que tengamos. Atrevámonos a realizar nuestros sueños. Demos gracias por lo que tenemos. Y sobre todo, sobre todas las cosas, expresemos nuestro amor a los seres queridos. La sonrisa apareció en la cara de Laura cuando me contaba que, por primera vez en su vida, su hermano le había expresado cuánto la quería. Y también se lo dijo a la madre de ambos. Nunca antes lo había hecho. ¿Cuánto valor tiene ese momento?, ¿justifica una grave enfermedad? Sólo quien pasa por ello tiene la respuesta.

 

Sobre la inevitable tristeza que acompaña a la desaparición de un ser querido, valgan varios apuntes. En primer lugar un bello cuento zen. Un maestro había predicado a sus discípulos durante mucho tiempo que en esta vida todo es ilusorio. Ante esa verdad les pedía que mantuvieran el equilibrio, la serenidad, una mente tranquila y un espíritu en paz. Tras muchos años de enseñanza, un día vieron a su maestro llorando sin parar. Su hijo había muerto. Los aprendices le dijeron en tono crítico: “Si todo en este mundo es una ilusión, ¿por qué lloras tan afligido?”. El maestro, con gran serenidad, contestó: “Tenéis razón, estoy apenado y lloro porque ¡es tan bonita la ilusión de tener un hijo en este mundo ilusorio y tan amarga la ilusión de perderlo!”

 

No he leído nada mejor sobre el dolor que resulta de la muerte de un ser querido que ‘Una pena en observación’ de C.S. Lewis, libro que inspiró la película ‘Tierras de penumbra’. En su primer párrafo dice: “Nadie me había dicho nunca que la pena se viviese como miedo. Yo no es que esté asustado, pero la sensación es la misma que cuando lo estoy. El mismo mariposeo en el estómago, la misma inquietud, los bostezos. Aguanto y trago saliva”. Todo el libro es una maravilla donde el autor se coloca como observador de si mismo y de su profunda tristeza. Algo que inmediatamente le sitúa más allá de quien experimenta esa pena. Poco que añadir por mi parte a este extraordinario testimonio.
 

Por último, me gustaría dejar el testimonio de una gran maestra en lo que respecta a la enfermedad, a la muerte y a los moribundos, la doctora Elisabeth Kübler-Ross. Es parte de una carta escrita a un niño enfermo de cáncer: “Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la tierra, se nos permite abandonar nuestro cuerpo, que aprisiona nuestra alma al igual que el capullo de seda encierra a la futura mariposa. Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de los temores y preocupaciones; libres como una bellísima mariposa, y regresamos a nuestro hogar, a Dios”. No sé cuál es ese momento, ni que sentido tiene que sea antes o después, pero sí creo que, como dice la doctora Kübler-Ross: “Es muy importante que hagáis lo que de verdad os importe…. sólo así podréis bendecir la vida cuando la muerte este cerca”.

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Opiniones de los lectores (33)

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33. usuario registrado GOMEROL21/04/2009, 22:09 h.



la muerte siempre es una encrucijada filosófica, pero realmente es tan mundana como ordinaria y cuasi vulgar. No tiene nada de extraordinario, hay tanas muertes como personas que las viven y sufren. Todos los días, en el mundo, hay millones de historias.

http://alesandrofreeuomo.blogspot.com

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32. usuario registrado Jaun Zuria21/04/2009, 21:09 h.

Animula, vagula, blandula
Hospes comesque corporis
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis iocos...

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31. usuario registrado ana0421/04/2009, 18:13 h.

Todos tenemos cerca aguien que ha tenido la enermedad, ésta u otra, que la ha superado o no.

El tema es aprender a vivir como si hoy fuera el último día sin tener que pasar por un cancer, andamos tan ocupados que se nos olvida lo importante que es vivir; cada día es una nueva oportunidad.

Mucho ánimo a los que lo estais pasando y pensemos que el yugo lo tenemos todos encima, no es un día menos: siempre es un día más que agradecer, sobre todo los de nuestros hijos.

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30. usuario registrado m jesus21/04/2009, 17:19 h.

Y que siempre hay esperanza.

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29. usuario registrado m jesus21/04/2009, 17:12 h.

Huimos de la muerte, porque es natural en nosotros, como animales racionales que somos, nuestro instinto nos lleva a escapar.
Doloroso es vivirla en los seres queridos. Con cada uno de ellos, morimos un poco nosotros también.
Pero cuentan los que la han vivido de cerca, que les ha cambiado la vida. De cerca, si, tocándola con la mano, y a punto de traspasar, esa frágil y débil barrera, que la separa de la vida. Solo segundos. Segundos inacabables.
Cuentan, que no se recibe con tranquilidad de espíritu, que no se ve nada y que en lo único que se piensa, es en vivir.
Siguen contando, que cuando han superado el trance, cuando se dan cuenta de la fragilidad de nuestra existencia, se vuelven más conservadores, porque por si mismos, en ellos, han comprobado que existe.
Que no es lo mismo vivirla en los demás, que tener la propia experiencia.
Entonces comprenden, que todo es relativo, y priman lo fundamental sobre lo accesorio.
Lo fundamental, el respeto, la tolerancia hacia los otros, el interés desinteresado hacia lo ajeno. En primer término, la vida misma. Vivir, poder asomarse a la ventana y comprobar que el sol, sale todos los días.
Lo accesorio, todo lo demás.

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En la frontera de los 50 años, Eloy Renobales ha disfrutado de las mieles del éxito profesional y del sabor amargo del vacío que le acompaña. A través de este blog, el autor recorrerá periódicamente las claves que permiten afrontar los vaivenes de la vida con serenidad, manteniendo el alma tranquila y el corazón dispuesto.

 

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