Debo confesar que tengo cierta predilección por los “perdedores” y los “fracasados”. Me parecen personajes más interesantes, complejos y humanos. La última incorporación a mi lista de favoritos es Mickey Rourke con su interpretación de un luchador acabado, Randy “The Ram”, por la cual ha sido nominado al Óscar al Mejor Actor de este año. Cuando ya nadie esperaba nada de Rourke, cuando en el imaginario colectivo era un actor acabado, va y se desmarca con la mejor interpretación de su carrera que provoca en el espectador total empatía con la situación desesperada del personaje. Tiene mucho mérito porque la cara desfigurada del actor nada tiene que ver con el Rourke de “Nueve semanas y media” que le valió el apelativo del “nuevo Marlon Brando”.

Winston Churchill (expulsado del Gobierno por los errores cometidos durante el desastroso desembarco de Gallípoli en los Dardanelos durante la Primera Guerra Mundial) es mi “perdedor” histórico favorito y, entre nuestros contemporáneos, me quedo con Steve Jobs y Michael Bloomberg. El actual Alcalde de Nueva York comenzó su andadura como empresario cuando Salomón Brothers le puso la proa.

Entre las cosas que admiro de los anglosajones, además del pragmatismo, el escepticismo y el sentido del humor, está la mayor tolerancia al fracaso y, por tanto, la mejor aceptación de los “perdedores”. En las universidades americanas el mayor “fracasado” se pone como ejemplo a seguir en la vida: Ernest Henry Shackleton, el explorador anglo-irlandés recordado por su expedición a la Antártida. Mientras que en Estados Unidos un currículo debe incluir todos los proyectos fracasados del candidato, en España, a la hora de buscar trabajo, esto es inconcebible. ¿Por qué? Porque todavía en nuestro país se vive el fracaso profesional o en una iniciativa empresarial como un estigma aunque sea fundamental aprender a tolerar el fracaso como paso previo para conseguir tanto el éxito como la innovación.

Bill Gates (en 1976 abandonó Harvard y no llegó a graduarse) ha comentado en distintas entrevistas que él nunca contrataría a un directivo que no haya tenido problemas en su carrera profesional. Para el fundador de Microsoft son necesarios, por lo menos, dos fracasos. En España, a la primera persona a la que oí hablar de la importancia de destacar los fracasos en el currículo profesional fue a Javier Loizaga. De esto hace ya varios años y me llamó poderosamente la atención porque jamás había oído algo parecido. Recuerdo que comentó que en Estados Unidos, una de las preguntas clave que un inversor realiza a un emprendedor cuando éste va a pedirle dinero es el número de proyectos fracasados que tiene en su haber.

Y es que en momentos de crisis como el actual, de entre los despedidos surgen muchos de los líderes empresariales del futuro. Así ocurrió en la recesión del 90-91 y a partir del crash de las Puntocom en el 2000. Un grupo de empresarios catalanes lanzó el pasado mes de diciembre una iniciativa pionera en un país como el nuestro: los “Fiasco Awards”; unos premios que reconocen ideas, productos o servicios del sector de las Tecnologías de la Información que no han tenido éxito. Estos premios buscan fomentar el esfuerzo, potenciar el espíritu crítico y generar una actitud positiva hacia los errores tanto en los empresarios como en los emprendedores. Es sin duda un paso adelante el reconocimiento de la cultura del fracaso como fase del aprendizaje aunque me temo que no se han presentado muchos candidatos a estos galardones.

En 2005, la Universidad de Stanford, invitó a Steve Jobs a pronunciar el discurso inaugural a los graduados. Creo que somos millones los que hemos visto en Youtube esta intervención que es una parábola del fracaso, de la vida y de la muerte. Jobs describe cómo todos los batacazos de su vida han resultado ser elementos indispensables en el camino hacia el éxito. Al finalizar su intervención y como si de un mantra se tratase, el fundador de Apple repite hasta tres veces a los alumnos de la prestigiosa universidad americana lo que él considera clave para superar el fracaso y conseguir el éxito: “stay hungry, stay foolish”, algo que podría traducirse como mantén la ilusión y la curiosidad. Algo parecido dijo el aventurero antártico Norman Vaughan casi 100 años antes con una frase que resume su vida: “hay que atreverse a fracasar, porque el mayor fracaso es no intentarlo”, y es que, el hombre tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro y esto es precisamente lo que constituye su salvación en los momentos difíciles de su vida aun cuando a veces tenga que aplicarse a la tarea con los cinco sentidos.

* Lucía Casanueva es directora de Portocarrero & Asociados

6.  booboo03/03/2009, 19:19 h.

Qué articulo más bueno. Informativo, emotivo y fantásticamente bien escrito. Personalmente, me encantaría verla escribiendo por aquí con frecuencia, Sra. Casanueva.

Por cierto, felicidades a los señores de El Confidencial por esta sección, que es de lo mejorcito de la prensa online de este país.

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5.  brunten03/03/2009, 18:51 h.

Muchas gracias por tu artículo, hay cosas que merecen la pena ser recordadas y puestas en valor de nuevo.

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4.  gekko03/03/2009, 14:46 h.

una verdad como pocas...

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3.  MtOlive03/03/2009, 14:07 h.

Buen artículo.

Way to Go!

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2.  FollowingColon03/03/2009, 10:33 h.

Extraordinario artículo. Muchas gracias al Confidencial y al autor por esta reflexión.
Stay hungry... stay foolish!!
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