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Crónica de una muerte anunciada

@S. McCoy - 23/10/2008

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La bolsa española empieza a despedir un olor a muerto que mata, la verdad. Aroma que desprenden compañías que no son ya sino cadáveres andantes que avanzan fatigosos hacia una suerte final que cada vez tiene menos de incierta y más de deprimente. Se habla mucho de las carteras inmobiliarias que empiezan a acumular los bancos, más fuera que dentro de balance, resultado de adjudicaciones forzosas o ejecuciones encubiertas. Veremos a ver si no renacen las corporaciones industriales que murieron con el mito de Mario Conde allá por mediados de los 90. El círculo vicioso en el que han entrado algunas firmas tiene, en el entorno actual, difícil ruptura, por no decir imposible. Salvo refinanciación milagrosa. Creyéndose las más en el pasado, serán las menos en el futuro. Descansarán en paz. No lo duden. Bajo una losa que diga “aquí yacen los frutos de una ambición desmedida que no supo medir sus riesgos”.  Muchos de sus accionistas les acompañarán en su trayecto. No sólo en el sentimiento. Y todos, de un modo u otro, pagaremos las consecuencias. Al tiempo.

Se trató de una dinámica recurrente en los años dorados. Engorde de la sociedad mediante la compra de activos sobrevalorados a través del uso de una financiación prácticamente regalada en cuanto a los diferenciales y garantías. Casi gratis. O al menos eso parecía mientras el viento soplaba a favor. Pequeño detalle olvidar que la base, el Euribor, fluctúa, y el valor de la garantía, sorpresa, sorpresa, también. En fin. No es un matiz menor. El cálculo de la capacidad de pago estaba sujeto a ese doble condicionante: tipos bajos, para un spread fijado de antemano, y revalorización futura del aval que permitiría, por una parte, ir refinanciando la adquisición o, por otra, proceder a su enajenación con sustanciosas plusvalías. No había entonces una vocación, por ser matemáticamente imposible, de devolución caeteris paribus de lo debido. Ni podían, ni iban a poder. Se cubría de forma no demasiado holgada los intereses con el resultado operativo y poco más. El nuevo paradigma, que ellas mismas con sus actuaciones ayudaban a construir, les invitaba a creerse que la rueda continuaría girando eternamente.

Pero no. Se cierra el grifo y el banco que era amigo se convierte, de repente, en un extraño que no atiende a razones. Con la pasta que te he hecho ganar, piensa la sociedad. Con la pasta que puedo perder, concluye el banco. Y se desencadena el desastre, acentuado por la dilatación temporal de una crisis que tiene pocos visos de remitir en breve. O cumples lo pactado o te ejecuto financieramente hablando. Quien puede, y mientras puede, aporta garantías adicionales que permiten salvar la situación a la vez que adopta un severo régimen de adelgazamiento que le permita obtener liquidez y reequilibrar el balance. Pero, ah amigo, cuando el mercado está cerrado, lo único potencialmente interesante a vender es lo bueno, definido, para tu desgracia, como aquello que te aporta cash flow y que, por tanto, permite sostenerte operativamente. Si tienes éxito, sigues siendo un zombi empresarial que estás expuesto a la parte más cíclica de tu negocio en un entorno recesivo y con una carga de deuda, relativa al EBITDA, brutal. Y si no, ya puedes ir contratando el lugar donde quieres que se vele tu cadáver, de nuevo, salvo refinanciación milagrosa. Nunca es plato de buen gusto elegir entre Guatemala y Guatepeor. Y menos cuando hasta hace sólo dos días disfrutabas del efímero beso de la soberbia.

Las entidades financieras se merecen, sin duda, el párrafo final. Ya saben cómo afina el saber popular: cuando debes mil euros al banco, tienes un problema; si lo que debes es un millón, el problema es del banco. Y si cuando son muchos millones los que le deben, ni te cuento. Pues bien, gran parte de lo que se viene encima de la banca se lo ha ganado a pulso. Cuando se comete un delito pueden distinguirse hasta tres figuras, desde el punto de vista penal: la del autor, la del instigador que anima y la del cómplice que ayuda u oculta. Bien. Los bancos han participado de las tres figuras delictivas de un modo u otro y es lógico que sufran también su condena. Su actuación ha sido irresponsable al alentar operaciones inciertas, financiar fondos de comercio absurdos que ahora valen entre cero y nada, vincular la relación con el cliente a la satisfacción de su ego, obviar las más elementales medidas de control de riesgo en cuantía, concentración y capacidad de repago y, sobre todo, olvidar todos el carácter cíclico del crédito, el negocio y la economía, se diga lo que se diga. Inconsciencia e indiferencia ante el dimensionamiento de la burbuja y colaboración en la construcción del espejismo del Cielo en la Tierra. Casi nada. La refinanciación, mecanismo de supervivencia mutua, no puede ir encaminada a perpetuar errores. Pero irá. Tabla de salvación ¿temporal? de unos y otros. En cualquier caso, el problema, como todos ustedes ya saben de sobra y sufren en sus propias carnes, es que cuando la banca estornuda, la economía real se constipa. Y de qué modo. En esas estamos ahora. Les espero el sábado.

Recomendación gastronómica de los jueves. Dos citas espectaculares esta semana. Diverxo sigue siendo EL restaurante. Con un menú cerrado a partir de 45 euros, bebidas aparte, la experiencia sensorial es brutal. Es una cita imprescindible que requiere ya de un cambio de local. Mejillón tigre estilo fusión, dim sums de pechuga de Grosse espectaculares, gamba frita al revés, curry rabo de toro con socarrat en barquillo de coco, raya al carbón con tirabeque y judías de Kenia, cuchifrito con fideos, etc, etc, etc. Realmente de llorar. En la calle Francisco Medrano, 5. Hay que reservar con mucha antelación, como hizo mi amigo Alfonso que actuó también de paganini. Vuelta a casa de mi amiga Mónica en Sushi 99, en el mismo número de la calle Ponzano, con dos brokers ex compañeros de trabajo de natural zampón.  Impresionante. Para mí sigue siendo top top japonés. Continúan funcionando los clásicos como el tataki de atún con sésamo, la tempura de langostino tigre o el niguiri (sushi) de pez mantequilla. Pero pruebo un delicioso carpaccio de toro (plato caro), el kabukiano niguiri de huevo de codorniz y un temaki (cono) del salmón con salsa de mostaza delicioso. Por poner algún pero, me gustan menos el rollo templado de anguila al que no encuentro el sabor, y mira que me gusta la anguila, y el niguiri de carne de wagyu al que sobra, para mi gusto, el toque de ajo frito que hace que la carne pierda sabor. 50 euros por barba all in, paga McCoy, más que justificados. Díganle a Mónica su prespuesto y ella se acopla. Veremos a ver si la semana que viene sacamos algún nombre. La crisis sin duda achucha. Y el sobrepeso también.

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@S. McCoy

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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