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Aprovechando que es fiesta en la Comunidad de Madrid, les adjunto hoy un tema ligerito, de esos que de vez en cuando se dejan caer por esa ventana a la realidad económica y financiera que es el Valor Añadido. Me hace llegar un lector un informe curioso elaborado de forma transversal por los analistas de Credit Suisse. Se trata de un tocho de 188 páginas que, como se podrán imaginar, devoro en sus conclusiones, que no está el horno en que se ha convertido este final de julio, atmosféricamente hablando, para muchos bollos intelectuales. El tema, curioso: “Obesidad y Oportunidades de Inversión”. El punto de partida, un desgarrador grito a la conciencia colectiva: ya hay en el mundo más personas obesas o con sobrepeso que gente que pasa hambre, 1.800 millones de individuos contra 1.100. La tendencia, desgraciadamente, es creciente. Y ya se sabe, mientras que paliar el hambre mediante la promoción, la educación y, por último, las ayudas directas produce un beneficio social de notable, pero incierto, impacto económico a medio plazo, el tratamiento de la gordura está llamado a ser, si no lo es ya, una de las principales fuentes de ingresos de industrias como la farmacéutica o de la alimentación en los próximos años.

Si en la actualidad, según los datos del banco de inversión suizo, un 28% de la población mundial padece de sobrepeso, de la que un 7% entra en la categoría de obesa, para 2020 se espera que dichos porcentajes alcancen, respectivamente, el 40% y el 12%. Un crecimiento espectacular en tan sólo una década que mantendría a Estados Unidos, donde un tercio de los menores tienen problemas de sobrepeso y el coste anual de los tratamientos para las personas que sufren esta situación se acerca a los 120.000 millones de dólares, como el foco principal de esta epidemia mundial pero que vería cómo son los países emergentes, con tasas bajas pero sobre una base de población muy amplia, los que sufren los mayores aumentos de afectados por los quilos de más. De hecho se espera que, en China, el número de obesos se multiplique por 3,5 veces en el periodo comprendido entre 2005 y 2015. El acomodo al modo de vida occidental, con su dosis de sedentarismo y desordenada e hipercalórica alimentación, estaría detrás de un fenómeno que ha llevado a algunos países, como Japón, a la adopción de medidas tan aparentemente absurdas como el establecimiento de sanciones económicas a aquellos que superen un determinado contorno de cintura fijado por ley.

Las cifras que se manejan, no sólo en el tratamiento médico y/o farmacológico, sino también en la elaboración de productos específicos o la adaptación de los ya existentes a este colectivo son extraordinarias. Si a cierre de 2008 se estima que el negocio potencial suponga 1,4 billones de los nacionales (millones de millones; en el mundo anglosajón un billón son mil millones) de dólares, para 2012, esto es, dentro de cuatro años, la cifra se habrá disparado hasta los 2 billones. Prevención, diagnóstico, medicinas y tratamientos, por una parte; alimentación y distribución de productos ad hoc, por otro; gimnasios, ropa deportiva, restauración, tallas grandes o publicidad específica son varias de las manifestaciones principales en los que se plasma la oportunidad de negocio que del sobre peso y la obesidad se derivan. Credit Suisse, de hecho, identifica quince acciones a nivel mundial que se podrían beneficiar de esta tendencia, algunas de las cuales servidor no había oído en su vida (quien quiera el informe completo que me mande un correíto): Allergan. Merck, Novo Nordisk, Healthways, Dick´s Sporting Goods, Life Time Fitness, Iululemon Athletica, Nike, Under Armour, Danone, Kellogg, CVS, General Mills, Safeway y Kuala Lumpur Kepong. No obstante, si después de leer esto, aún les quedan ganas de seguir comiendo, entonces es que es momento de desearles buen fin de semana a todos (que servidor ya disfruta desde la playita) e invitarles a que pasen a conocer la recomendación lúdica de los viernes.

Recomendación lúdica de los viernes. Visito esta semana El Trasgu en la calle Cudillero, 2 de Torrelodones, al lado del Hospital, con la curiosidad de quien es avisado de que va a cenar en la, probablemente, terraza más bonita de Madrid. Bien. Podía serlo antes pero ya no. Han abierto un Centro Comercial entre medias que aborta con sus luces gran parte de lo que antes tenía que ser una panorámica única. Primera decepción. Segunda, un servicio pésimo. Servicial pero mal instruido hasta el punto de que nos atiende un camarero comiendo chicle al estilo lejano oeste (que sigue así toda la noche pese a las advertencias al jefe de sala), al que tenemos que insistir en repetidas ocasiones que nos sirva el agua y el vino y que, a nuestras preguntas sobre la composición de determinados platos, promete volver con una pronta respuesta que nunca llega. Las sonrisas no lo son todo en la vida. Tercero, poca inteligencia comercial. Solicitamos varias medias raciones para poder recorrer el menú de forma más amplia, platos sin elaboración complicada, a lo que el maitre contesta que el jefe de cocina dice que no. ¿Cómo? Es lo que se dice no entender el papel que en el negocio juega cada uno. Por último, comida desigual que me lleva a pensar que es mejor acudir en busca de un pica-pica, que dirían en Cataluña, que a comer a la carta. Muy buena la premiada empanada de vieiras (el secreto, en efecto, está en la masa) y unas navajas fuera de carta realmente extraordinarias. Normalitos, para su precio, los taquitos de merluza a la romana, pescado estrella de la casa, según nos dicen. Decepcionante una dorada “salvaje” que por el tamaño apunta más a criadero y que, pese a ser ofrecida al horno, se sirve con una derivación de la salsa verde que realmente no aporta nada sino privar al pez de su sabor. Postres del montón. Con vino y cafés, 50 euros por barba. Para los románticos y los buscadores de lugares únicos, un sitio a conocer. Para los demás, a probar suerte. Nosotros, desde luego, no la tuvimos.p>