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El negocio, la otra cara de las fundaciones

fundaciones benéficas Alicia Koplowitz Amancio Ortega Rafael del Pino Emilio Botón caridad

@María Igartua - 08/09/2007

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El negocio, la otra cara de las fundaciones
 

Caridad, beneficencia y… ahorro fiscal. Las fundaciones proliferan en todo el mundo al amparo y cobijo de las grandes fortunas. España todavía sigue con la resaca de la Primera Reunión Anual Filantrópica Internacional “Playing for Good”, que se celebró hace algo más de una semana en Mallorca. Rostros populares destinados a despertar la atención de la prensa internacional se han paseado por la isla para satisfacer la curiosidad de propios y extraños. Eva Longoria, Goldie Hawn, Paris Hilton o Terrence Howard han sido algunos de los encargados de poner cara a una actividad tan antigua como la historia del hombre: la ayuda al prójimo.

De beneficencia iba la cita. Sin embargo, la caridad bien entendida y, en ocasiones, no comprendida del todo es una práctica muy habitual en los países anglosajones. Está a la orden del día ver en la televisión la llegada de cientos de famosos -previa foto en la alfombra roja- a cenas de gala o actos benéficos para recaudar fondos e incluso para hacer campaña electoral. Desde los tiempos de la desaparecida Diana de Gales a los actuales con la actriz Angelina Jolie. Entre los personajes adinerados, los Gates también se han sumado al mundo de la filantropía y Warrent Buffet ha hecho lo propio para dar salida a los miles de millones que engordan su patrimonio.

Es verdad que la mentalidad anglosajona es propensa a esta forma de entender la vida, bien por su despego al concepto de herencia como forma de transmisión patrimonial o, porqué no decirlo, por el dinero que desgrava hacer obras benéficas. Un dólar por cada tres invertidos en EEUU, por ejemplo. En España, los ricos patrios tampoco se quedan cortos. Más discretos que los anteriores, los representantes de las grandes fortunas españolas también hacen sus pinitos en la filantropía.

¿Caridad o negocio?

Existe un viejo debate sobre qué es mejor, poner en marcha una fundación o pagar impuestos para que el estado los administre. A estas alturas todavía hay muchas discrepancias. Los defensores de la primera teoría aseguran que confiando en el estado el dinero se pierde en tapar sus agujeros financieros y en construir “campos de fútbol”, mientras que los segundos defienden que “son esas instituciones no lucrativas las que destinan dicha cantidad a sus propios intereses”, según escribe Stepahnie Strom en el diario The New York Times, “en vez de invertirlo en lo que verdaderamente importa, como pueda ser la lucha contra el sida o la vacuna de la malaria”.

Los recelos hacia este tipo de actividades no son pocos entre la sociedad. En cualquier caso, si hay algo que está claro es que tener una fundación ahorra mucho dinero de pasar el peaje por Hacienda, a parte de ser una vía más para alimentar el ego de cada uno o una forma de limpiar la propia conciencia En España, la colaboración con obras de este corte supone, en términos generales, una desgravación anual del 25%. Eso si, ese porcentaje puede variar en función del tipo de institución y del proyecto al que se haya dirigido ese dinero. Por otro lado, no deja de ser tentador contar con una fundación que lleve tu nombre: alimenta la vanidad y llena el espacio vacío que deja el no saber en qué gastar el dinero.

Emilio Botín, Amancio Ortega, Rafael del Pino o Alicia Koplowitz son algunos de los multimillonarios que pasarán a la historia con su propia sociedad benéfica. Donantes únicos en su mayoría, suelen coincidir en los fines: apoyo a la cultura, a la investigación, a la infancia, a la conservación del patrimonio... Además de converger en las elevadísimas sumas de dinero que entregan para la causa.

Así, Ortega puso en marcha su fundación con nada menos que 60 millones de euros de capital inicial, una minucia para este gallego de 66 años que cuenta en su haber con 10.580 millones de euros y subiendo, porque el grupo Inditex ha resultado ser la gallina de los huevos de oro. “Potenciar la calidad y ámbito de las actuaciones para poner a Cantabria y a España a la vanguardia educativa, cultural y científica” es la filosofía que guía a la institución que preside Botín. Para ello destina 14,1 millones de euros, presupuesto que pretende aumentar en este año un 55%.

Desgravar no es exclusividad de los millonarios

No hace falta contar con grandes patrimonios para colaborar en la mejora de la vida de los menos favorecidos. Ni siquiera hace falta tener esos grandes patrimonios para deducirse en la declaración de la renta. Cada vez son más los ciudadanos de clase media que invierten en obras de caridad.

El número de organizaciones no gubernamentales (ONGs) se ha disparado en los últimos años, -sólo en la Comunidad de Madrid hay registradas más de 5.000 de estas asociaciones- y con ello el número de donantes anónimos que apadrinan un niño del tercer mundo o aportan una cantidad mensual a una obra benéfica. Sin embargo, son pocos los que conocen que, sobre ese dinero anual que se aporta altruistamente, también se pueden deducir impuestos. Basta con presentar un certificado en el que se expliqué a qué se ha dedicado dicho capital y que la organización con la que se colabora haga lo propio en la Agencia Tributaria.

En cualquier caso, si hay algo que está claro es que tener una fundación desgrava mucho dinero a la hora de pasar el peaje de Hacienda, además de ser una vía más para alimentar el ego de cada uno o una forma de limpiar la propia conciencia. En España, la colaboración con obras de este corte supone, en términos generales, una desgravación anual del 25%. Eso si, ese porcentaje puede variar en función del tipo de institución y del proyecto al que se haya dirigido ese dinero.

Donantes únicos en su mayoría, suelen coincidir en los fines: apoyo a la cultura, a la investigación, a la infancia, a la conservación del patrimonio... Además de converger en las elevadísimas sumas de dinero que entregan para la causa. Así, Ortega puso en marcha su fundación con nada menos que 60 millones de euros de capital inicial, una minucia para este gallego de 66 años que cuenta en su haber con 10.580 millones de euros y subiendo, porque Inditex ha resultado ser la gallina de los huevos de oro.

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