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La banca vuelve a colocar estructurados pese al desastre de la última crisis
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INCLUSO FINANCIA SU COMPRA A LOS CLIENTES

La banca vuelve a colocar estructurados pese al desastre de la última crisis

El cebo son unas rentabilidades muy superiores a las que ofrece la deuda, la bolsa y, por supuesto, los depósitos. El problema son los riesgos

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Vuelven los estructurados. Ni catástrofes como los 'valores Santander', los productos basados en bonos de Lehman, las notas autocancelables emitidas por varias entidades o los bonos convertibles del Popular (en todos ellos los inversores perdieron grandes cantidades) han impedido a las entidades volver al lugar del crimen en cuanto han visto de nuevo una oportunidad de negocio. Y menos aún los clientes, que hacen bueno el dicho de que el mercado no tiene memoria. El cebo son unas rentabilidades muy superiores a las que ofrece la deuda, la bolsa y, por supuesto, los depósitos. El problema son los riesgos, que se disparan si encima el cliente compra el producto con un crédito, como le ofrecen en muchas entidades.

Este nuevo 'boom' de los estructurados deriva de la situación actual de tipos y de los mercados. Tras el fin de la guerra de depósitos y con las bajadas de tipos de interés por parte del BCE, los clientes tradicionales de las entidades se quedaron sin rentabilidad en los productos seguros. La primera reacción de las entidades fue pasarlos masivamente de depósitos a fondos -de ahí el fuerte crecimiento de estos productos en los últimos meses-, cuanto menos mixtos o directamente de bolsa. El batacazo del mercado de finales de 2015 y principios de 2016 provocó fuertes pérdidas a unos ahorradores que no tienen el perfil para aguantarlas, y que exigieron salir inmediatamente de esos productos arriesgados.

¿Qué podían ofrecerles las entidades entonces? La respuesta han sido los estructurados. Otra vez. Un estructurado puede tener forma de depósito o de bono, y consiste en combinar un depósito normal con una opción (una apuesta) sobre un valor, cesta de valores o índices. Esto consigue que, si estos valores suben en bolsa, el interés que cobra el cliente sea mayor. Pero, ¿qué pasa si bajan? En contra de lo que mucha gente cree, no están libres de riesgo, y éste depende de cómo sea el estructurado. Si es más conservador, simplemente se juega los intereses: es decir, no cobra nada por su dinero y es como si lo hubiera tenido en una cuenta corriente. En cambio, si es más agresivo, el cliente puede poner en juego parte de su capital y, en consecuencia, sufrir pérdidas, que pueden llegar a ser importantes.

Más arriesgados ahora que en 2008

Además, estos productos suelen tener unos plazos muy largos: es la forma en que el banco los rentabiliza, ya que cobra elevadas comisiones anuales al cliente. Para alejar el recelo de los inversores a la iliquidez, los bancos ofrecen ventanas de salida o cancelación anticipada, pero eso tiene penalización y, además, puede ser fuente de pérdidas: normalmente, hay que vender los valores en mercado al precio al que estén, y si en ese momento han caído y el precio es bajo, el cliente debe asumir la pérdida correspondiente.

Además, en la situación actual de tipos, los estructurados son más arriesgados que los de la crisis, que acabaron con fuertes pérdidas para los que los contrataron. Si entonces lo normal era que el 90% del dinero se invirtiera en un depósito y sólo el 10% estuviera expuesto a los vaivenes del mercado, ahora este porcentaje se ha movido a niveles de 70/30 precisamente para ofrecer una rentabilidad más atractiva con el Euribor en negativo. E indefectiblemente en el mundo de la inversión, más rentabilidad potencial implica más riesgo.

Y por si fuera poco, apalancados

Por si esto no fuera suficientemente arriesgado, muchas entidades están ofreciendo créditos blandos para adquirir estos productos; blandos porque sus intereses son inferiores a los que paga teóricamente el estructurado, con lo que el cliente se supone que sigue ganando dinero. Además, como no ha invertido su dinero sino el prestado, todo es beneficio (la magia del apalancamiento). El reclamo de las entidades es el habitual en estos casos: que se trata de una oportunidad muy atractiva, que sólo se la ofrecen a los mejores clientes, que si ahora mismo no tiene dinero ellos se lo prestan, pero que no puede dejarla pasar. El problema es que, si la cosa sale mal, el cliente perderá un tanto por ciento pero seguirá debiendo al banco el 100% más los intereses, que tendrá que poner de su bolsillo.

Por tanto, si en su entidad le ofrecen un estructurado como la piedra filosofal capaz de ganar dinero en un entorno en que todos los activos dan cero o pierden, como una "oportunidad que no puede dejar pasar" e incluso se ofrecen a darle un crédito para comprarlo, tómeselo con calma. Insista en que le expliquen con toda claridad los riesgos que tiene, si afectan sólo a los intereses o si puede perder parte de su dinero, qué penalización y pérdida potencial tiene si necesita la liquidez, y cuál es la probabilidad de cada escenario. Y únicamente cuando tenga todos esos datos, tome la decisión que se adapte a su tolerancia al riesgo.

Vuelven los estructurados. Ni catástrofes como los 'valores Santander', los productos basados en bonos de Lehman, las notas autocancelables emitidas por varias entidades o los bonos convertibles del Popular (en todos ellos los inversores perdieron grandes cantidades) han impedido a las entidades volver al lugar del crimen en cuanto han visto de nuevo una oportunidad de negocio. Y menos aún los clientes, que hacen bueno el dicho de que el mercado no tiene memoria. El cebo son unas rentabilidades muy superiores a las que ofrece la deuda, la bolsa y, por supuesto, los depósitos. El problema son los riesgos, que se disparan si encima el cliente compra el producto con un crédito, como le ofrecen en muchas entidades.

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