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Hoja de ruta para entender la caída de las piezas en el 'efecto dominó' de los emergentes
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Hoja de ruta para entender la caída de las piezas en el 'efecto dominó' de los emergentes

Los conceptos 'divisas' y 'emergentes' refrescan muchos recuerdos en los mercados. Por eso conviene conocer qué es lo que está ocurriendo actualmente

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La primera pieza en caer fue Tailandia. Y el inicio de sus penalidades lo marcó la devaluación de su divisa, el baht. Ocurrió a comienzos de julio de 1997. A partir de ese momento, el efecto dominó resultó inmediato. Empujó primero al resto de los tigres asiáticos; luego, ellos contagiaron a los países latinoamericanos; y por último, la caída concatenada desembocó en el colapso financiero ruso del verano de 1998. Por estos motivos, por los recuerdos de aquella crisis de los mercados emergentes de 1997 y 1998, la sacudida sufrida en las últimas dos semanas en las monedas emergentes ha puesto a los inversores en guardia. Como muestra, esta semana se han visto salidas superiores a los 6.000 de dólares -unos 4.650 millones de euros- de los fondos de inversión emergentes, el mayor éxodo desde 2011 y la quinta mayor fuga de todos los tiempos.

¿A qué se está debiendo este cambio de sentimiento? A varios motivos. Y lo primero que hay que tener en cuenta es que, aunque los temblores han crecido en intensidad en la última quincena, la fuga de capitales de los países emergentes comenzó ya en 2013. En concreto, desde que el ya ex presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, sugirió en mayo que la entidad comenzaría a reducir los estímulos sin demasiada tardanza. Ese aviso dio paso a una migración de capitales desde los emergentes, cuyo potencial ya estaba exprimido, hacia otros mercados, como EEUU y Europa, donde la tensión estaba remitiendo. Como, en paralelo, esa salida de dinero está descubriendo que varios de esos países, como Brasil, Turquía o India, tienen problemas económicos derivados de su acelerado crecimiento de los últimos años y de la relajación en la adopción de reformas estructurales, el proceso ha encontrado el suficiente combustible para retroalimentarse.

Es decir, la Fed prendió la mecha, pero había munición de fondo para que la sacudida estallara. "En países como Turquía, India, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Rusia y Brasil la tensión recurrente que se observa desde mayo del año pasado sí ha tenido su detonante en el cambio de sesgo de la Fed. Pero sólo el detonante", apunta José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España. Y añade: "Podemos hablar de mercados sobredimensionados con respecto al tamaño de sus economías, activos sobreponderados (aún) en las carteras de inversores internacionales y problemas estructurales en sus economías". Dominic Rossi, CIO Global de Renta Variable en Fidelity Worldwide Investment, tiene claro lo que les queda por delante a estos países: "El mundo de los mercados emergentes necesita desempolvar la agenda de reformas estructurales que apartó hace 15 años y estimular sus economías. Los que lo hagan evitarán el extenso periodo de bajo crecimiento, y los que no, mirarán atrás y verán los últimos 10 años como una era dorada".

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Pero, precisamente porque los emergentes aprendieron alguna lección de los acontecimientos de finales de los 90, cuentan con un hecho diferencial que les otorga cierta protección en la actualidad: sus reservas internacionales. A diferencia de 1997 y 1998, cuando apenas contaban con reservas, actualmente muchos de ellos tienen esta despensa más llena que nunca o muy cerca. El caso más extremo es el de China, que ha multiplicado por 34 veces su hucha para proteger su solvencia y su estabilidad financiera y cambiaria, desde los 112.000 millones de dólares hasta los 3,8 billones actuales, que dan lugar a las mayores reservas del mundo. India, que en el año 2000 apenas tenía 35.000 millones, cuenta ahora con 292.000 millones de dólares; en Singapur han crecido de 77.000 millones en 1997 a los 276.000 millones de dólares actuales.

Eso sí, en algunos países las reservas ya han menguado precisamente por los intentos de respaldar sus respectivas monedas. Es el caso de Turquía, donde han pasado de 115.000 a 102.400 millones en las seis últimas semanas; o de Rusia, que ha consumido cerca de 15.000 millones en enero de 2014, pese a lo cual aún cuenta con casi 500.000 millones. Ya en 2008, a Moscú no le tembló el pulso a la hora de emplear más de 200.000 millones en defensa del rublo y su estabilidad financiera. Aunque, por supuesto, el caso más grave es el de Argentina. Su hucha de divisas internacionales ha bajado de 45.000 a menos de 30.000 millones de dólares en el último año, con lo que apenas tiene margen para respaldar al peso, ya que necesita buena parte de ese dinero para apuntalar su deuda.

La amenaza, por tanto, está ahí. De ahí que convenga saber la situación en la que se encuentra cada uno de los países, varios de los cuales son muy sensibles para las empresas españolas.

Turquía. Ha desempeñado un papel protagonista en la tormenta desatada en las dos últimas semanas, porque ha sido el punto de partida del reciente terremoto cambiario. Primero, porque el 21 de enero su banco central se negó a subir los tipos de interés y porque, dos días después, la entidad intervino en el mercado de divisas de forma infructuosa. La sensación de impotencia que generó este fracaso fue el epicentro del temblor que sufrieron el 23 de enero las principales monedas emergentes.

Con la lira en caída libre -a primera hora del 28 de enero marcó un mínimo histórico en las 3,27 liras por euro-, ese mismo día, al filo de la medianoche, el Banco Central de la República de Turquía se vio obligado a hacer por las malas lo que una semana antes no quiso hacer por las buenas. Elevó los tipos de interés a un día del 7,75 al 12% y a una semana, del 4,5 al 10%.

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Con la inflación por encima del 7% y el déficit por cuenta corriente moviéndose en torno al 7% del Producto Interior Bruto (PIB) turco, la depreciación de la divisa amenaza con disparar la inestabilidad financiera del país, de ahí la contundente actuación del banco central. La duda reside en si la economía turca soportará unos tipos tan altos, una sospecha que, en caso de asentarse en el mercado, provocará que ese repunte de los tipos no sirva para nada o, en todo caso, apenas baste para retrasar el descenso de la lira, que ya viene de perder en 2013 un 25% de su valor contra el euro y un 20% contra el dólar. Todo ello, con unas elecciones presidenciales que llegarán en agosto con un clima de crispación social, otro factor de inestabilidad adicional. BBVA, presente en el país con su inversión en el banco Garanti, estará muy pendiente de estos acontecimientos.

Brasil. Otro de los países con un papel protagonista en la convulsión emergente y, sin duda, uno de los que más incertidumbre puede exportar a España, puesto que constituye un mercado clave para empresas como Telefónica, Santander, Iberdrola, Mapfre o Prosegur. Aunque su condición como la séptima mayor economía del mundo sin duda puede provocar que sus problemas tengan consecuencias para las finanzas mundiales.

Brasil es consciente de sus problemas desde hace tiempo. Sabe que los precios se han ido más allá de lo deseado, cerca del 6%, y que su balanza por cuenta corriente sufre un déficit equivalente al 3,7% del PIB, el desequilibrio más alto desde 2002. Y que un real débil echa más sal a esas heridas, como ya ocurrió en 2013, cuando bajó un 20% contra el euro y un 15% contra el dólar. Por este motivo, ya en abril de 2013 empezó a elevar los intereses y desde entonces los ha aumentado en siete ocasiones consecutivas, para llevarlos del 7,75 al 10,5%.

El problema es que estos incrementos no han servido para frenar la depreciación del real ni el desajuste por cuenta corriente, pero sí han mermado el crecimiento, hasta el punto de que la economía se contrajo un 0,5% entre julio y septiembre de 2013, el mayor descenso intertrimestral desde comienzos de 2009. Además, comparte con Turquía que el clima de contestación social se ha ido calentando por momentos en los últimos meses y que este año, en octubre, celebrará elecciones presidenciales. Sin olvidar los importantes fastos deportivos que le aguardan, como el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

India. Comparte con Brasil que fue de los primeros en sentir la huella de la fuga de capitales en las carnes de la rupia, que en 2013 se dejó un 17% y un 12% de su valor, respectivamente, contra el euro y el dólar. Y su banco central, como el brasileño, respondió con subidas de los tipos de interés, a las que ha dado continuidad esta semana, con un inesperado repunte del 7,75 al 8%.

Con una inflación que también presiona, porque está próxima al 10%, y un déficit por cuenta corriente del 4,4% del PIB, cuenta con el margen de actuación que le concede una situación económica en el que el crecimiento superará este año el 5%. El gobernador del Banco de la Reserva de India, Raghuram Rajan, posee, por tanto, capacidad de maniobra. En el horizonte, eso sí, también hay una cita electoral: las elecciones legislativas de mayo.

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Rusia. Ha permanecido en un segundo plano, pero no por eso su papel es secundario. Todo lo contrario. Esta semana, el rublo ha llegado a caer a mínimos históricos contra el euro, por encima de los 48 rublos, y el banco central ha tenido que reaccionar mediante una intervención directa en el mercado para atajar su caída. Y no conviene olvidarse de Rusia porque su crecimiento apenas superará en 2014 y 2015 el 2% y porque su inflación, que en 2012 llegó a bajar del 4%, está de nuevo en el 6,5%.

Sudáfrica. Otro de los emergentes que se ha visto obligado a actuar en los últimos días. El pasado miércoles elevó los tipos de interés del 5 al 5,5% para intentar contener la depreciación del rand sudafricano, que estaba en mínimos históricos contra el euro. Pero es que llueve sobre un terreno muy mojado, porque en 2013 perdió entre un 20 y un 30% de su valor contra el euro y el dólar. Como otros de sus colegas emergentes, no pierde de vista la inflación, por encima del 5%, ni el déficit por cuenta corriente, próximo al 7%. Y afrontará en abril elecciones legislativas.

Argentina. Otro de los países especialmente sensibles para los intereses españoles y uno de los que más atención acapara. En su caso, sin embargo, cuenta con factores que le diferencian del resto de los emergentes que están ahora en el punto de mira. En su caso, las dudas sobre sus estadísticas -con la inflación como principal exponente-, sobre su solvencia y sobre su estabilidad financiera están aún directamente conectados con la errática evolución del país en la última década, tras el corralito de 2001. Pero, por mucho que presente matices distintos a los de otros países, la situación argentina representa un riesgo por el contagio que puede provocar al resto de la región, un efecto que a partir de ahí se extendería al conjunto de los emergentes.

Tras el terremoto de la semana anterior, en la que el peso se desplomó un 17% contra el dólar y un 19% contra el euro, esta semana se ha mantenido estable, con lo que se asienta la sensación de que las autoridades argentinas dan su visto bueno al cambio de 8 pesos por dólar.

China. Con su divisa intervenida, en un régimen de flotación sucia en torno al dólar, el gigante asiático no preocupa en esta crisis porque el yuan pueda caer mucho. Inquieta por la influencia que ejerce sobre el mundo emergente, del que en ocasiones actúa como termómetro. Cualquier duda sobre la estabilidad financiera china o cualquier dato económico que muestre que su economía puede enfriarse más de lo previsto pueden agitar los cimientos emergentes.

La primera pieza en caer fue Tailandia. Y el inicio de sus penalidades lo marcó la devaluación de su divisa, el baht. Ocurrió a comienzos de julio de 1997. A partir de ese momento, el efecto dominó resultó inmediato. Empujó primero al resto de los tigres asiáticos; luego, ellos contagiaron a los países latinoamericanos; y por último, la caída concatenada desembocó en el colapso financiero ruso del verano de 1998. Por estos motivos, por los recuerdos de aquella crisis de los mercados emergentes de 1997 y 1998, la sacudida sufrida en las últimas dos semanas en las monedas emergentes ha puesto a los inversores en guardia. Como muestra, esta semana se han visto salidas superiores a los 6.000 de dólares -unos 4.650 millones de euros- de los fondos de inversión emergentes, el mayor éxodo desde 2011 y la quinta mayor fuga de todos los tiempos.

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