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Del "mesurado" Greenspan al "modesto" Bernanke: la difícil normalización monetaria
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Del "mesurado" Greenspan al "modesto" Bernanke: la difícil normalización monetaria

El primer paso ya está dado. La Fed ha comenzado a reducir sus estímulos 'anticrisis' más extraordinarios. Por delante le espera una larga y peligrosa travesía

Foto: El presidente de la Fed, Ben Bernanke (dcha.), y su predecesor, Alan Greenspan, en el acto celebrado esta semana para conmemorar el centenario de la entidad
El presidente de la Fed, Ben Bernanke (dcha.), y su predecesor, Alan Greenspan, en el acto celebrado esta semana para conmemorar el centenario de la entidad

El movimiento se demuestra al andar. Y la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, dio ayer el primer paso. Comenzó a reducir sus estímulos anticrisis más extraordinarios, puesto que frenó las compras de deuda de su tercer programa de expansión cuantitativa (QE3) desde los 85.000 hasta los 75.000 millones de dólares al mes. Y aunque precisamente en lo cuantitativo el tijeretazo no es sustancial, en lo cualitativo sí resulta muy relevante. Sobre todo, porque anticipa las dificultades que confrontará la entidad en un futuro próximo.

En esencia, lo que hizo ayer la Fed fue iniciar su viaje hacia la normalización monetaria. Es decir, inauguró una travesía que le debería conducir de la extraordinaria situación actual hasta otra más convencional, algo que en sí mismo resulta positivo porque es consecuencia de que, en opinión del banco central, la economía también está entrando en una fase más ordinaria. Siguiendo la aspiración del ex gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, lo suyo sería que la política monetaria norteamericana dejara atrás los alegres y experimentales tiempos actuales para volver a ser aburrida.

La complicada vuelta atrás

Pero no lo tendrá fácil. Y así lo constata la última vez que la Fed regresó sobre sus pasos para endurecer las condiciones monetarias en la mayor economía del mundo. En junio de 2003, y con el entonces venerado Alan Greenspan al frente, la institución rebajó los tipos de interés hasta el 1%, el nivel más bajo en casi medio siglo, para terminar de remontar la situación tras la breve recesión de 2001 y erradicar las presiones deflacionistas que intuía la Fed.

Cuando, al cabo de un año, la entidad entendió que ya se daban las circunstancias para elevar de nuevo los tipos, Greenspan se ocupó de decirles a los agentes economicos y a los inversores que no tuvieran miedo; que ese primer repunte de junio de 2004, del 1 al 1,25%, no constituía el comienzo de un duro ciclo de incrementos en el precio del dinero. Les telegrafió que iba a ser sensible, que no iba a subir los intereses ni demasiado rápido ni con demasiada intensidad, con el propósito de que la economía siguiera disfrutando de unas condiciones monetarias idóneas para terminar de recuperarse. Como, además, la inflación tampoco apretaba con fuerza, consideró que podía hacerlo.

Para prolongar la leyenda de los mensajes en clave que introducía en sus discursos o comunicados para conversar con la comunidad financiera -esa forma de comunicarse fue bautizada como greenspeak-, recurrió a un salvoconducto concreto para definir ese proceso. Greenspan precisó que el ciclo de subidas de los tipos iba a ser "mesurado".

Para muchos, aquella forma de conducir la política monetaria constituyó una de las causas principales de la crisis que estalló posteriormente en 2007 y que desembocó en la Gran Recesión. Al mantener los tipos demasiado bajos durante demasiado tiempo -buena parte del cual con tipos reales negativos, es decir, tipos nominales por debajo d ela inflación-, generó un poderoso incentivo para estimular la expansión del crédito y los desequilibrios económicos y financieros.

Elevado a la enésima potencia

Ayer, en el comunicado en el que la Fed anunció la reducción de los estímulos -una maniobra conocida como tapering- y en la rueda de prensa posterior-, Bernanke mostró el mismo esmero -o más, incluso- que su predecesor a la hora de difundir y fundamentar la decisión. "El tapering no equivale a un endurecimiento de las condiciones monetarias", precisó. Para no quedarse corto, emuló a Greenspan. Bernanke usó su propio calificativo. La reducción de ayer, como las que avanzó que vendrán en próximas reuniones, fue "modesta".

Y como remate, reforzó su compromiso con el dinero gratis, es decir, con los tipos de interés al 0-0,25%, el nivel en el que se encuentran desde hace cinco años. Ya no bastará, como había dicho hasta ahora, con que el paro baje al 6,5% para dejar los tipos como están; aunque el desempleo descienda hasta ese nivel, la Fed no tendría por qué empezar a subir los tipos.

Como años antes Greenspan, Bernanke se esmeró ayer para no provocar sobresaltos ni miedo. Lo consiguió, porque Wall Street volvió a ver un nuevo máximo histórico del Dow Jones. Pero lo mismo pasó entre 2003 y 2007. Hasta que los problemas se manifestaron. Y, como ya relató John Kenneth Galbraith en relación a otras crisis, los excesos de ese periodo no terminaron con una "lamentación", sino "con un choque violento". Como siempre pasa.

Si ese precedente ya evidencia lo difícil que es para un banco central dar marcha atrás y normalizar las condiciones monetarias de su área de influencia, el reto actual eleva esa complicación a la enésima potencia, puesto que la Fed de Bernanke -la que heredará en febrero Janet Yellen- ha ido mucho más lejos de lo que nunca llegó la de Greenspan. Cómo dar marcha atrás a los estímulos al ritmo adecuado para no arruinar la recuperación, pero evitando al mismo tiempo la aparición de nuevas burbujas y excesos financieros, se ha convertido en una suerte de piedra filosofal monetaria.

Le corresponderá a Yellen buscarla. Y más le vale encontrarla. La politica monetaria, con la de la Fed como principal estandarte, ha sido más alegre que nunca estos años. Volver a hacerla aburrida no será fácil. Esta vez es diferente, se dirá. Una vez más.

El movimiento se demuestra al andar. Y la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, dio ayer el primer paso. Comenzó a reducir sus estímulos anticrisis más extraordinarios, puesto que frenó las compras de deuda de su tercer programa de expansión cuantitativa (QE3) desde los 85.000 hasta los 75.000 millones de dólares al mes. Y aunque precisamente en lo cuantitativo el tijeretazo no es sustancial, en lo cualitativo sí resulta muy relevante. Sobre todo, porque anticipa las dificultades que confrontará la entidad en un futuro próximo.

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