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¿Quién engañó a Eva Mendes y a Kylie Minogue?
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¿Quién engañó a Eva Mendes y a Kylie Minogue?

Pueden llamarme estúpido, tonto, poco entendido o idiota. Todo lo que quieran. Pero qué quieren que les diga, después de pagar casi diez euros por una

Pueden llamarme estúpido, tonto, poco entendido o idiota. Todo lo que quieran. Pero qué quieren que les diga, después de pagar casi diez euros por una entrada, pues como que a mi bolsillo le da pereza acercarse al kiosco más cercano a comprar una revista especializada para que un entendido me haga un croquis de la película que acabo de ver porque no he entendido ni la mitad. 

Algo así ocurre con la multipremiada en Sitges Holy Motors, la última y "sublime locura" de Leox Caras, según su póster oficial. Y yo añadiría: locura estúpida. La idea de hacernos ver que todos somos actores que bajamos a la tierra para interpretar a diario distintos papeles es muy bonita, muy concebible, pero, señores, de ahí a ver a unos coches hablar o a un loco que come flores en un cementerio hay un paseo... y no precisamente en limusina.

"Deja huella", decía un entendido en el pasado Festival de Sevilla. ¡Y tanto! Seguro que más de uno de los que vaya al cine después de leer que Holy Motors es la película del siglo saldrá reclamando que le devuelvan el dinero tras asistir impávido a una retahíla de estupideces sin aparente sentido. Lo único provechoso es el impresionante trabajo interpretativo del camaleónico Denis Lavant y el cameo de una sorprendentemente "dramática" -y cómo no musical- Kylie Minogue.

Es poesía visual, dicen otros. Arte abstracto, trasgresor -una palabra muy de moda-. Ar-te, señores, ar-te. ¿Nunca se han sentido un tanto idiotas en ciertos museos al ver que el cuadro que tienen delante lo podría haber hecho perfectamente su hijo en clase de pintura? Pues eso es exactamente Holy Motors, pero trasladado al séptimo "arte". Poesía visual, ya saben. 

Llámenme clásico, comercial e incluso paleto. Pero es que, con los tiempos que corren, el cine no está para caprichos de directores mimados y elevados a los altares de la cinematografía por cierta crítica. El objetivo de un cineasta debe ser atraer el espectador -no en masa, ¡ojo!- y en este caso la multipremiada cinta sólo se verá en algunos cines a los que sólo va ese tipo de espectador que mira por encima del hombro al que no entiende su cine. Juzguen ustedes mismos.

Sólo dos preguntas: ¿Quién engañó a Kylie Minogue? ¿Y a Eva Mendes?

Pueden llamarme estúpido, tonto, poco entendido o idiota. Todo lo que quieran. Pero qué quieren que les diga, después de pagar casi diez euros por una entrada, pues como que a mi bolsillo le da pereza acercarse al kiosco más cercano a comprar una revista especializada para que un entendido me haga un croquis de la película que acabo de ver porque no he entendido ni la mitad.