Un proyecto de

Metro inaccesible

Moverse en metro es una carrera de obstáculos para los que tienen un hijo. Las estaciones más céntricas y las cercanas a los principales hospitales de la capital no tienen ascensores. Algo tan simple como bajar a un andén se convierte en una pesadilla para las familias con bebés

Texto

C. Suárez

M. Mcloughlin

Datos

J. Escudero

A. Hernández

Formato y visualización

P. L. Learte

L. Martín

P. Narváez

L. Rodríguez

Retratos

C. Castellón

“Perdona, ¿me puedes echar una mano?”. Seguro que han escuchado alguna vez esta frase en una escalera de cualquier boca de metro en Madrid. Es algo que Virginia ha repetido tantas veces que ha perdido la cuenta. Recuerda cómo una vez llegó a “tener que suplicar” que le echasen una mano para pasar el carrito de su hija de cinco meses por encima de los tornos de Estrecho, la parada más cercana a su domicilio. Este es solo uno de tantos episodios que ha vivido en andenes y estaciones. Algo que prácticamente ha acabado con su paciencia y, por ello, evita el subterráneo siempre que puede.

“Se ha concebido como el transporte ideal para un único movimiento en la ciudad: el del trabajador”

Esta es la historia de Virginia. Pero también la de Ana, Marina, Mónica, Lorena y miles de padres y madres con bebés de corta edad a lo largo y ancho de la capital. Todos ellos tienen algo en común: montar en metro se convierte prácticamente en una carrera de obstáculos insalvable en solitario. “Ahora ya solo lo cojo si he quedado con amigas y no tengo prisa, porque si voy sola voy a llegar, como mínimo, media hora tarde”, asegura Virginia. “Tienes que salir preparada porque si no te puedes quedar en el sitio”.

Más de 100 estaciones reportaron al menos una incidencia en sus ascensores en el último mes y medio

Siete de cada diez paradas de la red son accesibles. La mayoría de ellas están alejadas del centro, salvo islotes inconexos como la de Goya o la de Iglesia. El problema no es el número, es el reparto. Las líneas más modernas tienen una alta concentración mientras que las más antiguas, como la marrón, la verde, la azul clara o la roja, ven cómo gran parte de su recorrido se compone de estaciones sin ascensor. No importa que sean claves para acceder en transporte público al centro de la ciudad.

La red de metro cuenta actualmente con 290* estaciones repartidas en sus 12 líneas y Ramal Ópera-Príncipe Pío, sin contar Metro Ligero

Estaciones con accesibilidad

Estaciones sin accesibilidad

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De ellas, 185 están categorizadas como accesibles. Esto significa que cuentan con uno o más ascensores para acceder a ellas con carrito.

En otras palabras: las familias con carritos pueden usar casi siete de cada diez paradas de la red metropolitana.

Sin embargo, estas no se reparten de forma equilibrada.

A finales de 2007, el Ministerio de la Presidencia aprobó un Real Decreto que exigía a todas las ciudades españolas garantizar la entrada a personas con discapacidad y otros usuarios prioritarios en "las estaciones de más de dos líneas e intercambiadores" en un plazo de cuatro años. Sin embargo, quedan estaciones de este tipo que siguen sin ascensor, como Alonso Martínez, Diego de León o Príncipe de Vergara.

¿Qué opción queda entonces? Las escaleras mecánicas. Y eso que están vetadas por el manifiesto riesgo para el carrito. Dadas las circunstancias, pocos hacen caso a la norma y se lanzan a descender con la sillita en equilibrio. “Si no tengo ascensor y no puedo usar escaleras, ¿qué hago, vuelo?”, espeta una madre que acaba de entrar con su sillita a toda prisa en la estación de Méndez Álvaro. Diez minutos antes, en esa misma parada, otra sacaba a su recién nacido del carro para que la abuela pudiera bajarlo por las escaleras.

“Cuando tienes hijos en Madrid, siempre acabas siendo el último en todo”

Ni siquiera las estaciones visiblemente adaptadas pueden garantizar a las familias un viaje tranquilo. Entre el 3 de junio y el 18 de julio, El Confidencial detectó 204 estaciones reportando al menos una incidencia en las escaleras y 150 en ascensores. Si unos padres quieren viajar en metro, ya sea a la guardería o al hospital, tienen que planear el viaje o desistir.

Las incidencias de escaleras y ascensores por estación

Porcentaje de veces en el que al menos una escalera mecánica o ascensor apareció como fuera de servicio sobre un total de 1.549 observaciones.

Esta muestra se recopiló cada media hora, desde las 7:00 hasta las 23:30 horas, del lunes 3 de junio al jueves 18 de julio.

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Pampa García, madre de dos niños, es otra de las que se desespera ante esta situación. “Cuando tienes hijos en Madrid, siempre acabas siendo el último en todo”, lamenta. “O te las apañas como puedas o te quedas en casa”.

El problema responde a un diseño de la red que ha priorizado a unos habitantes sobre otros. “En Madrid, como en otras grandes ciudades, se concibe un único movimiento entre los habitantes: el del hombre trabajador, que no requiere de ascensor o medidas de accesibilidad”, explica Carmen Raya, arquitecta de movilidad. “Se ha concebido el transporte alrededor de él y el resto de la población -madres y padres con hijos o las personas mayores- se queda fuera”.

Sol, laberinto de ascensores

Después de conocer la historia de Virginia, la conocemos a ella, su pareja Paul y Lúa, su hija, a la entrada de Estrecho (línea 1) para viajar a una de las estaciones más famosas de la capital: Sol. Comienza el descenso con Lúa en el carro. Son más de veinte empinados escalones cuesta abajo. Paso a paso, y a zarandeos, llegamos por fin al vestíbulo.

La mayoría de padres de la capital tienen el mapa de las ‘estaciones pesadilla’ como su biblia de la movilidad

Dos señales de llamada. “Metro de Madrid, ¿dígame?”. “Por favor, ¿nos abre la puerta?”, pide Paul. Lúa se impacienta, hace calor y hay ruido. “Normalmente, siempre se ofrece alguien a ayudarte pero puedes encontrarte completamente abandonado si coincide que vas solo y que no hay personal en la estación,” asegura su madre.

Sin sillita, el trayecto desde los tornos al andén suele durar cinco minutos. Con ella, tardamos casi diez. El tiempo se echa encima en los tres tramos de escaleras que hay que pasar para llegar meta. “Son siete kilos de silla más los siete kilos de la niña… 14 kilos en total”, calcula Virginia. “Y esta estación no es de las peores”.

Virginia y Lua salen del metro.

Virginia y Lúa bajan del metro al llegar a Sol, en plena hora punta.

Al igual que Paul y Virginia, la mayoría de padres de la capital tienen el mapa de las ‘estaciones pesadilla’ como biblia de la movilidad. Esta guía marca el nivel de accesibilidad en todas las estaciones, dibujando una calavera donde entrar con un carrito es prácticamente una temeridad.

“Ahora empieza lo bueno”, bromean cuando llegamos a Sol. “Aquí tienes que saber el truco porque hay muchos ascensores y algunos paran solo en un andén. Si no, te quedas atrapado y te toca subir el carro por las escaleras”. Probamos a salir desde la línea 2. No hay ascensor directo. Primero hay que coger uno para la línea 3, recorrer el andén hasta el final, llamar a otro ascensor y subir al vestíbulo para utilizar un tercero que nos lleve, por fin, a la calle. “Dependiendo del andén, sales a la Calle Mayor o hacia Montera, pero no lo señalizan bien”.

El reparto de las ‘estaciones pesadilla’ depende de la antigüedad de las líneas. La línea 5, se abrió en 1986 y solo tiene ascensores en tres de cada diez paradas

El recorrido para salir de la estación nos lleva casi un cuarto de hora. Lúa ya se ha agobiado varias veces y han tenido que cogerla en brazos. Cuando llegamos a la última escalera, buscamos por dónde salir. Por suerte aparece otro padre y nos indica la mejor forma de llegar. Aunque no se conozcan, no pueden evitar echarse una mano. La frustración les une. “Es que es un lío, se supone que esto es accesible y nada tiene que ver. Hay un punto en el que si te equivocas de planta, te quedas atrapada”, se queja Virginia.

Acacias, a pulso

Marina reniega del carrito. Vive en el Paseo de la Esperanza y la estación más cercana, Acacias (línea 5), por no tener, no tiene ni escaleras mecánicas. “O vas con alguien que te ayude o esperas a que un alma caritativa te eche una mano”, cuenta mientras le da un biberón a su hijo Alejandro, de cinco meses.

Sin forma humana de bajar al andén, Marina y su marido han tenido que buscarse alternativas. Algunas veces caminan hasta Embajadores, donde sí hay ascensor, pero normalmente tiran de autobús, a pesar de que les lleve el doble de tiempo y los horarios sean más limitados. “Es una pena porque vivimos a cinco minutos en metro del centro y no podemos usarlo”.

En Acacias, en torno a un 4% de la población son niños de entre cero y cuatro años

Marina, con su hijo Alejandro en Acacias.

Marina posa con su hijo Alejandro a la entrada de la estación de Acacias, la más cercana a su casa, que carece de ascensores.

El reparto de las ‘estaciones pesadilla’ depende de la antigüedad de las líneas. Las del centro son las más viejas y eso influye de forma directa en la viabilidad para instalar un ascensor. Las líneas 11 (1998) y 12 (2003) no suponen grandes complicaciones porque fueron las últimas en inaugurarse. La línea 5, la de Marina, se abrió al público en 1968 y solo tiene ascensores en tres de cada diez paradas.

“Obviamente, al construir la línea la prioridad no era un carro de bebé o una silla. Sé que es imposible poner ascensor en todas las paradas, pero deberían mirar por lo menos donde hay más niños”. En Acacias, en torno a un 4% de la población son bebés de entre cero y cuatro años, una cifra muy cercana a la media del municipio madrileño (4,5%).

Barrios llenos de niños, pero aislados

En algunas zonas de Madrid, el ratio de niños de entre 0 y 4 años casi supera la media de la capital (4,5%). Sin embargo, muchos no tienen forma de entrar al metro en un radio de 500 metros.

17.0 - 10.0
10.0 - 8.0
8.0 - 6.0
6.0 - 5.0
5.0 - 4.0
4.0 - 3.0
3.0 - 0.0

Radio de 500 metros

Plaza de Castilla, cruce de destino incierto

Mónica se ajusta el fular en el que carga a Ruth. Tiene tan solo tres meses. Su hermano José Luis, de dos años, espera en el carrito. “Es la única manera, cuando no está mi madre, de manejarme con los dos. Y a veces ni eso”. Cuando quiere coger el metro tiene que desplazarse hasta Plaza Castilla, porque la que “le pilla a mano”, Valdeacederas, es tan insalvable como Tetuán, Estrecho y otras tantas que les siguen.

La madre de Mónica es indispensable si quiere ir en metro.

Mónica posa en Plaza Castilla junto a sus hijos y su madre, una ayuda indispensable si se quiere mover en metro con los dos pequeños.

“Mandaría narices que en una estación como esta, que es de las nuevas, no hubiese ascensores”, dice visiblemente enojada con el asunto. La gota que colma el vaso llega cuando intenta encontrarlos. “Mira, es la primera vez que busco los de la línea uno y aquí no hay ni una señal”.

El autobús, teniendo en cuenta la operativa para llevar sola a los dos pequeños, “tampoco es la mejor conexión”

Ir hasta el intercambiador suponen diez minutos más, por lo menos, en los desplazamientos. “Te acabas acostumbrando al bus, aunque puedas tardar mucho más”, comenta. “Ya no es el comienzo sino el final de trayecto, que igual no tienes a mano ascensor en varias paradas a la redonda. Moverse en metro es una lotería.”, remata.

Pero el mayor de sus problemas no es, ni mucho menos, cuando quiere acercarse a la Gran Vía. Los problemas de accesibilidad se sienten en su día a día. La guardería de su hijo mayor está en la zona de Barrio del Pilar. “Está en La Vaguada y la parada de metro no tiene ascensor. Y ahí también sorprende, porque con el centro comercial y tal, es una zona familiar”, remata. El autobús, teniendo en cuenta la operativa para llevar sola a los dos pequeños, “tampoco es la mejor conexión”. La solución: media hora a pie con carrito y fular todas las mañanas. “Es la opción que me queda. Por lo menos, así me ahorro, el gimnasio”, bromea.

Los ascensores fantasma

“Aquí cada vez que caen cuatro gotas, se estropea el ascensor”, dice Lorena, natural de Granada que lleva ya diez años en la capital, mientras se dirige a La Elipa donde, “sorpresa”, unos técnicos están arreglando la maquinaria.

Lorena y sus hijos, frente al ascensor roto de La Elipa.

Lorena posa con sus dos hijos delante del ascensor de la Elipa que, tras varias semanas fuera de servicio, es revisado por dos técnicos.

“Lleva semanas así. La opción que me queda a mano es Ciudad Lineal, pero también me lo he encontrado estropeado muchas veces al mismo tiempo. ¿Qué haces entonces? Pues depender de los demás”, se queja “Pero no siempre hay alguien disponible. Y no puedes estar viviendo de la caridad”, se queja, mientras cuenta que “alguna vez” le “han salido moratones” de cargar con el carrito de Marco, de 13 meses, con una mano y controlar a Javier, su niño de cinco, con otra.

Ella, que tiene dos niños, se ha generado sus propios trucos. “Al final mi chico se va fijando cuando pasa por ahí. Miro en Twitter y tal y me voy apañando para buscar las que tengan ascensor y ni eso me asegura nada, porque se averían demasiado. Bueno, luego está ya lo del turismo médico”.

“Al final vas buscando cita donde mejor te venga. Yo fui a La Paz hace poco y me supuso casi hora y media de más”

Grandes hospitales como el Ramón y Cajal, La Paz, La Princesa o Niño Jesús no tienen estaciones accesibles. “Pues entonces vas buscando cita donde mejor te venga. Yo fui a La Paz hace poco y me supuso casi hora y media de más entre ir desde Plaza Castilla y luego a Chamartín”, continúa Lorena. “Y ya no es solo padres con carrito o gente con sillas de ruedas. Es que es una persona con una muleta tampoco puede”, se queja.

Viajar con un carrito a los hospitales también supone toda una aventura para los nuevos padres

Estaciones con accesibilidad

Estaciones sin accesibilidad

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La estación de Begoña es toda una paradoja. Conecta dos hospitales punteros -La Paz y el Ramón y Cajal- y no tiene ni un solo ascensor.

Esta estación entra dentro del Plan de Accesibilidad que Metro de Madrid tiene que cumplir en 2020, pero no es de las prioritarias. Sí lo son, en cambio, Avenida de América, Alonso Martínez y Diego de León.

Hay otras doce estaciones cerca de hospitales, centros médicos y centros de especialidades que tampoco cuentan con un ascensor para acceder a ellas.

O’Donell, por ejemplo, conecta con el Hospital Beata María Ana, el Santa Cristina y el conocido Gregorio Marañón. Tampoco hay ascensores. La única forma de acceder es utilizando la escalera mecánica.

Respecto a la ausencia de paradas accesibles cercanas a estos centros sanitarios, desde Metro Madrid aseguran que estaciones como la de Begoña - que conecta La Paz y el Ramón y Cajal- está incluida dentro del Plan de Accesibilidad e Inclusión 2016-2020. Sin embargo, todavía no hay fecha concreta para la puesta en funcionamiento y la empresa municipal se limita a explicar "que en los próximos meses se iniciará el proceso de contratación de la obra".

Los responsables de la red defienden que con este plan pretenden conseguir que se pase de un 63% de estaciones accesibles a un 73%. "Actualmente, están en marcha obras para instalar otros 29 ascensores en Gran Via, Tribunal, Plaza Elíptica, Bilbao y Príncipe de Vergara", explican estas fuentes, que especifican que otros 13 ascensores ya en funcionamiento están en proceso de renovación.

Avenida de América o cómo confiar en los demás

Ana González ha decidido optar por el bus.

Ana González lleva más de cinco años viviendo en el barrio de Avenida de América. Suele moverse en coche y en autobús, a pesar de tener la estación cerca.

A pesar de que en los últimos años Metro de Madrid ha invertido más de un millón de euros anuales en proyectos concretos de ascensores dentro del Plan de Mejora del Servicio, las familias se preguntan qué criterio sigue la institución para instalar estas plataformas.

Ana, igual que Lorena, también ha sufrido el drama de acudir al pediatra y no tener una estación accesible cerca del hospital de turno. A ella le tocó subir “a pulso” el carro con su hija recién nacida “porque no quedaba otra“. Pero no ha sido la única. “Muchas veces no veo a nadie del personal de metro. Cuando tienes hijos todo se magnifica, es como cuando te rompes una pierna y ves todos los fallos que hay en la construcción de las ciudades”.

“Ya ni pienso en el ascensor. Entre que la gente no te deja pasar y que va lento, al final tardo menos bajando el carro a pulso por las escaleras”

Ana vive en la parada de Avenida de América, otra de esas estaciones malditas. Bien lo sabe ella, que lleva más de cinco años en el barrio. “Yo ya ni pienso en el ascensor. Entre que la gente no te deja pasar y que va lento, al final tardo menos bajando el carro a pulso por las escaleras mecánicas, aunque esté prohibido”.

Al entrar en la estación, nos damos cuenta de que el único ascensor que hay tan solo baja al vestíbulo de andenes del metro. ¿Y luego qué? “Luego a por las escaleras a probar suerte. A una amiga se le resbaló el carro intentando bajar una vez”, cuenta. “Ese es el problema. Que tienes que estar arriesgando continuamente”.

* Nota metodológica: para elaborar este reportaje, se han contabilizado las paradas según el plano oficial elaborado por Metro de Madrid. Esto quiere decir que las estaciones con más de una línea (por ejemplo, Cuatro Caminos, Chamartín o el Ramal Ópera-Príncipe Pío) se han contabilizado tantas veces como líneas tienen. No se han tenido en cuenta las líneas de Metro Ligero (que sumarían 302) debido a su baja demanda.