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José Luis Méndez, el banquero que se fue de rositas
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José Luis Méndez, el banquero que se fue de rositas

El director general de Caixa Galicia durante 30 años evita la cárcel pese a jubilarse con 18 millones de euros tras arruinar la entidad

Foto: José Luis Méndez López, en una foto de archivo. (EFE)
José Luis Méndez López, en una foto de archivo. (EFE)

Arruinó Caixa Galicia y arrastró con ella a Caixanova, el entramado completo de las cajas de ahorros de Galicia, y en su retiro ingresó en su cuenta 18 millones de euros de las rescatadas entidades financieras. Pero a diferencia de Julio Fernández Gayoso y otros excompañeros de viaje, José Luis Méndez ha evitado la persecución de la justicia y con ella la propia cárcel en la que ya duermen los demás protagonistas de la controvertida fusión. Más que un milagro, a Méndez le salvó la campana: en 2010, el mismo año que las dos cajas se unían en Novacaixagalicia, cumplía los 65 años que le permitieron acceder a su envidiable jubilación.

El Congreso de los Diputados aprobará previsiblemente esta semana la apertura de una comisión de investigación sobre el desastre de las cajas gallegas que costó a los españoles 2.500 millones de euros. Fue la de Caixa Galicia y Caixanova una fusión a martillazos, contra la que la segunda se resistió con uñas y dientes pero que acabó aceptando ante la presión que la Xunta ejerció sobre el Banco de España. Como declaró por escrito su expresidente Miguel Ángel Fernández Ordóñez ante una comisión similar en el Parlamento gallego, Alberto Núñez Feijóo ofreció una “rotunda negativa” a otras opciones “más seguras y menos deseadas”, que el presidente gallego se mostró dispuesto a “bloquear”. Todo ocurrió en medio de una tensión enorme entre el norte y el sur de Galicia, en la que nunca se puso boca arriba la carta fundamental: la extrema debilidad de Caixa Galicia, llamada por la Xunta a liderar la fusión.

Finalmente no hubo dominio de Caixa Galicia sobre Caixanova, pero la fusión se produjo y se llamó Novacaixagalicia. Se decidió una presidencia rotatoria, un reparto de sedes y un salomónico equilibrio en una caja fusionada de la que Méndez ya no fue partícipe. Cumplidos los 65 años, el Banco de España lo quitó de en medio con sus famosos 18 millones de jubilación justo antes de la boda forzosa. Gayoso, José Luis Pego y otros directivos de Caixanova se autoconcedieron generosos blindajes antes de satisfacer el empeño de Feijóo. Estaban escribiendo el primer capítulo de la historia de su caída en desgracia, la que los convirtió en los primeros banqueros españoles en la cárcel por el saqueo de las cajas.

Pero Méndez tampoco fue tacaño consigo mismo. Mientras jugaba a magnate del ladrillo, conduciendo al desastre a su rescatada Caixa Galicia, ingresaba anualmente un sueldo de 2,5 millones anuales. Y ha sido precisamente ese elevadísimo salario, rico en blindajes y privilegios, el que motivó su cuantioso retiro sin necesidad de modificar las condiciones de su jubilación, como sí ocurrió con los otros banqueros gallegos ahora en prisión.

La mayor parte del salario de Méndez era una retribución variable, que llegó a suponer casi el 150% sobre la parte fija. El otrora hijo predilecto de A Coruña –título retirado en 2013 por el Ayuntamiento– tenía derecho a cobrar como mínimo una retribución variable del 85%. En 2007, cuando la crisis comenzó a destapar la auténtica debilidad de la entidad, la caja modificó su contrato para rebajar la variable al 119% y la diferencia hasta el 145% se consolidó como fijo.

El finiquito de Méndez incluía una indemnización de más de 2,7 millones de euros, una cantidad que Novacaixagalicia llegó a negar que se hubiera abonado cuando en 2011 saltó la polémica de los millonarios retiros. Junto con su indemnización, la pensión bruta de jubilación alcanzó los 12,28 millones de euros, de los que más de ocho millones procedían del fondo de pensiones y 2,23 millones más de una póliza complementaria, según reveló en 2014 'La Opinión de A Coruña'.

La desastrosa gestión del durante 30 años máximo gestor de Caixa Galicia fue finalmente su tabla de salvación. El Banco de España no lo quería en Novacaixagalicia ni en pintura, por lo que decidió que la presidencia de la nueva caja rotara entre Gayoso y Mauro Varela, el presidente decorativo situado solo teóricamente por encima de José Luis Méndez. Aquella laminación se vistió con palabras de cortesía, como todo cuanto en aquellos años afectaba a la oligarquía de las cajas. Se retiró por sorpresa justo antes de la fusión, mientras Caixa Galicia aseguraba que Méndez, de forma generosa, había renunciado a la compensación a la que tenía derecho por no agotar la edad de jubilación para su cargo, de 70 años.

Chófer, guardaespaldas y secretaria

Al margen de su salario, el entonces reverenciado Méndez gozaba de no pocas prebendas. Además de chófer y dos guardaespaldas, disfrutaba de un blindaje durante cinco años en las cúpulas de las empresas participadas, con derecho a tres anualidades en caso de cese. Méndez contaba con secretaria, teléfono móvil, conexión informática y múltiples comodidades. Todo eso lo conservó después de su jubilación. Tenía a su disposición una casa en Madrid, y cuando allí residía contaba con cocinero propio y un segundo coche oficial. En el centro de A Coruña solo contaba con una residencia, pero es conocida la forma en que Caixa Galicia resolvió el problema que motivaban los ruidos que se generaban en ella. Acostumbrada como estaba a manejarse en el sector inmobiliario, la entidad compró las dos viviendas laterales y adiós problema.

Incluso retirado seguía Méndez disfrutando de las ventajas de su condición de consejero de las participadas con ingresos anuales de seis dígitos, hasta que Novacaixagalicia, ya con José María Castellano como presidente, le retiró los privilegios y lo apartó de los consejos. Continuaron durante un tiempo en la caja sus hijos Yago y José Luis, a los que reservó cargos de responsabilidad muy bien retribuidos y puestos en consejos de participadas. El menor, Yago Méndez Pascual, acabó en el consejo de Amper por designación de Enrique Bañuelos, el empresario que llevó al parqué a la inmobiliaria Astro, en lo que se interpretó como un pago de favores de Bañuelos a Méndez por el papel de Caixa Galicia en tan desastrosa operación.

Todo el prestigio del que gozaba Méndez se esfumó en cuanto se fue conociendo la generosidad con que se trató a sí mismo en la hora del retiro y la auténtica situación de Caixa Galicia. Pero Méndez tuvo la suerte, o el acierto, de concederse el blindaje antes de que la fusión fuera efectiva, y gracias a eso pudo leer cómo otros ingresaban en prisión mientras él tomaba el desayuno en su lujosa casa de Pontedeume. Porque como recordó la Audiencia Nacional cuando desestimó la denuncia por delitos societarios, administración desleal y apropiación indebida que un particular presentó contra él y sus hijos, “la mala gestión no es delito”.

Arruinó Caixa Galicia y arrastró con ella a Caixanova, el entramado completo de las cajas de ahorros de Galicia, y en su retiro ingresó en su cuenta 18 millones de euros de las rescatadas entidades financieras. Pero a diferencia de Julio Fernández Gayoso y otros excompañeros de viaje, José Luis Méndez ha evitado la persecución de la justicia y con ella la propia cárcel en la que ya duermen los demás protagonistas de la controvertida fusión. Más que un milagro, a Méndez le salvó la campana: en 2010, el mismo año que las dos cajas se unían en Novacaixagalicia, cumplía los 65 años que le permitieron acceder a su envidiable jubilación.

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