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Caballero contra Caballero: la guerra familiar que envenenó al socialismo gallego
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Caballero contra Caballero: la guerra familiar que envenenó al socialismo gallego

Claves del enfrentamiento entre el alcalde de Vigo y su sobrino, que enturbió la precampaña

Foto: Abel Caballero, presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias y alcalde de Vigo, el pasado 18 de junio en Santoña, Cantabria. (EFE)
Abel Caballero, presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias y alcalde de Vigo, el pasado 18 de junio en Santoña, Cantabria. (EFE)

Si un conflicto político sobresale entre todos los demás en el socialismo gallego, ese es el que estalló en precampaña por la configuración de la lista de Pontevedra entre el alcalde de Vigo, Abel Caballero, y su sobrino pero rival político Gonzalo Caballero. El caso llegó hasta Ferraz, que tomó partido por el menor de los Caballero para enojo de su tío, que consideró menospreciada su condición de alcalde más votado de las grandes ciudades españolas. Las claves políticas de ese enfrentamiento son las de dos simples competidores, pero su condición de familiares le imprime un halo de misterio que ni sus más allegados aciertan a descifrar con precisión.

Hubo un tiempo en que, más que un sobrino, Gonzalo era para Abel un ahijado político y hasta intelectual. “Llegó a ver en él el hijo que nunca tuvo”, describen algunos de los que conocen bien a ambos. Pero algo debió de ocurrir en determinado momento, a inicios de la pasada década, que los alejó irremediablemente. “Quizás nada en concreto, un simple choque de dos personalidades muy fuertes y en el fondo muy parecidas”, apuntan las mismas fuentes. En todo caso, las aspiraciones del sobrino fueron en aumento en la misma medida en que la tensión familiar crecía, hasta el punto de enfrentarse directamente por el control del partido en Vigo en dos listas distintas en el año 2008.

No fue la cima de su antagonismo, pero sí su confirmación, que hasta entonces pertenecía al ámbito de las conjeturas. Desde entonces, la hostilidad entre ambos no ha hecho sino aumentar, con el incidente de la lista de Pontevedra como capítulo más reciente, cuando Pedro Sánchez decide modificar la lista que le envía el PSOE provincial e incluye en el número 5 al pequeño de los Caballero. El alcalde lo vivió como un auténtico agravio. “Los que cambiaron las listas deben asumir las consecuencias”, se lanzó el regidor. “[Xoaquín Fernández] Leiceaga no tendrá mi silencio”, también advirtió.

La historia de Abel Caballero es bien conocida. Fue ministro de Transportes con Felipe González, diputado en el Congreso durante cinco legislaturas y fallido candidato a la Presidencia de la Xunta en 1997. Ese fracaso lo condenó al ostracismo político y le devolvió a la Universidad, para regresar en 2005 como presidente del Puerto de Vigo y, en 2007, como alcalde de la mayor ciudad gallega. Su sobrino es profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo. Como alumno, tanto en el colegio de los Jesuitas como en la facultad le recuerdan como “un estudiante fantástico de familia bien”. “Un cerebrito, igual que su tío”. Como él, combinó las dos vocaciones: la universitaria y la política. Y a medida que esta última se fue imponiendo a la primera, el distanciamiento personal se hizo insoportable.

Concejal muy poco tiempo

La única responsabilidad institucional de Gonzalo Caballero hasta la fecha se remonta al corto período entre 2006 y 2007, cuando la sucesión de dimisiones en el grupo municipal socialista le permitió tomar posesión de su acta de concejal. Una anécdota de la época le define: pese a su condición de recién llegado a un grupo de la oposición, el nuevo edil envió una carta a las fuerzas vivas de la ciudad con el objetivo de pedirles una entrevista. “Como si del nuevo alcalde se tratara”, recuerda con guasa un concejal de la época.

La vida orgánica del siempre agitado PSdeG es el hábitat natural de Gonzalo, al frente de sucesivos sectores críticos y minoritarios que en las últimas primarias le permitieron dar el salto a la lista de Pontevedra, mediante lo que el alcalde de Vigo denomina “el cambiazo”. Fue después de presentarse como tercera opción frente a Leiceaga y José Luis Méndez Romeu –al que apoyaba Abel–, para más tarde retirar su candidatura y sumarse al proyecto del primero.

La vida orgánica del siempre agitado PSdeG es el hábitat natural de Gonzalo Caballero, al frente de sucesivos sectores críticos y minoritarios

Es la de Abel y Gonzalo una enemistad tan encarnizada como cordial, con ataques y descalificaciones mutuos nunca protagonizados de forma directa, sino a través de terceros. Valga como ejemplo lo ocurrido en la campaña de las primarias, cuando fue el equipo de Gonzalo el que acusó al alcalde de presionar a los militantes para restarle avales. Abel pasó de puntillas sobre la candidatura de su familiar, del que dijo: “Es un gran militante de este partido, y además mi sobrino”. Pero al hablar de la imputación de presiones cambió el tono: “El que me apunte a mí acaba en los tribunales”. Un estrecho colaborador de Abel fue más lejos, al tachar al sobrino de “fantoche que difama, calumnia y miente”.

El 'factor Carmela Silva'

Cuando la rivalidad familiar se trasladó al congreso provincial que ganó Abel Caballero en 2012, el equipo del vencedor pidió a Gonzalo que diera “un paso atrás” por sus resultados “grotescos”. Pero la cosa empeoró meses después, cuando, en medio de una batalla del entonces líder de los socialistas gallegos, Pachi Vázquez, para que sus dirigentes no acumularan más de un cargo institucional, Gonzalo Caballero reclamó que se expedientara a la entonces concejal y diputada en el Congreso Carmela Silva, mano derecha de Abel Caballero, que se rebeló contra esa norma. El PSOE de Abel anunció un expediente a Gonzalo por sus “calumnias”, que en un comunicado se atribuían a un “odio personal”.

Es una enemistad tan encarnizada como cordial, con ataques y descalificaciones mutuos nunca de forma directa, sino a través de terceros

Ese suceso permite a un veterano militante del socialismo vigués situar a Carmela Silva, actual presidenta de la Diputación de Pontevedra, muy cerca de la clave del distanciamiento familiar. “A principios de la década pasada, cuando más alejado estaba de la política, Abel cambió de entorno. Pasó de un círculo de amistades formado por la aristocracia del empresariado vigués a frecuentar un grupo de personas entre las que estaba Carmela con un extracto social distinto, más humilde”, resume. “Quizás Gonzalo se vio destronado como príncipe heredero del bagaje político e intelectual de su tío, quizás lo consideró una traición a sus orígenes, pero lo cierto es que ahí se distanciaron, y los posteriores enfrentamientos entre Gonzalo y Carmela abonan esa teoría”.

Las derrotas en sucesivos congresos locales y provinciales no arredraron al sobrino del alcalde, que en 2009, cuando el PSOE acababa de perder la Xunta, se convirtió en la única alternativa a un Pachi Vázquez que llegaba de la mano del entonces todopoderoso José Blanco. Gonzalo Caballero no logró los avales necesarios para impulsar su candidatura a la secretaría general, pero se confirmó como el eterno crítico. Nadie le concedió demasiadas oportunidades cuando se apresuró a confirmarse como uno de los aspirantes en las primarias de mayo, pero su decisión de retirarse y apostar por el candidato ganador le terminó por garantizar un puesto de salida en las listas.

Pese a las amenazas que sucedieron al “cambiazo”, Abel ha moderado su anunciada retirada de la campaña y ya se ha dejado ver con Pedro Sánchez en los mítines. Si no hay debacle socialista, tendrá un sobrino en el Parlamento de Galicia y quién sabe si en la Xunta, lo que depararía no pocos nuevos capítulos a esta historia en la que muchos creen ver reminiscencias shakespearianas.

Si un conflicto político sobresale entre todos los demás en el socialismo gallego, ese es el que estalló en precampaña por la configuración de la lista de Pontevedra entre el alcalde de Vigo, Abel Caballero, y su sobrino pero rival político Gonzalo Caballero. El caso llegó hasta Ferraz, que tomó partido por el menor de los Caballero para enojo de su tío, que consideró menospreciada su condición de alcalde más votado de las grandes ciudades españolas. Las claves políticas de ese enfrentamiento son las de dos simples competidores, pero su condición de familiares le imprime un halo de misterio que ni sus más allegados aciertan a descifrar con precisión.

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