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Al Qaeda y España una década después

A primera hora del 11 de marzo de 2004 varías bombas estallaron simultáneamente causando un elevado número de víctimas en cuatro trenes cercanos.

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Si a primera hora del 11 de marzo de 2004 varías bombas hubieran explosionado simultáneamente y causando un elevado número de víctimas en cuatro trenes cercanos a la capital de Bélgica, la mayoría de los españoles –si no todos– habrían atribuido la acción a radicales islámicos.

Pero no fue así. Ni la localización de los atentados, ni la percepción colectiva de su autoría. Inicialmente hubo varios motivos para ello: el goteo de informaciones poco precisas, las primeras declaraciones de líderes políticos, la inercia cognitiva que llevaba a atribuir cualquier atentado a ETA (sobre todo en vísperas de elecciones) y, muy particularmente, el convencimiento de que Al Qaeda tenía poco que ver con España. Por desgracia, esto último distaba mucho de ser real.

Menos de un año antes, en mayo de 2003, un grupo yihadista había atentado contra la casa de España en Casablanca, causando la muerte de tres conciudadanos. En octubre de ese mismo año Osama Bin Laden amenazó explícitamente a nuestro país por el apoyo brindado a la Administración Bush en la guerra de Irak y, en diciembre, un documento yihadista difundido en el Global Islamic Media analizaba pormenorizadamente la política interna española y nos señalaba como el eslabón más débil de la coalición liderada por Estados Unidos.

Tres años antes

Aun así, un aspecto sorprendente de la trama del 11-M es que la decisión de atentar fue incluso anterior a los preparativos militares contra el régimen de Sadam Hussein. En el estudio más completo y fundamentado sobre la conspiración terrorista (Quién estuvo detrás del 11-M y por qué, Galaxia Gutenberg, 2014) el profesor Fernando Reinares cuenta como su origen se sitúa en Karachi (Pakistán) en diciembre de 2001. El responsable fue Amer Azizi, un marroquí casado con una española, que hasta hacía poco había residido en nuestro país.

Aquella mañana del 11 de marzo, la relación de Al Qaeda con nuestro país era mucho más seria de lo que la mayoría de españoles podían imaginar.

Azizi quería vengarse de la operación policial contra la red de Abu Dahdah, un grupo desarticulado en Madrid en noviembre de ese mismo año y del que Azizi era miembro destacado. Azizi también ocupaba un puesto relevante en la estructura de Al Qaeda Central. Desde esa posición en Pakistán estuvo en contacto con varios individuos en Madrid que, pese a orbitar en torno a Abu Dahdah, no habían sido detenidos por falta de pruebas y que dos años más tarde formarían el núcleo de la red que ejecutó los atentados.

A la venganza por la detención de sus antiguos compañeros, los yihadistas del 11-M unieron en ese momento el deseo de forzar la retirada española de Afganistán e Irak.

Por tanto, aquella mañana del 11 de marzo la relación de Al Qaeda con nuestro país era mucho más seria de lo que la mayoría de españoles podían imaginar. La cuestión es: ¿en qué situación se encuentra una década después? Para responder a esta pregunta conviene desagregar el problema.

El porvenir de Al Qaeda

Afortunadamente Al Qaeda Central es hoy una sombra de lo que fue en 2004. A ello han contribuido la muerte de Bin Laden, la detención de decenas de operativos en Europa y la campaña de ataques con drones contra los cuadros de Al Qaeda en las áreas tribales de Pakistán. Precisamente en una de esas acciones un drone norteamericano acabó con la vida de Amer Azizi. Murió en la madrugada del 1 de diciembre de 2005, junto a Hamza Rabia, jefe de operaciones externas de Al Qaeda.

De producirse un nuevo atentado terrorista en España lo más probable es que fuera obra de loboso solitarios, cuya escasa competencia disminuye su peligrosidad.

Otro grupo de interés para nuestro país es Al Qaeda en el Magreb. Desde que adoptó ese nombre en enero de 2007 la organización argelina ha incrementado sustancialmente el número de amenazas contra España, con menciones particulares a Ceuta y Melilla. Sin embargo, en el terreno de los hechos –y no de las palabras–, pese a contar con miembros en nuestro territorio, Al Qaeda en el Magreb no ha tratado de atentar en suelo español. Ello se debe muy probablemente a que su agenda real está centrada en la lucha en Argelia y en el Sahel (a día de hoy la situación en el sur de Libia es un polvorín). Y allí es donde representa un problema de seguridad más tangible.

Más insidiosa es la amenaza que plantean los pequeños grupos independientes y los ‘lobos solitarios’. Sin embargo, la escasa competencia de la mayor parte de ellos disminuye sensiblemente su peligrosidad. De producirse un nuevo atentado terrorista en España lo más probable es que fuera obra de este tipo de individuos. Pero, de suceder así, es muy posible que tuviera más semejanza con el asesinato de un soldado británico en mayo del año pasado en el distrito londinense de Woolwich (o con el tiroteo protagonizado por Mohamed Merah en Toulouse en marzo de 2012), que con la masacre de los trenes de Madrid.

Sin embargo, el panorama se tornaría mucho más grave si el Estado Islámico de Irak y el Levante (anteriormente Al Qaeda en Irak), ahora mismo centrado en la lucha en Siria, dirigiera su atención contra Europa. Varias decenas de individuos residentes en España han marchado a combatir a aquel país; y si a su regreso contasen, además de con la experiencia adquirida, con el apoyo brindado por dicha organización, el nivel de amenaza en España se elevaría considerablemente. Afortunadamente, todavía no es el caso y quizás este escenario nunca de materialice, pero conviene estar atentos a tal eventualidad.

*Javier Jordán es Profesor Titular de Ciencia Política y miembro del Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI).

Si a primera hora del 11 de marzo de 2004 varías bombas hubieran explosionado simultáneamente y causando un elevado número de víctimas en cuatro trenes cercanos a la capital de Bélgica, la mayoría de los españoles –si no todos– habrían atribuido la acción a radicales islámicos.

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