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Eduardo Zaplana, el ‘campeón’ que nunca ha dejado ni la política ni los negocios
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Eduardo Zaplana, el ‘campeón’ que nunca ha dejado ni la política ni los negocios

Desde que dejó la portavocía del PP, Zaplana se ha movido entre bambalinas en cenáculos políticos y empresariales. Cobra de Telefónica y de Logista y ejerce de conseguidor con su consultora

Foto: Eduardo Zaplana, Ana Botella e Ignacio González.
Eduardo Zaplana, Ana Botella e Ignacio González.

La vida está llena de paradojas. Eduardo Zaplana siempre ha sido un personaje que no ha dejado indiferente en su paso por la vida pública. Sin embargo, hasta ahora había salido indemne de la avalancha de procedimientos judiciales abiertos contra dirigentes populares por casos de corrupción. Ha tenido que ser un magistrado al que conoce muy bien el que finalmente ha metido su nombre en una lista de investigados.

[Actualización: Eduardo Zaplana, detenido por presunto blanqueo, malversación y prevaricación]

Eloy Velasco, juez de la Audiencia Nacional que instruye la Operación Lezo, fue director general de Justicia en el primer gobierno autonómico de Zaplana en la Generalitat en 1995. Permaneció en el puesto durante los casi ocho años siguientes y no regresó a la carrera judicial hasta que abandonó su aventura política por desavenencias con los afines a Francisco Camps, en guerra abierta con el exministro de Trabajo, que en 2002 había abandonado Valencia rumbo al segundo Consejo de Ministros de José María Aznar.

Eduardo Zaplana, investigado por el caso Lezo

El pasado sábado, tras conocerse que Velasco lo relaciona con operaciones de blanqueo de capitales presuntamente realizadas por el expresidente madrileño Ignacio González, Zaplana se apresuró a negar cualquier implicación en hechos delictivos. Pero no pudo esconder lo que era una evidencia, la estrecha relación que le unía con ‘Nacho’, con quien desayunaba a menudo en el Hotel Villa Magna o en las terrazas de la Puerta de Alcalá desde que el segundo se echó también a un lado de la política activa.

Ha sobrevivido al recambio en la presidencia de Telefónica por su amistad con Javier de Paz y porque ha hecho migas con Álvarez-Pallete

A partir de 2008, cuando se descabalgó del cargo de portavoz del PP en el Congreso tras haber perdido la confianza de Mariano Rajoy, Eduardo Zaplana pasó a un segundo plano mediático para dedicarse ‘full time’ a sus aficiones preferidas: la conspiración política entre bastidores y los negocios. Excelentemente relacionado, amigo de sus amigos e implacable con sus enemigos, tuvo que echar el freno en sus actividades hace más de un año para tratarse una leucemia, de la que todavía se está recuperando, y que le ha obligado a someterse a un trasplante de médula en el Hospital La Fe de Valencia.

placeholder Zaplana, con Ximo Puig en la Noche de la Economía de la Cámara de Alicante en junio de 2015. (EFE)
Zaplana, con Ximo Puig en la Noche de la Economía de la Cámara de Alicante en junio de 2015. (EFE)

Doctorado en puertas giratorias, fichó por Telefónica como adjunto a la secretaría técnica de la presidencia, donde ha recibido una retribución periódica que nunca se ha hecho pública. Ha tenido desde entonces despacho en la sede de Gran Vía de la cotizada, primero con César Alierta, y ahora, también, con José María Álvarez-Pallete, con quien ha compartido rutas de ‘running’ en compañía de su gran y verdadero valedor en la empresa, su amigo Javier de Paz. También es consejero independiente de Logista, la filial de la privatizada Altadis, donde percibe una retribución fija anual de 60.000 euros más dietas (86.000 euros el año pasado).

Ha pasado el peor año de su vida por una leucemia de la que aún se recupera y que le obligó a someterse a un trasplante de médula

El ‘campeón’, como lo describió Julio Iglesias cuando lo contrató en la Generalitat valenciana para promocionar por el mundo la Comunidad Valenciana a cambio de un jugoso contrato del que se beneficiaron sociedades radicadas en paraísos fiscales, se ha dedicado en los últimos años a los negocios y la ‘consultoría empresarial’ a través de su mercantil Decuria Consulting, con la que ha facturado más de dos millones de euros desde que la constituyó en junio de 2008 (los mejores ejercicios fueron 2012, 2013 y 2014, con más de 400.000 euros anuales de cifra de negocio). Las operaciones empresariales en las que Decuria ha participado no son públicas, pero en los cenáculos siempre se ha señalado a ‘Eduardo’ como buen lobista e intermediario en no pocos negocios. Uno de los que siempre rondó por su cabeza en sus tiempos de barón territorial y nunca llegó a ejecutarse fue la posible y multimillonaria fusión del Canal de Isabel II con Aguas de Valencia, previa privatización del primero, la operación soñada para cualquier conseguidor.

placeholder Zaplana, con Rubalcaba, con quien también mantiene amistad, en una conferencia del Club Siglo XXI. (EFE)
Zaplana, con Rubalcaba, con quien también mantiene amistad, en una conferencia del Club Siglo XXI. (EFE)

En junio de 2015, dejó la presidencia del Club Siglo XXI alegando “razones personales” sin haber logrado consolidarlo, quizás por falta de medios, como una verdadera plataforma de opinión e influencia en la vida pública española, aunque el puesto le sirvió para ampliar y consolidar su red de contactos, que alcanzan desde la Casa Real hasta los exzaplanistas que tratan de influir en la política valenciana a través de Ciudadanos en Alicante. Ese es Eduardo Zaplana.

El juez Eloy Velasco, que ahora va a investigar a Zaplana, fue director general de Justicia en sus gobiernos en la Generalitat valenciana

Su enfrentamiento a cara de perro con su fallido delfín Francisco Camps lo convirtió casi en un apestado en su propia tierra. Tras la dimisión del ‘president’ democristiano tras estallar la Gürtel y la causa de los trajes, Zaplana trató de recuperar influencia interna en su partido y no ha perdido la oportunidad de participar en cada acto al que le han invitado, convencido de que su gestión en la Comunidad Valenciana no ha sido nunca suficientemente valorada. Se deja ver periódicamente en la entrega de los Premios Jaime I invitado como expresidente y el pasado 28 de marzo se sentó en la mesa central del salón del Casino de Madrid en la gala anual de entrega del Premio Conexus, el ‘lobby’ que fomenta las relaciones empresariales entre la capital de España y la Comunidad Valenciana.

Ese afán por recuperar peso en Valencia y, sobre todo, saldar cuentas con Francisco Camps, explica el apoyo y asesoramiento constante que dio a su sucesor Alberto Fabra hasta que este perdió la Generalitat en mayo de 2015. En esto hasta recurrió al conseguidor de la Púnica, Alejandro de Pedro, como relevan los mensaje cruzados que figuran en la causa judicial, para que tratase de mejorar la imagen del también ‘expresident’.

Todas las esas gestiones las hizo de forma discreta. Nunca en público. No iba a actos de partido. No participaba en campañas electorales. Zaplana ha estado, y pretendía seguir estándolo, en el influitivo. La investigación abierta por el juez Eloy Velasco lo devuelve ahora al primer plano político-mediático, lo arroja a los focos de la actualidad, aunque muy probablemente no por las razones por las que que él hubiera querido.

La vida está llena de paradojas. Eduardo Zaplana siempre ha sido un personaje que no ha dejado indiferente en su paso por la vida pública. Sin embargo, hasta ahora había salido indemne de la avalancha de procedimientos judiciales abiertos contra dirigentes populares por casos de corrupción. Ha tenido que ser un magistrado al que conoce muy bien el que finalmente ha metido su nombre en una lista de investigados.

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