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Esta tarde votan independencia, por la noche habrá eclipse de luna
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Esta tarde votan independencia, por la noche habrá eclipse de luna

El día del parto en que España abre piernas y empuja para que le desgarre los bajos una cabeza que me recuerda a la de Pujol, no hay nada aparte de un yonki que rompa la rutina de guiris y palos selfi

Foto:  Colas de ciudadanos esperan su turno para votar en un colegio electoral de Barcelona. (EFE)
Colas de ciudadanos esperan su turno para votar en un colegio electoral de Barcelona. (EFE)

¿Quién ha dicho que la jornada electoral transcurre sin sobresaltos? Transcurre con taquicardias, que hoy no votan las cabezas, hoy votan los corazones con las aurículas y los ventrículos repartidos entre dos posiciones irreconciliables: el sí a la independencia de Cataluña y el sí a la permanencia en España. No es un sí contra un no, como habían dicho, sino dos síes indestructibles frente a frente. Se mire por donde se mire, el de hoy es un voto sentimental. Saldrá de las urnas un sufragio lírico, una decisión épica, y el escepticismo tendrá demasiados partidos en los que disolverse.

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Por todas partes llegan imágenes que significan democracia pero ponen en alerta a los demócratas: las masas se han movilizado desde primera hora de la mañana en todo el territorio catalán. Los que ayer decían que una alta participación significaría la muerte de las candidaturas independentistas, hoy están rezando para no comerse sus palabras. Nadie se sabe qué va a pasar. Un tipo me ha dicho en la calle que Oriol Junqueras consultó anoche a una adivina.

-¿Tienes pruebas de eso?

-Lo sé de buena tinta.

En fin... Incluiré el rumor porque hoy se oye la voz de las meigas por entre los coches que pasan. Es el ruido de la participación masiva, que puede mostrar al Moby Dick de la mayoría silenciosa del mismo modo que probar su inexistencia. Hoy quedarán retratados los fantasmas que arrastran sábanas de marca.

Los que ayer decían que una alta participación significaría la muerte de los independentistas, hoy están rezando para no comerse sus palabras

Por el centro de Barcelona voy de un colegio a otro como un pederasta en celo y casi me da pudor preguntar a la gente qué es lo que ha votado. Sin embargo hay unos que te lo dicen sin cortarse: Junts pel Sí, Junts pel Sí, Junts pel Sí. El independentista, hoy, es un votante que acusa al estado de coartar su libertad pero no tiene ningún miedo a dar la cara, no le asusta el ejército de antidisturbios que mandó ayer el Ministerio de Interior a Cataluña, no se sabe con qué motivo. Marc me coge del brazo y me dice que quiere que todo el mundo sepa que vota independencia, y es el mismo exhibicionismo que mostrará mañana Artur Mas con sus escaños.

Mi amigo, el poeta Álex Chico, ha votado en el Casal de Gracia. Dice que lleva acudiendo al mismo sitio toda su vida y que nunca lo ha visto tan lleno. Gracia es el bastión independentista de Barcelona con récord de esteladas en los balcones, y el poeta ilustra los ánimos del barrio con una anécdota: una mujer iba a introducir el voto y su hija se lo quitó de las manos. Quería meterlo ella. La madre le dice que espere, que lo harán las dos juntas, porque ese es “el vot de la meva vida”.

Nunca un eslogan de campaña tuvo tanto éxito. No puedo imaginarme a un votante del PP diciéndole a su hijo que “unidos ganamos” o a una familia del PSC votando mientras proclaman “por una Cataluña mejor en una España diferente”, y sin embargo los votantes de Junts pel Sí se muestran, a pie de urna, totalmente identificados con las consignas de este partido-quimera. Si los eslóganes de la campaña fueran letras de karaoke, hoy los indepes cantarían sin mirar a la pantalla.

En la plaza de Jaume I le pregunto a un guardia urbano si cree que esta noche bajarán la bandera española que ondea sobre la Generalitat. Me dice que su trabajo es evitarlo, que ojalá no le pongan en el brete. Enfrente está el Ayuntamiento, en cuyos balcones vimos una lucha grotesca de banderas durante la campaña, y ahora hay apostado en las puertas un yonki sin dientes que mueve en el aire una bandera de España y clama:

-¡Efpaña y Catafuña unidaf! ¡Efpaña y Catafuña eurofeaf!

Hace un día precioso. ¿Cómo era esa entrada del diario de Kafka? Ah, sí: “Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar”. Y aquí, hoy, en el día más señalado, en la efeméride del futuro, en el día del parto en que España abre las piernas y empuja para que le desgarre los bajos una cabeza que me recuerda a la de Pujol, no hay nada aparte del yonki que interrumpa la rutina de guiris y palos de selfi.

Si los eslóganes de la campaña fueran letras de karaoke, hoy los indepes cantarían sin mirar a la pantalla

El recuento de votos va a ser más emocionante que una final de Champions con el Barça y el Madrid frente a frente. María dice que ha votado a Iceta, Joaquín ha votado a Arrimadas, Pere a la CUP... Lo único seguro es que esta noche habrá un eclipse y la luna de sangre colgará sobre nuestras cabezas. Artur Mas quería hacer del 27S una jornada trascendente y esta victoria no se la puede quitar nadie.

¿Quién ha dicho que la jornada electoral transcurre sin sobresaltos? Transcurre con taquicardias, que hoy no votan las cabezas, hoy votan los corazones con las aurículas y los ventrículos repartidos entre dos posiciones irreconciliables: el sí a la independencia de Cataluña y el sí a la permanencia en España. No es un sí contra un no, como habían dicho, sino dos síes indestructibles frente a frente. Se mire por donde se mire, el de hoy es un voto sentimental. Saldrá de las urnas un sufragio lírico, una decisión épica, y el escepticismo tendrá demasiados partidos en los que disolverse.

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