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El Pacto por el Referéndum de Puigdemont consigue solo 150.000 firmas
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EL INDEPENDENTISMO NAUFRAGA

El Pacto por el Referéndum de Puigdemont consigue solo 150.000 firmas

Habría sido el digno disparo de salida a una gran campaña institucional y cívica, pero los cálculos del Gobierno catalán era que se deberían haber reunido 2,5 millones de firmas

Foto: Carles Puigdemont junto a Oriol Junqueras, en un acto organizado para solemnizar y escenificar el compromiso del gobierno catalán con el referéndum. (EFE)
Carles Puigdemont junto a Oriol Junqueras, en un acto organizado para solemnizar y escenificar el compromiso del gobierno catalán con el referéndum. (EFE)

El 'procés' se desinfla a pasos agigantados. El apoyo de las instituciones, de los partidos y de las instituciones cívicas son insuficientes para mantener el ritmo de movilización que requiere la gigantesca tarea de presionar para forzar un referéndum secesionista. Este viernes, el presidente, Carles Puigdemont, escenificó un acto colectivo del Govern para levantar el ánimo. Fue una firma colectiva en la que el Ejecutivo se compromete a “organizar, convocar y celebrar el referéndum”. Porque el desánimo se ha instalado también en el ejecutivo catalán: por eso, se obligó a todos los cargos políticos contratados a dedo en la Generalitat a que este viernes por la mañana se subiesen a una tarima tras el ‘president’ y los consejeros con el objetivo de escenificar una unidad que se escapa a borbotones por las costuras de las disidencias independentistas.

Puigdemont pretendía visualizar que entre su partido, el PDeCAT, y ERC no existen ya divergencias, a pesar de los rifirrafes de las últimas semanas, con peleas públicas de por medio. Que el ‘procés’ es un hecho consumado. Pero la foto del viernes no es más que un espejismo. Toda la oposición quiso ver en ella una forma de tapar las diferencias entre los socios de Gobierno. E incluso la CUP, el tercero en discordia, la mayoría parlamentaria independentista, se sumó al carro de las críticas, remarcando que la foto de Puigdemont era para tapar las peleas con su socio republicano y que todo es una escenificación.

El Pacto Nacional por el Referéndum, el organismo que Puigdemont pretendió impulsar desde el Gobierno hace aguas todavía

Pero no se trata sólo de fotos. El Pacto Nacional por el Referéndum, el organismo que Puigdemont pretendió impulsar desde el Gobierno (y al que sumó al Gobierno, a partidos, a sindicatos, a patronales, a entidades cívicas, a entidades culturales e incluso a entidades deportivas) hace más aguas todavía. Este pasado domingo, tenía que presentar un documento con millones de firmas de apoyo al referéndum. Habría sido el digno disparo de salida a una gran campaña institucional y cívica que debería rematarse con el referéndum independentista. Los cálculos del Gobierno catalán era que se deberían haber reunido 2,5 millones de firmas para presentar un manifiesto incendiario.

Pero la dura realidad es que se consiguieron solo 150.000 firmas, un auténtico fracaso, máxime cuando los independentistas sacan pecho asegurando que en un hipotético referéndum unilateral irían a votar más de 3 millones de catalanes, una cifra muy superior a los 2.250.000 que participaron en el 9N (la consulta del 9 de noviembre de 2014). Cuando en los primeros días de campaña se recogieron 25.000 firmas, Puigdemont se las prometía muy felices, pero el entusiasmo cayó en picado. Por si fuera poco, las últimas encuestas de la Generalitat apuntan a un descenso importante de los partidarios de la independencia, lo que evidencia que el suflé secesionista se desinfla a marchas forzadas.

Al problema de la falta de recursos para culminar una campaña masiva de recogida de apoyos que llegue a todos los rincones de Cataluña se suma otro hecho: la verificación de las propias firmas recogidas. Y no solo eso: su almacenamiento y gestión es otro problema añadido. Tanto la Asamblea Nacional Catalana (ANC) como Òmnium Cultural han sido multadas con cientos de miles de euros cada una de ellas por la vulneración de la ley de protección de datos al realizar encuestas y recoger firmas para la celebración del 9N. Y lo mismo le puede ocurrir al Pacto, que, para más inri, no puede garantizar unos resultados nítidos en la recogida de firmas. Entre otras cosas, porque su página web ha sido implementada con prisas y es fácilmente manipulable. En ella, se puede votar de forma múltiple, no se identifica la identidad real de quien accede o da su voto y no funciona el acuse de recibo, entre otras cuestiones. Y si elabora listados con firma personal, el propio Pacto se expone a elevadas multas de Protección de Datos, similares a las que ya han sufrido la ANC y Òmnium.

Foto: Una persona lleva una urna reivindicativa en la manifestación de apoyo al expresidente Artur Mas, la exvicepresidenta Joana Ortega, y la exconsellera Irene Rigau. (EFE)

Los trastos a la cabeza

Lo cierto es que las diferencias entre los distintos actores se están dejando notar con fuerza en los últimos tiempos. Y en el futuro inmediato, PDeCAT y ERC se distanciarán más en el Parlamento catalán, marcando perfil propio cada uno de los partidos, en una evidente precampaña electoral. De hecho, los dos partidos, aunque conforman un solo grupo parlamentario, ya tienen a sus propios equipos trabajando de modo que los temas a debate no son llevados por el grupo parlamentario, sino directamente por los partidos. Y ya no será extraño que puedan votar incluso diferente en las mociones presentadas.

Estas desavenencias en el seno de la familia soberanista se hacen también patentes a la hora de abordar las grandes campañas sobre el referéndum. Las fisuras se agrandan al observar cómo la Asamblea Nacional Catalana (ANC) se distancia no solo de los partidos políticos, sino incluso del Pacto Nacional por el Referéndum. La entidad que ha movilizado a millones de personas en los últimos años, por ejemplo, no ha tenido un papel protagonista en la recogida de firmas del Pacto, lo que es mal visto desde algunos sectores rupturistas. De hecho, la ANC va a la suya y se guarda para ella el papel de "guardiana de la revolución de las sonrisas". Y desde algunos sectores de la Asamblea no se duda incluso en criticar la poca efectividad de las campañas del Pacto.

¿Por qué este desinterés? En el Pacto, se integran multitud de asociaciones y entidades, algunas de las cuales son contrarias a vulnerar la ley para convocar el referéndum. Y eso no es aceptado desde determinados sectores independentistas, que consideran que se ha de romper la legalidad española y forzar una legalidad exclusivamente catalana. Y, en caso de que no se permita hacer un referéndum por cuestiones de fuerza mayor (por intervención de las instituciones catalanas), forzar la declaración unilateral de independencia desde el Parlamento catalán. Ante la tibieza de algunos partidos y asociaciones que integran el Pacto, pues, una mayoría independentista ha decidido seguir su hoja de ruta fuera de los parámetros dictados por un órgano al que consideran demasiado ‘blando’. Lo que está por ver en las próximas semanas es si la gran familia independentista puede aguantar el vértigo de la última fase del ‘procés’. Todo parece indicar que no existe un posicionamiento común del soberanismo y que Cataluña está abocada a unas elecciones anticipadas, al margen de que celebre una ‘performance secesionista’ en el mes de septiembre, materializada en una nueva consulta descafeinada.

El 'procés' se desinfla a pasos agigantados. El apoyo de las instituciones, de los partidos y de las instituciones cívicas son insuficientes para mantener el ritmo de movilización que requiere la gigantesca tarea de presionar para forzar un referéndum secesionista. Este viernes, el presidente, Carles Puigdemont, escenificó un acto colectivo del Govern para levantar el ánimo. Fue una firma colectiva en la que el Ejecutivo se compromete a “organizar, convocar y celebrar el referéndum”. Porque el desánimo se ha instalado también en el ejecutivo catalán: por eso, se obligó a todos los cargos políticos contratados a dedo en la Generalitat a que este viernes por la mañana se subiesen a una tarima tras el ‘president’ y los consejeros con el objetivo de escenificar una unidad que se escapa a borbotones por las costuras de las disidencias independentistas.

Catalán Carles Puigdemont
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