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El misterio de Vilopriu: 251 incendios y ningún sospechoso
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251 incendios desde 1994

El misterio de Vilopriu: 251 incendios y ningún sospechoso

Hace ya 22 años que se repiten los incendios intencionados en un pueblo donde todos se conocen. Las autoridades están absolutamente desconcertadas. "Nunca vimos algo así"

Foto: Bosque calcinado en Vilopriu (A.V)
Bosque calcinado en Vilopriu (A.V)

Nadie quiere hablar de fuego en el municipio con más incendios de España. En el término municipal de Vilopriu (Girona) la vegetación arde con tanta frecuencia que no hay camino comarcal por el que no hayan transitado alguna vez los bomberos. Las llamas son una de las señas de identidad del lugar pero no un tema de conversación fácil de abordar con los vecinos.

El silencio ayuda a explicar que se mantenga desde hace más de 20 años un misterio que ha vivido desconcertantes giros de guion. Y que tiene desesperados a los Agentes Rurales y a los Mossos d’Esquadra, incapaces de detener a un pirómano ("o unos pirómanos", como insisten en puntualizar).

La primera semana de agosto se celebraron las fiestas del pueblo. La velada del sábado, la última, transcurrió apaciblemente, sin excesos. Sonaron habaneras y música ‘chill-out’ en la noche fresca del Bajo Ampurdà, entre bosques de pinos y encinas. A las 2:30 ya no quedaba nadie en la calle.

A las 2:56, alguien prendió unas hierbas secas. En cuestión de minutos, la tramontana empujaba ya las llamas en línea recta hacia las elegantes masías que conforman el cogollo de piedra del municipio, la mayoría residencias de descanso de familias adineradas de Girona y Barcelona que cenan al fresco en patios donde unos días se escucha el silencio y otros música ligera.

Al filo de las cinco, los Mossos d’Esquadra pidieron que los vecinos se preparasen para el desalojo. Algunas familias esperaban ya con las maletas en la puerta cuando recibieron la orden de volver a casa. El viento había cambiado y Vilopriu regresaba a la cama oliendo a humo, con una muesca más en su estrepitoso historial de incendios. El número 251 desde 1994, año en el que se cree que empezó esta historia.

Ignasi Dalmases, jefe de los Agentes Rurales en Girona, lleva desde mediados de los años noventa metido en una novela de Agatha Christie ambientada en la Cataluña rural, una partida de Cluedo que nadie consigue resolver.

Sobre el tablero tiene a uno o varios pirómanos que actúan sin descanso (durante las cuatro estaciones del año) y que han provocado fuegos en prácticamente todos los terrenos cercanos al pueblo, dando forma a un extraño paisaje formado por parches de vegetación y carbón de todas las tonalidades de negro, marrón y verde. Y en el que conviven zonas abrasadas con árboles de diferentes tamaños y colores, dependiendo de cuándo ardieron por última vez.

El pueblo

Los investigadores creen que el autor (o autores) viven en el pueblo y se desplazan casi siempre a pie. Eso reduce el espectro a las 199 personas empadronadas en el término municipal, de las cuales un considerable porcentaje quedan descartadas porque solo están allí algunos días al año. “Nadie sabe quién es pero podrían caber todos en una casa”, resumen en Camallera, el pueblo de al lado, donde todo el mundo se presta a hablar del tema. El tabú se desvanece nada más atravesar la linde.

“Esto es algo que no me he encontrado nunca en toda mi vida. Hemos seguido infinidad de pistas que no conducen a ningún sitio. Le hemos dedicado tanto trabajo, tantas horas de nuestro tiempo, y continuamos sin saber qué está pasando, por qué va a peor, por qué provocan incendios que antes parecían pensados solo para asustar y ahora para hacer daño”, lamenta Dalmases.

Antes lo llamábamos "el típico incendio de Vilopriu": circunscrito a un área pequeña, controlado, diurno y sencillo de sofocar

Los incendios de Vilopriu tenían hasta 2013 algo parecido a una denominación de origen. "Lo decíamos así, mira el típico incendio de Vilopriu": circunscrito a un área pequeña, controlado, diurno y sencillo de sofocar. Hasta que de pronto cambió el patrón hace tres años. "Ahora muchos se provocan de madrugada y para hacer daño, cuando más viento sopla y cuando más dificil lo tenemos para sofocarlos".

Días y días recorriendo los caminos, interrogando a gente esquiva y estableciendo turnos de vigilancia no han servido para aclarar el enigma, ni han logrado parar el fuego. Durante un tiempo se intentó combatir el problema instalando un camión de bomberos en un alto, una unidad fija cuya misión era acudir a tiempo pero también vigilar y disuadir. “No sirvió de nada y los incendios se seguían produciendo, incluso a pocos kilómetros de donde estaba el camión”.

Horas y horas sobrevolando la comarca en helicóptero sin ningún resultado. “A veces nos pasábamos un buen rato dando vueltas y vueltas, sin ver absolutamente a nadie. Pero en cuanto aterrizábamos nos llamaban para decirnos que había empezado otro incendio. Nunca vimos a nadie, ni conseguimos pruebas concluyentes, como mucho una colilla. Es desesperante”.

Los sospechosos

En todos estos años, los Mossos solo han imputado a tres vecinos, con pruebas muy débiles. El último, Joan Portell, apodado "el Vilopriu', presenta el perfil del sospechoso perfecto. Es descrito por los investigadores como una persona huraña, "fumador y bebedor", que pasa días enteros perdido por el bosque y que es capaz de estar semanas enteras sin dar señales de vida. En Camallera se le describe con algo más de cariño, pero en términos parecidos: "Es un hombre muy básico, un amante de la naturaleza. A veces se viene a cazar con nostros y no ha hecho daño a nadie nunca".

En la primavera de 2014 fue detenido después de que se le viese saliendo de un camino donde se había desatado un incendio. Se encontraron colillas de Ducados, la misma marca que fuma él. Sin embargo, las pruebas de ADN dieron negativo y el juez consideró que no había "indicios que justifiquen la perpetración del delito que motivó la formalización de la causa". Siguendo la tradición, los bosques volvieron a arder mientras se encontraba detenido.

placeholder Joan Portell, apodado 'el Vilopriu'. (El Punt Avui)
Joan Portell, apodado 'el Vilopriu'. (El Punt Avui)

Antes de él se imputó al entonces juez de paz de la población, Joan Lluís Grau, a quien atribuyeron la autoría de unos mensajes anónimos amenazantes. "No sé nada de incendios, no tengo nada que decir. Habla con el alcalde", dice a El Confidencial asomado a la ventana de su masía, dando por zanjada la conversación.

También se imputó al que durante años fue el alcalde, a Pere Cos, un hombre taciturno y de malas pulgas, propenso a las amenazas, con cierta fama de cacique y quien entró en conflicto con las autoridades, llegando a acusar públicamente a los Mossos. "Venís de Girona y os tocáis los cojones hasta la hora de comer. Salís de la academia sabiendo mucha gimnasia y poca investigación", les dijo en persona una vez, lo que le costó una condena en un juicio de faltas.

Hay quien sostuvo durante años que Pere Cos era quien movía realmente los hilos de fuego, utilizándolo para amendrentar a quien se ponía en su camino. Pero en diciembre de 2012 encontraron su cadáver descompuesto en su casa, inerte desde hacía días y tan deteriorado que fueron necesarias las pruebas de ADN para identificar el cadáver. Para no contradecir la lógica del misterio, las llamas volvieron a aparecer mientras le practicaban la autopsia.

Las hipótesis

Una de las primeras hipótesis fue alimentada muy al principio por la propia gente del pueblo, que se referían con ambigüedad a “un tema de drogas”, algo que los Mossos no tardaron en descartar.

Después se barajó la posibilidad de que alguien quisiese ahuyentar a las prostitutas que poblaban las carreteras comarcales y que recibían a los clientes en camastros en el bosque, algunos de los cuales quedaron calcinados. “Pero las mujeres se fueron por la presión de los Mossos y seguía habiendo incendios”.

Más tarde empezó a rodar “la teoría de la biomasa”, según la cual se trataba de calcinar parches de bosque para talarlo, transformarlo en briquetas y exportarlo a Italia. “Es cierto que algunas empresas llegaron a talar incluso dos días después de apagar el fuego. Pero el negocio de la biomasa cayó, ahora apenas se vende, y siguen produciéndose”.

Se barajó la posibilidad de que alguien quisiese ahuyentar a las prostitutas que poblaban las carreteras comarcales

Luego se empezó a hablar de la recalificación de terreno para edificar y de un misterioso proyecto para crear un campo de golf... que nunca se construyó.

Entre las hipótesis concretas se filtra siempre una abstracta: que se trate de conflictos ancestrales entre familias que llevan siglos enfrentadas. "Aquí se conocen desde que nacieron y hay quien dice que queman para asustarse, para mandar mensajes que solo ellos saben descifrar. Es algo muy básico, irracional. Me enfado y quemo un trozo de bosque, pero queda entre nosotros, nada de implicar a la policía", dice un vecino de Barcelona que compró una masía hace décadas y pasa allí muchos fines de semana con su mujer.

“Es un pueblo donde no hay ni un bar, donde los que pasan aquí todo el año no se relacionan apenas entre ellos. No tienen donde discutir o decirse cosas a la cara. He ido a reuniones donde la gente acababa amenazándose de muerte, pero también es verdad que ahora la cosa está más tranquila porque muchos se han muerto o se han marchado”, explica otro de los vecinos de Barcelona.

El silencio

"¿Vas a Vilopriu a preguntar por los incendios? ¡Te van a quemar a ti!". La advertencia, verbalizada entre susurros en una pensión del pueblo de al lado (Camallera), nunca se llegó a materializar. Pero excepto "los de Barcelona" (los vecinos ocasionales) y la propietaria de una granja situada en una pedanía a quien quemaron unas balas de alimentos para animales hace años, nadie quiso hablar para este reportaje. Algunos fingieron una prisa poco creíble en medio de la parsimonia de una tarde de agosto. Otros se disculparon amablemente y cerraron las puertas de sus casas.

Ante las negativas del alcalde Vilopriu, de Pere Pulido, optamos por hablar con el de Camallera, Esteve Girones, que nos recibe sonriente en el Ayuntamiento. "Nadie sabe qué pasa con los incendios, pero tenemos un problema enquistado que también nos salpica a nosotros. Además del daño y el miedo nos quedamos constantemente sin agua y tenemos que pagar para traer más. Es un desembolso importante también para nosotros".

"Está claro", continúa, "que hay varios pirómanos o uno muy viejo, pero no tengo ni idea de quién puede ser ni por qué lo hace. ¿Un psicópata? Hay gente de Camallera que ni se acerca por los bosques porque tienen miedo a que los Agentes Rurales les identifiquen y les acusen de ser los pirómanos. También preocupa que al final acabe muriendo algún vecino. Si esto sigue así, antes o después puede pasar".

Los anónimos

El caso de Vilopriu ha pasado por etapas desconcertantes. Durante algún tiempo, la Guardia Rural encontró cables y cuerdas atadas a los árboles en los caminos comarcales, instaladas a la altura del cuello para 'descabalgar' a quien transitase por allí en moto o bicicleta. Hubo algún herido e incluso se valoró abrir una línea de investigación para vincularlo con los incendios... hasta que dejaron de aparecer.

Quizá los episodios más surrealistas sean los relacionados a los mensajes anónimos enviados a la redacción del diario 'El Punt Avui'. "Nos llegaban por carta, mecanografiados, sin remitente, en castellano y con muchas faltas de ortografía. Es dificil tomarse en serio el contenido, pero se refieren de la gente del pueblo con familiaridad", explica la periodista Tura Soler, una de las reporteras que más ha seguido el caso.

El autor de los anónimos se presentaba como una "Dama" que firma con la inicial R. y se atribuye la autoría de los fuegos, asegurando que dos personas le pagaban por ello y por otras cosas: por ejemplo, por intentar seducir a Joan Lluís Grau para, después, acusarle de violación. "Me pagaron mil euros por dejarme follar y luego denunciarle por violación. Me presenté allí con una excusa preparada y con pantalón ceñido y blusa muy transparente y sin sujetador. ¡Cómo miraba mis tetas el muy cabrón! Le invité a follar pero me dijo que estaba casado".

Buena parte de la profusa y retorcida prosa de los anónimos se dedica a a observaciones eróticas sobre vecinos del pueblo, en las que con frecuencia aparecen todos los sospechosos. "¡Ay Miguel! Como pudiste dejar de aprovechar aquella ocasión cuando te lo propuse en el campo. ¡Cómo envidio a tu mujer que puede despertar a tu lado cada mañana!".

En un bar de Camallera la conversación deriva otra vez hacia el fuego. "También se queman bosques en Portugal y no pasa nada. No es para tanto. Quizá en Vilopriu se quema un poco más de lo normal. Pero no tenemos problemas con ellos. Son buenos vecinos".

Nadie quiere hablar de fuego en el municipio con más incendios de España. En el término municipal de Vilopriu (Girona) la vegetación arde con tanta frecuencia que no hay camino comarcal por el que no hayan transitado alguna vez los bomberos. Las llamas son una de las señas de identidad del lugar pero no un tema de conversación fácil de abordar con los vecinos.

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