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Los “cupaires”, atrapados en el dilema de “la patria o la clase”
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La fuerza centrífuga del “procés” va más allá de los partidos

Los “cupaires”, atrapados en el dilema de “la patria o la clase”

El consejo político de la CUP parece haber sentenciado a Artur Mas. Ante la disyuntiva, sus miembros hicieron lo mismo que el convergente de la vieja guardia: escoger la clase ante que la patria

Foto: Antonio Baños, ayer, accediendo al Consejo PolÍtico de la CUP. (EFE)
Antonio Baños, ayer, accediendo al Consejo PolÍtico de la CUP. (EFE)

“En momentos de crisis cualquier político ha de escoger entre la patria y la clase”. La frase es de un exalto cargo de CiU, ahora retirado a su cuarteles de invierno. La pronunció en los tiempos en que evitaba acudir a las multitudinarias y festivas protestas de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC). Y entonces remataba la sentencia: “Y yo he escogido la clase”. La cita servía para entonces y sirve para hoy, cuando el consejo político de la CUP parece haber sentenciado a Artur Mas. Ante la disyuntiva, los 68 miembros de la CUP hicieron lo mismo que el convergente de la vieja guardia: han escogido la clase.

Cuando la ANC situó en el disparadero a toda la política catalana y Artur Mas se subió al carro del movimiento independentista, el dilema “o patria o clase” ya se puso de forma implícita sobre la mesa. No es casual que los empresarios catalanes del Ibex-35 o la patronal Fomento del Trabajo no mostrasen entusiasmo alguno por lo que se denominó el “procés”. Si Artur Mas, uno de los suyos, tan suyo que residía en la muy burguesa calle Tuset, escogía la patria, era su problema, no el de ellos.

La dicotomía “o clase o patria” provocó estragos en los partidos políticos para regocijo de la opinión pública catalana, en especial de los intelectuales y periodistas jaleadores del “procés”. La primera víctima fue el PSC. Antes Pere Navarro y después Miquel Iceta, escogieron la clase. Lo mismo que luego hizo Josep Antoni Duran i Lleida (Unió) aunque la alternativa ha dejado a su formación al borde de la irrelevancia.

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CDC, el partido burgués por excelencia, escogió “patria”. La decisión fue tan devastadora como para socialistas o demócratacristianos. Sólo el contorsionismo político de Mas ha permitido enmascararlo hasta ahora. CDC, un partido cuyo poder es de base netamente autonómica, ha obtenido 62 diputados, pero a través de Junts pel Sí, un artefacto de vida breve. En la práctica sólo hay 29 diputados convergentes, menos de la mitad de los que tenía CDC hace cinco años.

Unas elecciones en el peor momento

El portazo de la CUP pilla a CDC en el peor momento. Minada su imagen por la corrupción, con la refundación a Democràcia i Llibertat a medio camino, Artur Mas ha de afrontar unas perspectivas electorales muy malas. Los pésimos resultados convergentes el 20-D no auguran nada bueno. Todo lo contrario que a Oriol Junqueras: el líder de ERC se presentará a las nuevas autonómica como él único que no ha de afrontar la fatídica disyuntiva.

A Mas le ha salido todo mal. Los medios públicos catalanes y los que estaban posicionados a favor del independentismo dieron alas a la CUP para debilitar a Junqueras por la izquierda. Ahora esos mismos 'cupaires' en la reunión de ayer han dado la estocada a Artur Mas. Fuentes conocedoras del debate en el Consejo Político explican que fue el sector de trotskistas de la CUP el que rompió el empate. La clase se impuso a la patria, los principios ideológicos a los nacionales.

Se puede hablar de otra crisis a la vista. Es muy dudoso que la CUP sobreviva como se la ha conocido hasta ahora. Después de que personajes como Carles Sastre -exmiembro de la organización terrorista Terra Lliure y condenado por asesinato- hayan abogado por investir a Artur Mas con el beneplácito de los medios públicos de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, es muy posible que los considerados como expresos políticos y antiguos miembros de la MDT dejen la agrupación donde líderes con mucho menos pedigrí histórico como Anna Gabriel están demostrando tener mucho más peso.

Consecuencias fuera de los partidos

La onda expansiva de lo que pasó ayer alcanzará más allá de los partidos, en el entorno intelectual y social que ha apoyado la movilización independentista. La propia ANC, el motor del proceso, sale muy tocada. Artur Mas optó por instrumentalizarla colocando a Jordi Sánchez, un político que incluso había sido miembro del consejo de administración de TV3, al frente de la misma. Al mismo tiempo, Carme Forcadell, el principal activo de la ANC ha quedado anulada al convertirse en quien casi seguro será la presidenta de la legislatura más breve de este Parlament. De icono “indepe” a prejubilada como expresidenta, una estrella que brilló mucho y se apagó pronto. Igual de rápido que se precipitaron los diputados catalanes en calificar de simbólica la proclamación de desconexión del Parlament que fue anulada por el Tribunal Constitucional.

La ANC se ha convertido en otra víctima colateral del “procés“: ha perdido todo su sentido y Carme Forcadell ha quedado neutralizada

El que la ANC no haya podido doblegar a la CUP demuestra que ha perdido su sentido en el “procés”. Y la huelga de hambre de 24 horas que han protagonizado algunos miembros de su secretariado para presionar a la CUP y que obligó a la propia ANC a desmarcarse en un comunicado ante la mofa provocada entre los propios sectores independentistas es el último síntoma del fin de una era. Igual que la última movilización que convocó la ANC ante el Parlament, la del pasado 13 de noviembre, y que se saldó con un fracaso: otra prueba de que el intervencionismo de Mas ha sido letal para la organización.

Los intelectuales catalanes también están virando. Josep Ramoneda, que tanto sorprendió a todos hace un lustro al posicionarse al favor del independentismo ha sido el primero en recolocarse. No será el único. Los Cardús, Raholas, Marc-Alvaros y compañía no tardarán en sumarse a la tesis de la alcaldesa Ada Colau y el resto de 'podemitas' catalanes: que es más factible un muy difícil referéndum pactado que una independencia con sólo el 48% de los votos que se obtuvieron en las últimas autonómicas y un nulo apoyo internacional.

En Cataluña los que escogieron patria han acabado pagando un precio incluso mucho mayor que los que escogieron clase. El mapa político catalán ha volado en pedazos y habrá que construir sobre los restos del naufragio. Artur Mas vendió a sus huestes un viaje a Ítaca, pero la cosa a día de hoy se asemeja más bien a la serie de televisión 'Lost': demasiado larga y, encima, nadie ha entendido el final.

“En momentos de crisis cualquier político ha de escoger entre la patria y la clase”. La frase es de un exalto cargo de CiU, ahora retirado a su cuarteles de invierno. La pronunció en los tiempos en que evitaba acudir a las multitudinarias y festivas protestas de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC). Y entonces remataba la sentencia: “Y yo he escogido la clase”. La cita servía para entonces y sirve para hoy, cuando el consejo político de la CUP parece haber sentenciado a Artur Mas. Ante la disyuntiva, los 68 miembros de la CUP hicieron lo mismo que el convergente de la vieja guardia: han escogido la clase.

Artur Mas Oriol Junqueras Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) PSC
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