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Del 'shock' a la pena: así fueron las 24 horas más tristes de Susana Díaz
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Del 'shock' a la pena: así fueron las 24 horas más tristes de Susana Díaz

Pasó la noche con sus colaboradores en un hotel cercano a Ferraz. Reinaron la conmoción y la pena. Decidieron convocar el congreso andaluz. El lunes ya almorzó con sus líderes

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (EFE)

Aún no son las 11 de la noche. Falta un cuarto de hora para que Susana Díaz dé la cara tras una estrepitosa derrota. En el pasillo, camino de su comparecencia de prensa, en una sala que es una sauna, la presidenta de la Junta recibe cariños, saludos y pésames. La mujer de Patxi López, Begoña Gil, se acerca a ella cómplice, la abraza y le da ánimos con un mensaje al oído. Ella los agradece y, de repente, se vuelve y mientras agita las manos hacia abajo la llama al orden: "Tranquila, tranquila". Ha perdido la sonrisa. El rostro demudado.

No la recuperará en ningún momento de la comparecencia. Está acartonada y su cara habla más allá de sus palabras. La secretaria general del PSOE de Sevilla, Verónica Pérez, a quien le costará años quitarse el sobrenombre de 'única autoridad', a su lado, la mira fija dándole ánimos. Con ella, otra íntima, la diputada Carmen Cuello. Ambas han viajado en coche con otro de sus amigos, el consejero de Turismo, Javier Fernández, porque todos los AVE estaban completos. El socialista madrileño Antonio Miguel Carmona tiene la mirada perdida, da vértigo pensar qué se le pasa por la cabeza. Detrás del todo, Máximo Díaz-Cano escudriña los rostros de los periodistas mientras ella habla. Su número dos en el PSOE andaluz, Juan Cornejo, mira al infinito con el rostro apenado; detrás, el senador gaditano Francisco Menacho.


Díaz eludió felicitar al ganador por su nombre y después levemente rozó la mano de Pedro Sánchez en una foto de familia que había tratado de evitar y que los suyos le recomendaron hacer. Salió a la orden de "venga, vámonos" a algunos miembros de su equipo. Huía. "No olvidéis que son humanos. Se equivocó por no mencionar a Pedro por su nombre y lo supo. Pero es humana", pidió comprensión uno de sus colaboradores. Poco después, antes de que el ganador se dirigiera a la militancia en la sala Ramón Rubial y de que saliera al balcón, Díaz abandonó Ferraz en coche entre los abucheos de algunos militantes.


A las ocho pitaron las alarmas

A las ocho de la tarde todavía la presidenta de Andalucía no presagiaba ninguna derrota. Es más, aún creía que, aunque esto de las primarias no había sido un paseo militar ni mucho menos, iba a ganar por la mínima a un Pedro Sánchez que políticamente considera que no le llega ni a la suela de los zapatos. Solo una parte del partido, la más pegada al portavoz de la gestora, Mario Jiménez, admitía que podía pasar cualquier cosa y temía lo que iba a ocurrir. Comenzaron las alarmas media hora más tarde. El portavoz del Gobierno, Miguel Ángel Vázquez, que conversaba en la calle con los periodistas, recibe una llamada: "Sí, Juan, dime. Sí. Voy". Empezaron las malas vibraciones. Los datos no cuadraban.


A las nueve de la noche se activa el modo pánico en la sala donde está Susana Díaz con sus habituales. De su familia ha venido su esposo, José María Moriche. El resto son colaboradores habituales, compañeros del PSOE andaluz y sevillano y algunos de sus 'embajadores' en Madrid. Los teléfonos empiezan a echar humo.

Susana Díaz sabe leer los datos mejor que nadie. El 30% de Pedro Sánchez en Andalucía frente a su 10% en Cataluña cantó la derrota. Conforme avanzaba el escrutinio, la cosa empeoraba. Aunque estaba ahí, costó asimilarla. Aún el lunes estaba en plena digestión. Elena Valenciano o Juan Segovia, y el líder de Juventudes, Nino Torre, se sumaron después con los andaluces a tomar algo al hotel, cercano a Ferraz, donde la presidenta de la Junta montó su cuartel general. Muchos de los que compartieron allí charlas, confesiones y apoyo mutuo admiten que fue una de las noches más complicadas de su carrera política. Básicamente, se lamieron las heridas y fueron enfriando ánimos. Hubo lágrimas y rabia contenida.

Susana Díaz sabe leer los datos mejor que nadie. El 30% de Pedro Sánchez en Andalucía frente a su 10% en Cataluña cantó la derrota

En ese hotel comenzaron a asimilar la envergadura de lo ocurrido. La noche fue larga. No había prisas. La mayoría de sus colaboradores se van marchando y muchos cogerán el AVE temprano. Ya está decidido que Juan Cornejo va a despejar en rueda de prensa en San Vicente que el congreso regional se celebre a finales de julio. Él coge el tren a las nueve de la mañana. Susana Díaz no va a madrugar. Se merece no ir a la carrera después de 30 días sin un minuto de descanso.

A las dos y media se baja del AVE en Sevilla. La esperan cámaras de La Sexta, TVE y Telecinco. Lleva vaqueros, camisa verde y le ha cambiado la cara. Va sola conversando con su portavoz entre la gente y su escolta discreta a pocos pasos. Una señora la coge del brazo y ella le va explicando. No solo se paró con la prensa, es que lo hizo sin prisas. Quiso ser agradable. Sonrió. Nombró a "Pedro" por su nombre cinco veces en pocos minutos. Tenía que corregir la imagen que brindó la noche antes en Ferraz. Insistió en arrimar el hombro, en trasladar normalidad, en ponerse a disposición de su secretario general, "Pedro", repite.

Susana Díaz: “Ahora lo que hay que hacer es apoyar a Pedro y arrimar el hombro”

Con él no habló el lunes. Lo había hecho el domingo al filo de las nueve y media de la noche en una conversación privada y breve desde su móvil al de Sánchez. No le comunicó la fecha del congreso del PSOE andaluz. Tampoco, entienden los suyos, es que tuviera que hacerlo, porque se va a celebrar a finales de julio, dentro de los plazos ordinarios que marcan los estatutos. Si hubiera sido ella la vencedora, lo habría aplazado a septiembre para seguir ganando tiempo para planificar su sucesión. Ahora tiene que cambiar el chip. Remontar la agenda institucional.

Tras bajarse del AVE, no fue a casa. Ni a su despacho de San Telmo. Tenía otra reunión de trabajo que se alargará hasta pasadas las seis de la tarde. Ha convocado a un almuerzo a los ocho secretarios provinciales del PSOE andaluz. Recibió apoyos. No hubo críticas. Quedan pocos días para elegir a los delegados que irán al congreso federal del PSOE en los llamados 'congresillos' provinciales y semanas para el congreso regional. Los de Sánchez se sienten molestos. El alcalde de Dos Hermanas, Quico Toscano, consideró que es de "mal perdedor" e "infantil" convocar ese cónclave andaluz para no dar tiempo a los críticos a lanzar una candidatura alternativa. Ya hay nombres que circulan sobre la mesa. Pero es todo muy primario.

El discurso de todos los colaboradores más estrechos de Díaz deja poco margen a que la batalla interna continúe. El mensaje es que ella ha enterrado el hacha de guerra. Se repliega en Andalucía. Va a reforzar su Gobierno, posiblemente abriendo una crisis que no anunciará a nadie para tratar de dinamizar su gestión. Su objetivo es mantener el control del PSOE andaluz y hacer que su labor en la Junta le luzca más para que no haya peligro de perder Andalucía en las próximas elecciones. Ya ha encajado la derrota más dura de su vida política. Perder el bastión andaluz tras 40 años de gobiernos socialistas no puede ocurrir. Pero hay dolor y una relación con Pedro Sánchez muy complicada. Están pendientes de sus pasos. Confían en que de verdad haya "un nuevo Pedro". Todavía es pronto para escribir el final. Digieren lo que ha ocurrido.

Aún no son las 11 de la noche. Falta un cuarto de hora para que Susana Díaz dé la cara tras una estrepitosa derrota. En el pasillo, camino de su comparecencia de prensa, en una sala que es una sauna, la presidenta de la Junta recibe cariños, saludos y pésames. La mujer de Patxi López, Begoña Gil, se acerca a ella cómplice, la abraza y le da ánimos con un mensaje al oído. Ella los agradece y, de repente, se vuelve y mientras agita las manos hacia abajo la llama al orden: "Tranquila, tranquila". Ha perdido la sonrisa. El rostro demudado.

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