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Las últimas vecinas de la calle Larios
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en agosto de 2016 cumplió 125 años

Las últimas vecinas de la calle Larios

Así viven Remedios, María y Maruja: tres veteranas residentes de la 'Gran Vía' de Málaga, una de las calles más caras de España, repleta de franquicias, y singular por su arquitectura

Foto: Juanita Molina en la calle Larios. (Foto: Agustín Rivera)
Juanita Molina en la calle Larios. (Foto: Agustín Rivera)

Pasear por la calle Marqués de Larios de Málaga siempre ha sido uno de los pasatiempos favoritos de los que residen en esta ciudad feliz. Cuando en 2002 se peatonalizó, tras un inicial rechazo de los comerciantes, también se convirtió en atracción indispensable de los turistas. Ahora se hacen ‘selfies’ para mostrar la decoración y luces de Navidad, de las más lujosas del país y reclamo comercial, reconvertidas estos días en la luminaria del Carnaval.

[Álbum: los habitantes más emblemáticos de la calle Larios]

La calle Larios es una de las más caras de España; la que más si se exceptúan las de Madrid y Barcelona. Y los visitantes que compran en tiendas de ‘souvernirs’ se juntan cada mañana en un ecosistema urbano de lo más variopinto con loteros, directivos, estudiantes de Erasmus, abogados, jubilados, médicos y notarios que miran hacia arriba de los nobles edificios simétricos, todos con las esquinas curvas diseñadas por Eduardo Strachan. Este es el salón de baile (originalmente su pavimento fue de madera) de una de las urbes europeas, con ADN mediterráneo, de mayor calidad de vida.

En la calle Larios, que cumplió el pasado mes de agosto 125 años, viven muy pocas personas. Y no se trata de una versión andaluza del creciente fenómeno de la gentrificación que se palpita en Madrid. Desde hace 20 años la calle principal de Málaga, de 350 metros, considerada una de las más bellas de Europa, empezó a despoblarse al mismo tiempo que los negocios tradicionales cerraban para dar cabida a franquicias de Inditex y Cortefiel como las que te puedes encontrar en cualquier ciudad. Antes fueron los bancos. Hoy apenas quedan dos al principio de la calle. Y atrás quedaron 'boutiques' de firma y otros negocios condenados por el decreto Boyer que ponía fin a los alquileres de renta antigua.

Herederos de grandes almacenes como los Gómez Raggio o el de un comercio especializado en pieles, artículos de viaje y complemento como Martín Sáenz (en el número 2) y la tercera generación de la familia Quesada que es propietaria del hotel Room Mate Larios (antiguo hotel Larios, antecesor del hotel Niza) y de otros cuatro inmuebles en la calle conversan con El Confidencial. Dialogan sobre la evolución de Larios, que ha cabalgado ya entre tres siglos. Primero hablamos con ellos. Luego serán ellas, tres mujeres, tres viudas rebosantes de vida, las que cuenten cómo es residir en una calle sobreexpuesta por la Semana Santa, la Feria, el Festival de Cine, los desfiles de moda y las manifestaciones, claro.

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Calle Larios (Málaga)

El abogado José Agustín Gómez Raggio es uno de los hijos que tuvo el matrimonio Carlos Gómez Raggio y Lola Carrera, que fue archivera de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga. En diciembre de 2016 los Gómez Raggio vendieron los 4.000 metros cuadrados construidos del número 10 de calle Larios al grupo Zanón. Allí llegaron a estar los grandes almacenes de su familia, que al igual que los Larios eran oriundos de la comarca de Tierra de Cameros (La Rioja). En el patio del edificio se embotellaba el vino, que venía en barrica. Todavía hay techos con dibujos de la época que recuerdan su elaboración casera.

Carlos Gómez Raggio, el padre de José Agustín, que llegó a ser teniente de alcalde del Ayuntamiento de Málaga, presidente del Real Club Mediterráneo (el club náutico más antiguo de España, fundado en 1873) y hermano mayor de la Archicofradía del Paso y la Esperanza, llegó a vivir en el número 10. El abuelo de José Agustín compró al marqués de Guadiaro la manzana entera. Fue a principios del siglo XX y costó un millón de pesetas. Un fortunón de la época. Cuando Carlos y su hermano adquirieron el inmueble se encontraron con la negativa de amigos que le decían que cómo iban a dejar el floreciente negocio de Gómez Hermanos en la calle Nueva para instalarse en Marqués de Larios.

- ¿Estáis locos? No es una calle comercial. ¡Va a ser vuestra ruina!

Primero se instaló la tienda Gómez Mercado y luego los almacenes Gómez Raggio en 1946. Cerraron el negocio en 1980 por la competencia de El Corte Inglés, que había abierto en Málaga apenas un año antes.

“Mi padre nunca quiso vender el edificio. Cuando cumplió 90 años admitió que era inevitable teniendo en cuenta que éramos muchos hijos y sobrinos. Para que no hubiera discusiones lo hemos vendido bien, sin problemas”. La transacción del inmueble se cuantificó en 10,7 millones de euros, según publicó ‘Málaga Hoy’. Ahora se prevé la construcción de un hotel 'boutique' de cuatro estrellas.

placeholder José Agustín Gómez-Raggio y su hijo en calle Larios. (El Confidencial) (Pinche y vea más fotos)
José Agustín Gómez-Raggio y su hijo en calle Larios. (El Confidencial) (Pinche y vea más fotos)


Fotografías con sillones en la mitad de calle

Antes de despedirse de la que se considera su calle por razones sentimentales (“los que hemos vivido o trabajado en el centro nos conocemos todos; es como un pueblo pequeñito”, asegura) se hizo un par de fotografías con sus hijos cada uno sentado en sillones en la mitad de calle Larios, a la altura del número 10. “¿No es la calle de todos?”, se pregunta Gómez Raggio, tras recordar que su bisabuelo, el alcalde José Alarcón Luján, fue quien impulsó la construcción de la vía. “Cambió la fisonomía de la ciudad. El trazado que había antes era insalubre y producía pandemias”.

Félix Martín Rojas es aparejador, empresario, y preside la Asociación de Habitantes del Centro. Advierte del peligro de la saturación de la arteria principal de Málaga. “¿Por qué no se crean más calles Larios? No podemos seguir viviendo de un marqués. Dentro de poco nadie podrá vivir aquí”. Martín Rojas recuerda cómo Carlos Gutiérrez Maturana, marqués de Paul e hijo de la marquesa Larios, Pilar Príes, dueño del comercio de su padre, Martín Sáenz, donde ahora hay una tienda Swarovski, pasaba todos los meses a cobrar la renta del alquiler en un sobre en mano.

Eran otros tiempos. Como los de la Papelería Imperio, General Óptica o la cafetería La Cosmopolita, cerrada en 2011 y donde ahora hay una tienda Claire’s. Una calle Larios donde uno podía encontrar una tienda de ultramarinos (Cosmópolis) o tomarse una copa tranquila, hasta la mitad de la pasada época, en el Ricardo, un bar oscuro y cálido donde Manuel Alcántara, el gran cronista del boxeo español, no quiso tomarse un día una ginebra porque tenía “mucha pegada”.

El centro era en los ochenta territorio de valientes. Los atracos eran frecuentes cuando caía la noche

Gabriel Quesada hijo forma parte del clan de los Quesada. Los Larios necesitaban liquidez y el abuelo de Gabriel, José Quesada, ganadero, siempre tenía como máxima ilusión vivir en la calle Larios. Al final compró edificios en la calle. “Aprovechó un momento en el que querían vender y desde luego no valían los inmuebles lo de hoy. Las rentas eran muy bajas”, explica. Quesada ya no vive en el centro, pero tiene su despacho profesional en la plaza de las Flores (a 20 metros de la calle Larios). De niño vivió en la calle Císter, frente a la catedral. “Me acuerdo que Císter estaba lleno de jeringuillas en los años ochenta. Era un lugar peligroso”. El centro era territorio abonado para valientes. Los atracos eran frecuentes cuando caía la noche.

El aparcamiento es uno de los grandes problemas. Bueno, es que no hay ni una plaza. Desde que Larios se convirtió en peatonal ya no pueden entrar ni los taxis. Solo accede la Policía, el camión de Limasa (la empresa mixta de limpieza) y las ambulancias si hay alguna urgencia médica. “Uno de los motivos por los que la gente no vive aquí es que no les pueden recoger en su puerta. No nos gustan los coches en el centro, pero queremos que nos dejen lo más cerca posible de donde vivimos”, relata Quesada.

Operadores internacionales a la espera

“Si calle Larios fuera tres veces más grande estaría incluso más llena de franquicias. Hay muchos operadores comerciales que están esperando a que se quede vacío un local para entrar en la calle. Y no quieren otro sitio, cuando en la calle Granada o alguna de las calles adyacentes como Moreno Monroy o Bolsa el precio del alquiler baja, como mínimo, a la mitad". Cuestión de marca. Gracias sin duda a esa dependencia y obsesión comercial por la calle Larios se han revitalizado las calles del centro, hasta hace 20 años en decadencia absoluta.

placeholder Mimo en la calle comercial de Málaga. (Toñi Guerrero)
Mimo en la calle comercial de Málaga. (Toñi Guerrero)

El inmueble más emblemático del que son propietarios los Quesada es el hotel Room Mate Larios. En los noventa abrió como hotel Larios. Pronto se convirtió en lugar de reunión de la cultura malagueña, lugar de presentaciones de libros y encuentros entre políticos y periodistas. “A Room Mate le quedan unos 10 años de alquiler. La intención es seguir. Estamos muy contentos. Yo recuerdo mi etapa al frente del hotel como una de las más bonitas”, precisa Gabriel. Y remata: “Hay grupos franceses y americanos que quieren entrar en la calle Larios. Y lo que tenemos que hacer es mejorar las cosas para no caer en el riesgo de sentirte un extranjero en tu propia ciudad”. Esa es la amenaza: convertir el centro de Málaga en parque temático para el ocio, donde se trabaja también, pero poca gente vive.

Remedios Rodríguez, casa familiar desde 1927

En el número 7 de la ‘Gran Vía’ malagueña vive esta señora de 83 años. El tercero derecha era una casa que alquiló el abuelo de Remedios en 1927. Vivió primero con su familia materna, luego con su marido y cuatro hijos. Enviudó en 1980. Desde 1992, cuando se casó uno de sus hijos, Pedro Ramírez, que fue entrenador de baloncesto del Unicaja y ahora es hermano mayor de la Cofradía de los Estudiantes, reside sola, pero no está sola. Sale y entra de la casa. Sus hijos y 15 nietos la visitan constantemente. Y se sigue reuniendo cada jueves con sus amigas en el colegio de Las Esclavas de Liborio García para escuchar la charla de un sacerdote. Es el mismo grupo de 'chicas' que hicieron juntas la primera comunión. Amistades más sólidas que los hierros con los que se construyeron las casas de la calle Larios. “Nos ponemos a hablar como locas”, dice con energía y sonrisa de niña.

Uno de los hijos de María de los Remedios se llama Joaquín Luis Ramírez y fue presidente del PP de Málaga entre 2000 y 2008. Ahora es senador. Mari Carmen, una de sus dos hijas, profesora de Geografía e Historia en un instituto, le acompaña en la tarde del pasado miércoles. Al final se incorporará Karen, hija de Mari Carmen y nieta de Remedios. La otra hija se llama Ana Rosa. La edad máxima que se llevan entre cada uno de los cuatro es de 15 meses.

placeholder Remedios con su hija y su nieta. (Toñi Guerrero)
Remedios con su hija y su nieta. (Toñi Guerrero)

Son las 6 de la tarde y es la hora del café. Justo debajo de la casa de Remedios también le sirven en Lepanto, una exquisita pastelería/cafetería. “Me acuerdo cuando el olor del café entraba por los balcones de la casa. La casa olía entera”. Ella vive en otra casa, ya comprada, en la mitad de la década de los noventa, en la misma planta donde vivió tantas décadqsa. El piso original se dividió en partes y acoge ahora a apartamentos turísticos. Tenía más de 200 metros cuadrados, cinco dormitorios, un salón ochavado, marca de los edificios de la calle Larios.

Remedios, conocida por Reme y en el círculo más íntimo como Remeduchi, es combativa y tiene una actitud positiva ante la vida. Una persona que sigue muy atenta la actualidad (“¿Has visto lo de la mujer que va a ser madre de gemelos con 64 años?”), lee novelas de Carmen Posadas (‘La hija de Cayetana’), le entusiasmó ‘El tiempo entre costuras’ y escribe cartas al diario ‘Sur’. También deja mensajes en el contestador de voz del periódico. Se queja de que hayan reciclado las luces de Navidad para el Carnaval. “Ahora entre la televisión y no digamos con el Whatsapp no hay tiempo para disfrutar de la vida. Antes echábamos un rato grande en el balcón, tomábamos el solecito y decíamos ‘adiós, adiós’. ‘Mira, por allí va fulanita y por allí va menganita’".

El edificio del número 7, conocido por ilustrar durante décadas su fachada con un anuncio de la tableta Okal, se fue quedando vacío

Su hermano, Adolfo Rodríguez Navarrete, tenía en la misma planta una consulta de pediatría donde Remedios trabajó hasta que a principios de siglo se jubiló. El edificio, poco a poco, conocido por ilustrar su fachada con un anuncio de la tableta Okal, se fue quedando vacío. La casa siempre estaba llena de niños. Recuerda que vivían los Ruiz del Portal y los Briales, dos familias clásicas de la ciudad. Una de las nietas de los Briales que vivieron en este número 7 reside en la planta de arriba de Remedios.

Continúan los recuerdos. Calle Larios arriba y abajo, cuando les gustaba “un muchachito” y sabían que lo iban a encontrar en otra esquina. O las bombas que cayeron durante la Guerra Civil y destruyeron muchos edificios. Tardes eternas, llenas de silencio y otras de furia como de la manifestación del 4 de diciembre de 1977. Una granada de humo impactó en una de las persianas de la casa de los Ramírez-Rodríguez. “Estábamos sitiados y no nos atrevíamos a salir fuera”, recuerda Mari Carmen. O la Feria de agosto. “Esos días me voy siempre a casa de algunos de mis hijos. La orquestas callejeras tocan sin parar de 11.30 de la mañana a las diez y media de la noche. Es insufrible”, se queja Remedios.

placeholder Más mimos en la malagueña calle Larios. (Toñi Guerrero)
Más mimos en la malagueña calle Larios. (Toñi Guerrero)

La vecina se acuerda de un suceso que impactó en la Málaga de mitad de los años cuarenta. Así lo cuenta: “Yo todavía estaba en el colegio. El vecino del primero izquierda, que se llamaba Antonio Guerrero, apareció muerto; él y su hermana. Habían fumigado en el bar La Palma Real, donde ahora está Massimo Dutti. Se filtró algo por la junta del techo. Ella apareció con la boca muy abierta y él delante del balcón. Se había inclinado para abrirlo. Fue un escándalo”.

Tocan el timbre de la puerta. Es Karen, la nieta. Remedios, la reina maga que sigue dando un detalle a cada nieto (los nombra de uno en uno) cada 6 de enero con dedicatoria incluida, mira 'su' Larios.

María Rojas, viuda de Martín Sáenz

A sus 84 años ve la vida pasar por calle Larios número 1, junto a la plaza de la Constitución y frente al hotel Larios. Compró la vivienda hace más de 50 años. Vive desde hace 38. Ella y su marido, Francisco Martín Sáenz, tenían el piso solo para Semana Santa. Eligieron vivir allí tras dejar la casa (con palmeras y jardines) de la avenida Juan Sebastián Elcano del barrio de El Palo. Antonio Banderas dice, quiso comprar su espléndido piso de 400 metros cuadrados cuando estaba en obras. La casa está valorada en 3,8 millones de euros. Banderas le puso un cheque en blanco. Su marido, que falleció hace un par de años, no puso ningún precio. Ni negoció.

placeholder María Rojas y el busto de su marido. (Toñi Guerrero)
María Rojas y el busto de su marido. (Toñi Guerrero)

La ilusión de su vida era vivir en la calle Larios. La casa de María Rojas es acaso el mejor museo privado de Málaga, una colosal colección pictórica desconocida por el gran público que por sí sola podría exponerse en cualquier museo de referencia. Posee un Goya, un Murillo catalogado por el Museo del Prado y obras de la reputada escuela de pintores malagueños del siglo XIX como Simonet, Joaquín Mir, Horacio Lengo o Ferrándiz. El marido de María era un gran experto en arte y apasionado de las antigüedades. A ella también le entusiasma el arte y se queda mirando los cuadros con cara de felicidad al recordar el más de medio siglo que vivió "feliz" con su marido. "Si teníamos una pequeña discusión siempre lo solucionábamos antes de acostarnos".

María fue una de las fundadoras, junto con su marido, de la Feria del Centro a principios de los ochenta. No fue una iniciativa municipal, sino de los comercios que decidieron invitar a una copa de manzanilla La Guita y un poco de jamón y queso. “Me vestía de faralaes. Tenía un traje blanco con los lunares rojos. Era la vanidad de cambiarnos”, recuerda esta señora a quien no le importaba madrugar. A su marido no le gustaba tanto. Inclusó convenció a comerciantes del Centro para abrir los sábados por la tarde y cerrar los lunes por la mañana. María posa junto a un busto de bronce, que está en el recibidor de la casa, con techos de cuatro metros de alto y sabor "a una Málaga que se pierde", según su hijo Félix, que fue secretario de Manuel Fraga en la Xunta de Galicia.

“Vivir aquí es muy incómodo. Nunca ha sido cómodo porque antes eran los coches que aparcaban, luego las manifestaciones, el camión de la basura... Esto es tremendo, te lo digo de verdad y ves que la casa es grande y como da a tres calles recibes ruido por todos los sitios”, dice María, que conoció a su marido justo en la esquina donde finalmente montó un negocio Martín Sáenz. “Yo le dije que me casaría con él si compraba La Mar Chica, una bar con las mesas de mármol y donde ponían unas gambas buenísimas”. Y Martín Sáenz compró La Mar Chica. “Mi padre era el alma de la calle Larios. Era muy querido por todos”, cuenta Martín Rojas. María asiente. Mira las fotos de su marido, el bigotillo a lo David Niven. Le echa de menos. Sus hijos Félix y Francisco están pendientes de ella. "Mamá, que luego me paso otro rato", dice Félix. María pone la radio y recuerda...

La farmacia Mata y Maruja García

Es la más joven de nuestras protagonistas. A sus 71 años, Maruja García, viuda de Antonio Romero Mata, fallecido en 2013, vive desde 1968 en el cuarto piso de Marqués de Larios número 8. Es madrileña, del barrio de Salamanca. En la capital conoció a su marido. Y se fue a Málaga, al edificio donde vivían sus suegros. Maruja se ha comprado un carrito con cuatro ruedas que le ayuda con la compra para no hacerse "polvo los brazos". Desde su salón se oyen las campanas de la Catedral. Hace apenas diez años que el inmueble tiene ascensor. "Vivir en calle Larios no es un lujo.... Es verdad que bajas y te encuentras a Mango, a Primor, la farmacia Mata, la heladería Mira, pero cuando vienes con paquetes es algo que no se lo aconsejo nadie". ¿Está mejor ahora calle Larios que antes? "Cuando yo llegué estaba en pleno auge, luego cayó y ahora está preciosa. Los malagueños tienen que estar orgullosos de esta calle".

Antonio Isidro Mata, sobrino de Maruja, el menor de 24 primos hermanos, quien regenta una farmacia junto a su madre en la plaza de la Biznaga de Málaga, rememora cómo jugaban por las escaleras a ver quién era el primero que salía antes a la calle. Pasaban por delante del quiosco de Arturo, que sigue abierto vendiendo periódicos y revistas (ahora es su hijo quien lo lleva). Antonio Isidro ya no vive en Larios. Su madre y su hermana sí residen en el segundo piso donde está la farmacia que entre 1966 y 2002 fue regentada por Antonio Mata Gómez.

placeholder Maruja García y Pilar Romero delante de la farmacia Mata. (Agustín Rivera)
Maruja García y Pilar Romero delante de la farmacia Mata. (Agustín Rivera)

Pilar Romero García, nacida en 1973, hija, nieta y bisnieta de farmacéuticos, ahora es la titular de la farmacia Mata, el negocio más antiguo de la calle, abierto interrumpidamente desde 1894. Cuando era niña no era consciente de la exclusividad de residir en Larios. Ahora vive en las afueras de Málaga, pero diariamente ‘baja’ al Centro. Trabajo en el laboratorio de la farmacia, situado en la primera planta del edificio, en la casa donde vivió su abuelo. También a pie de mostrador. Le gusta el contacto directo con el cliente.

En esa primera planta, donde entran constantemente empleados de la farmacia para preguntarle a Romero sobre los pedidos, en el primero izquierda, vivían hasta 2011 Carlos Romero Mata y su esposa, Rosa Novoa Rodríguez. Su hija, Kika, de 30 años, trabaja ahora en Berlín en un hotel. El 19 agosto de 1991 se conmemoró el centenario de la calle. El alcalde de Málaga era Pedro Aparicio, autor de la modernización de la ciudad.

Kika era la residente más joven de la calle Larios. “Me acuerdo no solo de las fotos, de ir en los brazos del alcalde. Para mí siempre ha sido un orgullo vivir en calle Larios”. En la adolescencia y primeros veinte cuando, estudiaba Administración y Empresas en la UMA, Kika recibía invitaciones de sus amigas que la animaban, a chillidos, a que saliera de fiesta. Su habitación daba a la calle. “Me tiraban cosas y me despertaban”. Lo dice con alegría al otro lado del teléfono mientras Antonio Isidro escucha la conversación en altavoz. Una vez Kika, con apenas cinco años, decidió a la vuelta del colegio descubrir a solas el centro. Se aventuró por la cercana calle Puerta del Mar. Tuvo la suerte de encontrarse con su abuelo que la llevó para casa.

placeholder Maruja García en su casa. (Agustín Rivera)
Maruja García en su casa. (Agustín Rivera)

“Calle Larios tiene ya suficiente gente como para que no haya que hacerlo todo aquí. Me fastidia mucho cuando se ponen las bandas de música a la misma altura de la calle, se mete el ruido y tengo que hablar a gritos con los clientes. ¡Nos quedamos afónicos!”, cuenta Romero. De nuevo la sobreexposición, la calle escenario, el “excesivo uso escénico” de la vía principal de Málaga que convive con situaciones anacrónicas como la del número 8, sin portero electrónico. “Cuando viene gente hay que bajar a abrir y gracias a que existen los teléfonos móviles podemos saber que alguien está abajo esperando en el portal, no a gritos como hacía yo de pequeña…”, cuenta la farmacéutica.

Antonio Guadamuro nació en 1940 en el número 10 de la calle Larios. Su madre, Ana María Domínguez, era la portera del edificio. Guadamuro lleva desde 1968 retransmitiendo las procesiones de la Semana Santa para Radio Popular (cadena Cope). El año pasado fue el pregonero oficial. “La vida era relativamente tranquila. Los domingos por la tarde, para pasear, subíamos hacia la plaza de José Antonio [hoy de la Constitución] por los números impares y luego bajábamos por los pares”.

placeholder Un arlequín en la calle Larios. (Toñi Guerrero)
Un arlequín en la calle Larios. (Toñi Guerrero)

Los padres del futbolista Francisco Pineda, que fue delantero del Club Deportivo Málaga y del Real Madrid de los ochenta, también fueron porteros, del número 10 de la calle. Su hermano Antonio tiene 73 años y es ahora el conserje del mismo edificio. “Aquí hemos vivido bien. Cuando mis padres se jubilaron me quedé yo. Antes estaba mejor vivir aquí porque ahora no puedes venir con ningún vehículo, aunque antes siempre te encontrabas con los coches aparcados y molestaban”.

Casa Mira y Oracle

Limpiabotas como Javier Castaño (ya en la plaza de la Constitución) con otros ‘compañeros’ que atosigan a turistas y si no te lustras los zapatos piden dinero, se entremezclan con los clientes que salen de tomarse un helado en Casa Mira, otro de los negocios que resisten. Un vendedor de cupones de la ONCE dice: “Aquí estoy para dar premios”, mientras un oriental solitario, de unos 50 años, se hace un 'selfie' el viernes por la mañana a la altura del número 5.

Juanita Molina, de unos 80 años, pasea por la calle con su sombrero y dice que ella llegó a bailar la jota en la mitad de la calle Larios con la tuna. "Me caí, me quedé sin dientes y acabo de salir del hospital". Del número 3 (vive de alquiler en la cuarta planta) acaba de salir Christian Dale, noruego, de madre española, que trabaja en el departamento de ventas de la multinacional Oracle, en el Parque Tecnológico de Andalucía. “Me gusta vivir aquí”. La multinacional le paga el alquiler. Es la nueva generación de residentes en calle Larios, donde Remedios, María y Maruja llevan décadas mirando cómo cambia el escenario de esta ‘Gran Vía’ de Málaga.

Pasear por la calle Marqués de Larios de Málaga siempre ha sido uno de los pasatiempos favoritos de los que residen en esta ciudad feliz. Cuando en 2002 se peatonalizó, tras un inicial rechazo de los comerciantes, también se convirtió en atracción indispensable de los turistas. Ahora se hacen ‘selfies’ para mostrar la decoración y luces de Navidad, de las más lujosas del país y reclamo comercial, reconvertidas estos días en la luminaria del Carnaval.

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