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Bienvenido a Rota, Mr. Obama
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La base ocupa el 24% deL municipio

Bienvenido a Rota, Mr. Obama

La posible visita del presidente de EEUU a la localidad gaditana con la mayor base militar de Europa es acogida entre la alegría, la broma y el respeto tras 63 años de convivencia

Foto: Vista de la zona militar. (Juan Bezos)
Vista de la zona militar. (Juan Bezos)

“Mira mamá, un moro”. Lo oía James Paul Fortson allá por 1959 cuando llegó a Rota (Cádiz) desde Georgia. Hoy se presenta como Pablo, tiene 78 años y una hoja de servicio impecable como militar de los Estados Unidos. Entonces era exótico por el color de su piel. Hoy forma parte del paisaje natural de una localidad gaditana que desde hace 63 años alberga la base militar con presencia norteamericana más importante de Europa.

Apenas cuatro años antes de que el señor Fortson pisara Rota y medio siglo antes de que el pueblo murmure sobre la posible visita de Barack Obama, Antonio Fuentes contemplaba con dolor junto a su mujer y su primer hijo cómo desmantelaban sus perales, sus higueras y su viña para construir una pista de aterrizaje. Era 1955. Se acabó la huerta. “Yo tenía mi campo y estaba muy bien. Vinieron los americanos y me lo quitaron todo”. Entonces Antonio contaba con 32 años. Hoy son 91. “Me pagaron muy poco. Ni para comprar otra tierra. Empecé a trabajar con ellos en la construcción de la base y después en el supermercado militar de la 'Navy'. Allí pasó más de tres décadas de su vida. Con un buen sueldo, que cobraban de forma quincenal, entendiéndose en inglés con las mujeres que acudían a comprar.

De Eisenhower a Obama

Dicen que en Rota hay muchos campanarios pero pocas chimeneas. Hay kilómetros de playas y no hay fábricas. La industria es la base naval. En los móviles del pueblo circulan los memes sobre Obama. En uno aparece secándose el sudor junto a un termómetro que marca los 43 grados. Es un pueblo carnavalero. Los dueños de los restaurantes aseguran muy serios que están liados con la reserva del presidente de los Estados Unidos para comer a primeros de julio. El rumor sobre su visita a la base naval de Rota 63 años después de que Eisenhower y Franco firmaran el convenio de uso compartido de las instalaciones militares se mira entre el respeto y la incredulidad.

“Ojalá. Vendrá pero no saldrá de la base. Se bajará del helicóptero, saludará y lo enviaran en otro avión destino a Sevilla”, sostiene Francisco, apoyado junto a su taxi a la entrada del recinto militar. El gremio del taxi ha sido siempre uno de los más beneficiados por la presencia estadounidense. Tiene licencia desde hace 33 años. “Desde hace dos o tres años la cosa está otra vez bien”, admite. Se calcula que al día son 10.000 los vehículos que entran y salen de la base. “Dicen que aquí ya estuvo Bush en secreto”, asegura basándose en información de familiares de dentro de la base.

Burros y 'cadillacs'

No hay ningún tipo de dato oficial, ni siquiera extraoficial, que pueda, ni de lejos, dar por buena esa afirmación. Si Obama viene será el primer presidente negro de Estados Unidos y el primero en pisar la base de Rota. “Aquí estuvo el presidente Carter en 1976. Nosotros lo saludamos personalmente”, asegura Rosa Martorell. Su marido, James Paul, Pablo para los amigos, la rectifica con cariño. “No, no, eso fue en las Azores”. Ellos encarnan a la perfección el modelo de convivencia e integración del que alardea el pueblo. Él nacido en Georgia. Ella de Córdoba. Cuando era un joven militar le ofrecieron 2.000 dólares y el destino que quisiera. Pidió Barcelona. Allí no había base. Si quería España, su lugar en el mundo era Rota. “¿Dónde está?”, preguntó. Cuando llegó, los burros hacían un trabajo espectacular llevando arena a la base para las construcciones y los precios eran tan baratos que todo le parecía regalado. Él sigue apostando por las pequeñas tiendas y el comercio local, aunque las grandes cadenas de hipermercados se frotan ya las manos esperando a los turistas de ciudades próximas que este verano volverán a duplicar la población. Ya se ve mucho jubilado sentado en los bares, huyendo del calor.

El hermano de Rosa era torero y se había comprado un Cadillac. Era 1964. Vinieron a recogerlo a Jerez y les organizaron una fiesta. Allí estaba James Paul y en cuanto la vio pensó “esa mujer es para mi”. No se equivocó. Le costó muchos viajes a Córdoba y muchas conversaciones con su suegro. “Él era de otro país y de otra raza, vamos a decir toda la verdad, y nos costó trabajo”, cuenta su esposa. “El día que nos casamos en Santa Marina, en Córdoba, don Martín se dirigió a mi padre: ‘Martorell no tenga usted esa cara que por la puerta de la iglesia no ha salido un hombre más cabal”, presume. “Nunca nos ha faltado de nada. Ha sido emprendedor al cien por cien, ha estudiado, tiene cinco carreras”, se jacta Rosa. Ahora su hija vive en EEUU y su hijo tiene un negocio en Rota. Han vivido en California, Hawai, Maine, Misisipi, Virginia Beach y Portugal. “Y siempre hemos vuelto”, dice Pablo. “Un militar jubilado lo que busca es una base”, bromea. Allí dentro tienen hospital y atención médica, explica. Son muchos los que se han quedado. Ambos deliran con Obama. Para ellos ha significado mucho y sueñan con poderlo saludar y estrecharle la mano.

Un millón en alquileres

Los norteamericanos tienen convenio para la maternidad y las urgencias con los hospitales del Servicio Andaluz de Salud (SAS). También para la escolarización de sus hijos, aunque dentro de la base también hay centros de enseñanza. A las puertas del recinto militar, la oficina municipal de ‘Wellcome to Rota’ atiende consultas y dudas. A María Ángeles Patino hoy le han consultado sobre dónde alquilar o comprar una máquina cortacésped. Lo más normal es atender dudas sobre la escolarización y dar ayuda para encontrar y alquilar una vivienda. El alcalde de Rota, Javier Ruiz Arana (PSOE), asegura que ahora mismo hay 936 viviendas alquiladas de las 1.500 disponibles a través de ‘Housing’, la agencia oficial. El impacto económico mensual se estima en 1,3 millones de euros con una media alta, de 1.200 euros.

La base militar ocupa 2.041 hectáreas, el 24% de un municipio con 33.000 habitantes censados, una tasa de paro del 32% y un presupuesto municipal de 35 millones de euros. No hay datos sobre el impacto de la base naval en el PIB local pero nadie niega que es alto. Tras la firma en 2011 del programa del escudo antimisiles por José Luis Rodríguez Zapatero, la presencia militar vuelve a ser visible. Entre 1966 y 1979, la etapa de mayor apogeo económico y comercial para el municipio en relación con la base, la comunidad americana estuvo entre las 5.000 y las 12.500 personas. Hoy se calcula un personal civil de 300 personas y militar de 4.000, más sus familias. Cifras que se repiten para los militares españoles. No figuran en el censo municipal. Es una de las reivindicaciones del municipio. Que se reconozca esta población al participar en los ingresos del Estado (PIE), lo que supone más de un millón de euros anuales. No tributan. El Estado compensa la flota de vehículos americanos con unos 500.000 euros al año y durante años se ha compensado también el IBI, aunque sentencias del Supremo tumbaron esta transferencia de 1,5 millones de euros anuales.

Mirando a Ramstein

El informe municipal resalta la pérdida de potencial turístico por culpa de la base. “Durante años hay quien ha tenido miedo porque consideraba Rota una ciudad dormitorio de la base. Nada más alejado de la realidad. Nuestro lema es ‘Descubre Rota’ porque mucha gente llega con una idea equivocada”, asegura el alcalde roteño. Admite que durante años los propios roteños han renegado de la presencia norteamericana. “Pero esto es una oportunidad, una singularidad más. Además de las banderas azules, las playas, el conjunto histórico artístico o la Semana Santa y la Feria, en Rota tenemos una base con presencia norteamericana desde hace 60 años y esto no lo tiene nadie más. Tenemos que empezar a estar orgullosos de esto y aprovecharlo”, insiste Ruiz Arana, que cree “espectacular” que venga Obama. De momento, lo único oficial es que inspectores han visitado la base, la localidad y los alrededores para comprobar la seguridad. Rota mira a Ramstein, una localidad alemana que alberga una potente base aérea. Allí son unos 8.000 habitantes pero la base genera 50.000 empleos y hay un museo que permite recorrer y entender la presencia norteamericana.

A la entrada de la calle Charco, la principal vía peatonal, un cartel invita a comprar 'El azar y viceversa', la última novela de Felipe Benítez Reyes. “Ambientada en Rota”, añaden para animar a la lectura. El escritor explica cómo la base ha tenido “un impacto fluctuante” en su municipio natal con el paso de los años. “En los setenta, en la época de mi adolescencia fue muy vehemente. No solo en la economía del pueblo sino también en la configuración de los escenarios. Un factor cultural muy importante fue la música. Mi generación -y generaciones anteriores- oía la emisora de la base y había artistas que conocíamos cuyos discos no llegaron hasta años más tarde”, recuerda. Era normal ver un Cadillac en la calle y visitar la base el 4 de julio, con rodeos, atracciones y partidos de béisbol. “Sin duda ahora se está reproduciendo otra vez ese microclima social”, asegura Benítez Reyes. “Ideológicamente se puede estar a favor o en contra de la base pero el impacto económico en el municipio es innegable y culturalmente, durante mucho tiempo, la base otorgó cosmopolitismo de conciencia. A nadie le extrañaba ver por la calle a gente de raza muy distinta. Esa multiculturalidad ha sido muy normal y muy natural en Rota”, asegura el escritor nacido en la localidad. “Ahora, otra vez, cada vez hay más negocios enfocados a ese sector de la población”, añade.

Negocio para los marines

Brian, nacido en California y de 28 años, espera para ser atendido en la barbería Wilys. Lleva un año en Rota, le queda otro. No habla español y vive fuera de la base. Le gusta la localidad, la gente y la comida, “tan diferente de California”, accede a explicar. En cuanto se le pregunta de la visita de Obama se disculpa. De eso, dice, no puede hablar. Alexander Sánchez y Willy Moronte, llegaron desde la Republicana Dominicana hace dos años y regentan este exitoso negocio. Casi toda la clientela que espera es afroamericana o hispana. Ofrecen “cortes latino y americano para este pelo, que es diferente”, explican. Es viernes por la mañana y está lleno.

Muy cerca, en el patio del colegio público Pedro Antonio de Alarcón hay niños jugando al ajedrez, mientras que los más pequeños, en una bonita zona infantil, persiguen una tela de colores. Hay niños muy rubios y muy morenos, de todos los colores de piel. Mezclan expresiones en inglés y español. El centro pasa los trámites para convertirse en una comunidad de aprendizaje. Juanjo Rodríguez, maestro de educación especial y coordinador del proyecto, explica la reinvención del colegio, que tenía una etiqueta peyorativa por atender a muchos niños gitanos y de un total de 12 nacionalidades. Ahora es un centro abierto a toda la familia, donde padres y abuelos se implican como voluntarios. Hoy registra la mayor tasa de escolarización de hijos de norteamericanos en los primeros cursos. Los inscriben aquí para que aprendan español. Uno de los grupos interactivos está formado por seis padres que se ofrecen a dar clases de conversación en inglés.

Recortes en la plantilla

“Obama va a preguntarnos al personal laboral de la base cómo estamos. Va a reunirse con el alcalde o a visitar la localidad. Eso sí sería espectacular. Que aterrice, salude y se vaya, que más nos da”, sostiene Manuel Urbión, presidente del comité de empresa de la base. Representa al personal laboral, no militar, unos 900 trabajadores. Se quejan de que se están amortizando puestos y recortándose la plantilla pese a las promesas del escudo antimisiles. “Los alquileres son pan para hoy y hambre para mañana. Lo que da riqueza es el empleo estable y se han perdido 140 plazas en los últimos años. En los dos próximos, se van a jubilar otras 75 personas”, explica. La Administración norteamericana opta por externalizar servicios y por contratas. Una plataforma logística de Navantia ha creado dentro de la base otros 150 empleos para la reparación de buques.

Rota, en 1957, fue el primer lugar de España donde se comían donuts y ‘Shangay’, aún abierto, se convirtió en 1968, el primer restaurante chino de España. Había pizzas, hamburguesas y arroz frito cuando los españoles no sabían qué era. Los ajuares de las roteñas eran como catálogos de tiendas norteamericanas. Todo de ‘extraperlo’. No estaban autorizados para comprar. El acceso estaba restringido. Llegó a haber 2.963 mujeres censadas en una decena de clubes que recorrían la avenida de San Fernando, que entonces llamaban ‘la avenida del infierno’. “La peseta era muy barata. Llegaban con los dólares y se hacían dueños de todo”, explica Antonio Fuentes. Tenían su propia policía norteamericana, que recogía con palizas a los marines borrachos. Llegaron a existir 50 locales regentados por chinos, que se reunían a jugar al mahjong, cuenta Agustín de la Poza, en un libro especialmente editado para conmemorar los 60 años de presencia americana.

Clubs de jazz y espectáculos musicales que ahora son impensables. Hoy los únicos ‘chinos’ son los comercios baratos y 24 horas de cualquier otra ciudad española. No hay burdeles, ni militares borrachos. Una americana de uniforme blanco impoluto y pelo rojo espera para recoger a sus hijos a la puerta del colegio de los Salesianos. Rota tiene una alcaldesa, Eva María Corrales (PP), condenada por corrupción y en algunas puertas hay carteles pidiendo su indulto. Los candidatos de la campaña electoral empapelan las calles. Los ‘miarmas’, como llaman con desdén a los sevillanos, están a punto de invadirlos. Nada es tan distinto. Pero millones de americanos han pasado por aquí, han dejado su huella y sigue siendo la base favorita por la seguridad y el clima. Quizás Obama haga algo más que aterrizar.

“Mira mamá, un moro”. Lo oía James Paul Fortson allá por 1959 cuando llegó a Rota (Cádiz) desde Georgia. Hoy se presenta como Pablo, tiene 78 años y una hoja de servicio impecable como militar de los Estados Unidos. Entonces era exótico por el color de su piel. Hoy forma parte del paisaje natural de una localidad gaditana que desde hace 63 años alberga la base militar con presencia norteamericana más importante de Europa.

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