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14 horas de votos europeos a 100 metros de la playa
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UN DÍA ELECTORAL EN MÁLAGA

14 horas de votos europeos a 100 metros de la playa

El hombre empieza a resoplar. “Estoy enfermo, yo no puedo estar aquí”, confiesa el vocal suplente primero, de cincuenta y tantos años. El vocal titular no

Foto: Unos electores escogen su voto en un colegio electoral de Málaga. (Efe)
Unos electores escogen su voto en un colegio electoral de Málaga. (Efe)

El hombre empieza a resoplar. “Estoy enfermo, yo no puedo estar aquí”, confiesa el vocal primero, de cincuenta y tantos años. El vocal titular no apareció. El vocal segundo le pregunta si posee un certificado médico para abandonar su obligación democrática. “No, si yo pensaba que no me iba a tocar”. Al final, hay un sorteo a cara o cruz. El hombre resopla de alivio. “Ahora me voy a tomar la pastilla”. Y se va. Ya tan tranquilo.

Son las 8.20 horas y acaba de constituirse la mesa electoral del Centro de Mayores de Pedregalejo, un barrio interclasista de Málaga, con una clase popular, de pescadores, en la zona de casas bajas y blancas junto al paseo marítimo; frente a la zona de calle Bolivia y Juan Sebastián Elcano hacia Pedregalejo Alto, de clase burguesa, pudiente, donde estaba la casa familiar de la imputada Magdalena Álvarez, que ha votado por correo (hasta hace un par de años estaba empadronada aquí).

A 100 metros de la playa. Distrito censal 02, sección 011, mesa U, que preside Pedro Díaz, maestro de Educación Especial en paro, de 40 años. El vocal titular es José Luis Palma, de 18 años, estudiante de Bachillerato del Liceo Francés, que entre rotulador fluorescente para señalar los electores que votan, estudia los apuntes de Biología para los exámenes de Selectividad de los próximos días.

“La gente no se fía de ningún político”

Hasta las diez de la mañana todo es tranquilo en la mesa (hay otras dos). El espacio del centro de mayores tiene 140 metros cuadrados. Tres policías nacionales figuran en la puerta esperando a que entre la primera votante a las 9.01 horas. Se llama Mari Carmen Muñoz. “Veo una gran decepción general. No sabe qué hacer. Hay muchos que han votado toda la vida, y hoy no van a votar. La gente no se fía de ningún político y está desmoralizada, pero tenemos que ir para arriba”, se anima Muñoz.

Las primeras colas surgen a las 10 horas, pero queda tiempo para hablar con Pedro, el presidente. “Cuando me avisaron, pensé, ¿otra vez? Qué pena que no me pase lo mismo con la Lotería…”, bromea con resignación. Los amigos de Palma, el vocal jovencísimo (votará a las 20 horas, cuando se cierre el colegio electoral), confiesa que la política no interesa “a nadie” de sus amigos. “Yo me he leído los programas electorales a tope, pero conozco a compañeros que votan porque ven un mechero de su padre con las siglas de un partido político”.

Ese adiós al voto rebelde lo corrobora el funcionario del Estado que controla el proceso electoral y no quiere decir su nombre por discreción. “Yo iba a mítines de la CNT y mi padre me decía, ¿pero dónde te has metido? En este país aún no se han curado todas las heridas. Somos, después de Camboya, donde tenemos a más muertos enterrados en fosas comunes”, recuerda, mientras habla con los apoderados de los principales partidos más el de UPyD, Ciudadanos (está el abogado Jesús Pérez-Lanzac, exsocialista, tío de la periodista Carmen Pérez-Lanzac) y Vox. No hay nadie de Podemos, el partido revelación de la jornada.

La votante centenaria

Llega Pedro Aparicio, exalcalde de Málaga y expresidente del PSOE de Andalucía con zapatillas de deporte y se mete en la cabina. Pide disculpas y no quiere hablar nada. Hay pocos jóvenes votando. La gente aparece en tropa después de la misa de doce en el Corpus Christi, la iglesia que está situada a 500 metros. María tiene 90 años, lleva puestos dos marcapasos y votó hasta en Francia, en el norte de París, al principio de los años 50 del siglo XX. Allí fue cocinera. Introducen la papeleta en la urna veteranos nacidos en 1918 o en 1920 o una señora de 100 años que llega acompañada de su hija y nieta y vota con un carné azul, de los plastificados, de los antiguos.

A las 12.45 ha votado el 14% del número de electores según el censo (697 personas). En ese momento entra en el colegio un catedrático de Universidad. “Hay que votar para incidir, aunque sea levemente en el destino de todos. Y eso a pesar de lo poco que anima el sistema de partidos que se han apoderado de la esfera pública minimizando la participación mientras siguen manteniendo sus esferas de poder”, argumenta a El Confidencial.

“¿Esto cómo va? ¿Puedo votar en cualquier mesa?”

Una mujer de cuarenta y tantos largos hace la foto a su entrada parsimoniosa de su voto con un móvil con funda rosa. Pertenece al partido por el maltrato animal. “He estado 20 años sin votar y hoy vuelvo a hacerlo”, apunta. La siguiente protagonista, Isabel, viste camiseta verde y bermudas azules. Tiene ganas de liarla. “¿Esto cómo va? ¿Se puede votar en cualquier mesa? ¿Me tengo que mirar en una lista? Qué lío, así se te quitan las ganas de votar… Yo lo encuentro esto mucho follón, por eso nunca voto; antes no era así”. ¿Y qué vota? “Dios quiera que no entre el que no quiero que entre”. ¿A quién se refiere? “¿A quién va a ser? Al Cañete ese. Espero que la Virgen del Carmen me escuche”.

La amiga de Isabel, la amiga del candidato del PP, pregunta si figura en el censo. “Mira a ver si estoy ahí”, le indica al presidente de la mesa. “Bueno, quizá no esté… Vivo aquí, pero estoy empadronada en la calle La Unión (un barrio lejano de Pedregalejo, en la zona Oeste)”. “Isabel, vete con los niños, a ver qué están haciendo”, le dice su amiga. Isabel corre al exterior del colegio electoral justo cuando una joven madre le deja su papeleta a su niño, que lleva puesta una camiseta blanquiazul del Málaga CF. Bautismo democrático le llaman.

A las 15 horas llega el dinero para los vocales y presidentes de mesa (62,50 euros). Uno de los que lo recibe es José Moreno, cámara de Canal Sur Televisión en Málaga, que intentó librarse sin éxito con el argumento que tenía que trabajar en la jornada electoral. Lo rechazó la junta electoral provincial. Claro, si hubiera tenido una entrada para la final de la Champions de Lisboa… “Bueno, yo creo que puedes librarte si presentas un billete que hayas comprado antes de la llamada a citación electoral”, admite Moreno.

Llegan las monjas

¿16.30? La hora de las monjas de colegios concertados católicos de la zona acompañadas de apoderados del PP que las traen y llevan en sus coches. “Esto es política. Cada uno tiene sus colectivos afines. Ellas nos piden votar, nos llaman y las recogemos. ¿Hay algo malo en ello? ¿Es ilegal?”, se pregunta un apoderado del PP, de origen argentino, muy activo toda la jornada, con sus carpetas azules e indicaciones que no cesan.

A esa hora de la tarde, un correo electrónico enviado a los medios de comunicación por la Oficina del Portavoz del Gobierno de la Junta de Andalucía alertaba en un extraño mensaje cómo el auge de los partidos minoritarios devolvería al Parlamento Europeo a 1984 y para ello remití a un enlace del diario El País del mismo domingo a las 14.10 horas.

Un miembro de la junta electoral provincial llega al centro de mayores de Pedregalejo apenas quince minutos antes de que se cierre la votación. Este abogado que enseguida regresará a la Ciudad de la Justicia de Teatinos, el lugar donde se depositan los votos, habla con apoderados del PSOE muy interesados en saber qué es lo que ha votado toda Europa.

Lorena Rosado, de 28 años, que viene con chanclas de la playa, es la última en ejercer su derecho. “La política no es mi pasión”, reconoce. “El que no roba, lo hace mal; pero siempre intento votar”. Un amigo del funcionario del Estado aparece en el colegio electoral para ayudarle a pasar los datos del papel a la tableta. El dispositivo agiliza el envío de los resultados. El escrutinio acaba más allá de las diez y media de noche para Pedro Díaz y José Luis Palma. Eso sí, aún tendrán que esperar a que venga el servicio de Correos y transportar los sobres con el recuento oficial a la Ciudad de la Justicia.

Al final, el PP gana al PSOE, aunque no por goleada (111 frente a 80, con un gran crecimiento de UPyD y Podemos). Es el fin a 14 horas entre votos europeos de centenarias, exalcaldes y niños blanquiazules con mamás votantes; a tan sólo 100 metros del rebalaje malagueño de Pedregalejo.

El hombre empieza a resoplar. “Estoy enfermo, yo no puedo estar aquí”, confiesa el vocal primero, de cincuenta y tantos años. El vocal titular no apareció. El vocal segundo le pregunta si posee un certificado médico para abandonar su obligación democrática. “No, si yo pensaba que no me iba a tocar”. Al final, hay un sorteo a cara o cruz. El hombre resopla de alivio. “Ahora me voy a tomar la pastilla”. Y se va. Ya tan tranquilo.

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