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La sequía destroza el campo español: “Nunca habíamos tenido un año tan malo”
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Agricultores y ganaderos endeudados

La sequía destroza el campo español: “Nunca habíamos tenido un año tan malo”

La escasez de lluvias, las altas temperaturas y las heladas de abril han afectado a cultivos, ganadería y vides de todo el país. El sector pide medidas excepcionales para salvarse

Foto: Lorenzo junto a Cele en una plantación de colza. (M.Z.)
Lorenzo junto a Cele en una plantación de colza. (M.Z.)

Lorenzo Rivera mira todos los días al cielo. Cuando se levanta, escruta las nubes en busca de atisbos de lluvia. Nada. Y así, semana tras semana. “Ya no hay solución, este año hemos perdido dos tercios de la cosecha, llevo toda la vida en el campo y nunca había visto una sequía igual”, se lamenta este agricultor de Peleas de Abajo, en Zamora.

Hasta marzo, explica, “todo iba bien”. Las simientes de los guisantes, trigo o colza arraigaban en la tierra a la espera de la humedad de la primavera para engordar sus frutos. “Pasaban las semanas y no llovía, no llovía… Esperamos a Semana Santa y luego al último fin de semana de abril, pero después ya supimos que no había nada que hacer”, asegura impotente mientras abre con las manos las vainas de guisantes vacías.

Si ha habido dinero para rescatar a la banca, autopistas, aeropuertos… no entendemos por qué no pueden hacer lo mismo con nosotros

Calcula que del trigo, su cultivo más afectado, solo podrá cosechar una sexta parte de su plantación. Las espigas, que deberían alcanzar ya el metro de altura, no llegan a 20 centímetros. “La segadora no las puede ni coger”, comenta Cele, un labrador de la explotación que no recuerda una temporada tan mala desde 1992. De los 2.000 kg que suele coger de guisantes en estas tierras, este año calcula que sacará 400.

La situación de Lorenzo es similar a la de la mayoría de los agricultores de España. La sequía de este año, además de por inusual, destaca por generalizada, aunque la zona baja de la cuenca del Duero es las más afectada, con un 55% de precipitaciones sobre la media histórica de los últimos 48 años. “A nivel nacional se ha perdido la mitad de la cosecha de cereal”, explica José Roales, responsable de cereal de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Según la organización este año se recogerán cerca de 10 mil toneladas frente a las más de 19 de 2016. El motivo ha sido un combo de adversidades climatológicas: un invierno muy seco, unas temperaturas muy altas durante la primavera y dos heladas en abril que cortaron de raíz el desarrollo de la cosecha.

Castilla-La Mancha, Aragón, Extremadura, Andalucía o incluso la cornisa cantábrica o Galicia están sufriendo los efectos de la falta de agua. En comunidades como Castilla y León ya han declarado la cosecha del cereal de este año “desastre natural”, con pérdidas del 70%, y las restricciones de agua hacen peligrar los cultivos de regadío, como el maíz o la remolacha.

Detrás del baile de cifras y récords históricos, la incertidumbre de todo el sector y los quebraderos de cabeza de los agricultores. “Va a haber mucha gente en apuros y lo veremos a medida que lleguen las distintas cosechas. Ahora es el cereal, pero luego será el olivar, el viñedo, el almendro…”, explican desde el departamento técnico de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja).

placeholder Lorenzo en una plantación de trigo, señalando la altura que deberían tener las espigas. (M.Z.)
Lorenzo en una plantación de trigo, señalando la altura que deberían tener las espigas. (M.Z.)

200 millones en indemizaciones

El Ministerio de Agricultura ha conformado la “mesa de la sequía” para analizar el impacto y dialogar con los sectores afectados. Por el momento les han propuesto exenciones fiscales, aplazamientos con la Seguridad Social y préstamos a bajo interés. Sin embargo, son medidas “insuficientes” para los agricultores. “La administración autonómica y central se ha puesto de perfil, no hay ayudas directas al sector, siendo estratégico. Damos de comer a la población y si ha habido dinero para rescatar a la banca, autopistas, aeropuertos… no entendemos por qué no pueden hacer lo mismo con nosotros”, apunta Roales de COAG.

Agroseguro calcula que este año destinará 200 millones de euros en indemnizaciones para el cereal y las leguminosas, de los cuales 190 millones corresponden a la sequía y la helada, y el resto a granizadas. Es la cantidad más alta en este concepto de toda la historia del seguro agrario.

Lorenzo, sin embargo, no dispone de seguro integral, el que cubre este tipo de siniestros, como muchos otros de sus compañeros de profesión: “No compensan, yo para asegurar toda mi explotación tendría que pagar todos los años cuatro mil y pico euros, y me cubriría solo en torno al 70%, por eso muchos no tenemos. Llevamos mucho tiempo pidiendo que cambien las condiciones”, comenta Lorenzo, que ya está mirando préstamos personales para poder sobrevivir esta temporada, de la que calcula que solo sacará unos 50 mil euros, un tercio de lo habitual.

Hay que quitar todo para volver a sembrar, y eso lleva un gasto. Hará falta más agua y energía de lo normal

Según Asaja, serán las explotaciones más punteras –aquellas que hayan acometido inversiones en años anteriores para modernizarse–, las que más dificultades tendrán para salir adelante, junto a los agricultores más jóvenes. “Hay casos en los que van a tener que cerrar: es el peor momento para ellos porque ya están metidos en créditos, por eso pedimos ayudas específicas en estos casos”.

Además, el hecho de no tener cosecha no conlleva que la tierra no se trabaje, a veces implica hacerlo incluso con más costes. “Hay que quitar todo para volver a sembrar, y eso lleva un gasto que no trae ningún beneficio. Para recuperar algunas zonas hará falta más agua y energía de lo normal”, explica Lorenzo.

Sin pasto para las vacas

Pero los únicos afectados no son los agricultores. La falta de agua ha abrasado los pastos, paja y forrajes, y con ellos la alimentación de los animales, sobre todo del ganado vacuno, que ya está comprometida y será dramática en invierno ante la subida de precios.

Raúl Azpeleta tiene 350 vacas en una explotación de 200 hectáreas en Melgar de Yuso, Palencia, otra zona cero de la sequía. Siempre han sido autosuficientes, gracias a las 200 hectáreas de cultivos que rodean a los animales. Este año, sin embargo, la primera siega de la alfalfa no ha dado ningún resultado. “De dos hectáreas sacas como mucho una bala, y antes sobraba”. Por eso, se están viendo obligados a comprar paja y forraje, que tienen que traer de fuera de España. Si el año pasado el kilo de paja costaba 4 o 5 pesetas (porque en el campo la moneda de referencia sigue siendo la antigua), ahora se acerca a 12 (3 céntimos frente a 7).

Así, alimentar una vaca de ternera cuesta estos días tres euros y a una de leche, cerca de seis. “Son unas pérdidas difíciles de soportar”, valora Román Santalla, responsable de Ganadería en la ​Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). “Lo peor está todavía por llegar, muchos van a tener que pedir aplazamientos a proveedores, luego créditos y, como última opción, vender animales para poder sobrevivir”, añade.

placeholder Francisco junto a su hijo en la cooperativa de leche Gaza. (M.Z.)
Francisco junto a su hijo en la cooperativa de leche Gaza. (M.Z.)

Raúl, junto a sus tres hermanos, no se plantea vender sus animales. Intentará aguantar este año con la vista ya puesta en el año que viene: “Vamos a refinanciar la deuda que tenemos y a echar menos de comer a las vacas, tendremos menos producción, pero no podemos hacer otra cosa”.

Desde la cooperativa GAZA, en Zamora, calculan que sus problemas empezarán de cara a septiembre y octubre, porque cuentan con remanentes de paja del año pasado: “Nosotros aguantaremos los precios aunque sea a nuestra costa, pero dentro del sector este año va a ser trágico”, explica Félix Roncero, gerente de la explotación.

A diferencia de la agricultura, donde los precios de cara al consumidor apenas se resentirán, en la ganadería avisan: podrá subir la carne durante al verano. Y eso, en el mejor de los casos. “Si no lo hacen, querrá decir que es el ganadero el que está sufriendo las pérdidas”, considera Santalla.

Temporada incierta para los viñedos

Higinio Gallego y Pablo Domínguez rebuscan entre las columnas de sus viñedos. Hunden sus brazos en la vid y apartan las hojas intentando localizar racimos, planta por planta, sin éxito. Han perdido un cuarto de sus respectivas explotaciones de uva, denominación Tinta de Toro, pero no a causa de la sequía, si no de las heladas de abril, que en dos noches hicieron estragos en estas tierras.

“En algunas zonas he perdido hasta el 90% de las uvas, y en otras hasta el 30%”, cuenta Higinio a los pies de su explotación en Morales de Toro, en Zamora. Las bajas temperaturas de la “helada negra” afectaron de manera desigual, dependiendo de si el sol abrasó las hojas justo horas después de las bajas temperaturas. Apenas recuperados de este escollo, se enfrentan a un futuro incierto por la falta de agua, que puede ser decisiva en la maduración de las uvas que han conseguido abrirse paso. “Estamos ya en julio y no tiene pinta de que esto mejore”, comenta Pablo.

placeholder Higinio y Pablo junto a vides afectadas por la helada.  (M.Z.)
Higinio y Pablo junto a vides afectadas por la helada. (M.Z.)

Rueda, Rioja, Toro… Ninguna denominación de origen se ha salvado de las heladas ni está ahora mismo libre de padecer las sequías. Castilla-La Mancha se lleva la palma con 40.000 hectáreas afectadas. “Afrontamos un año complicado, la previsión es que baje la producción, aunque depende mucho de la segunda parte del año”, explica José Joaquín Vizcaíno, responsable sectorial de COAG. “Las cantidades serán menores, pero la calidad depende de que en las noches de agosto no haya temperaturas muy altas y la planta pueda trabajar la maduración de la uva”.

En los campos ya se dejan ver los primeros efectos de la falta de agua, sobre todo en los viñedos de regadío, que en algunas zonas han bajado el 50% de la producción de vino. En los de secano, como los de Higinio y Pablo, las ramas no se enganchan de una vid a otra porque no tienen ramas suficientes. El mayor temor de los viticultores, si embargo, no es este año, que aún puede salvarse si llueve antes de la vendimia de septiembre. “Cuando hay sequía se resienten los años posteriores porque las vides quedan agotadas, se nota mucho en la producción porque la planta genera más tronco que uvas, la planta se defiende”, comenta Vizcaíno.

Por eso, en Morales de Toro, empezarán ahora a mirar al cielo, en busca de lluvias que les salven el año y los que están por venir. “Aquí, la nómina son las viñas, casi todos vivimos de esto. Sea vendimiando o con terrenos, todo el pueblo depende del agua”, cuenta Domínguez.

Lorenzo Rivera mira todos los días al cielo. Cuando se levanta, escruta las nubes en busca de atisbos de lluvia. Nada. Y así, semana tras semana. “Ya no hay solución, este año hemos perdido dos tercios de la cosecha, llevo toda la vida en el campo y nunca había visto una sequía igual”, se lamenta este agricultor de Peleas de Abajo, en Zamora.

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