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Iglesias hace la pinza con Rajoy para ser jefe de la oposición ante el ausente Sánchez
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LA MOCIÓN DE CENSURA LO RECONCILIA CON ERREJÓN

Iglesias hace la pinza con Rajoy para ser jefe de la oposición ante el ausente Sánchez

La estrategia de Rajoy provocó que la moción se convirtiese en un duelo parlamentario entre el presidente e Iglesias, a quien otorgó la carta de naturaleza como líder de la oposición

Foto: Pablo Iglesias pasa por delante del jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, para subir a la tribuna del Congreso durante la moción de censura. (Reuters)
Pablo Iglesias pasa por delante del jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, para subir a la tribuna del Congreso durante la moción de censura. (Reuters)

Mariano Rajoy mantuvo hasta el último minuto la incógnita sobre su estrategia a seguir en la moción de censura, sin desvelar si iba a intervenir y, en caso de hacerlo, en qué momento y con qué intenciones. Como comienza a ser costumbre en el presidente del Gobierno, finalmente sorprendió a propios y extraños pidiendo la palabra tras la intervención inicial de la portavoz de Unidos Podemos, Irene Montero, tratando así de romper el debate y tomar la delantera a Pablo Iglesias, quien tuvo que defender 'a posteriori' el programa alternativo de Gobierno. Su decisión provocó que la moción de censura se convirtiese en un duelo parlamentario de alto vuelo entre el presidente y Pablo Iglesias, al que por consiguiente otorgó carta de naturaleza como líder de la oposición.

[Siga en directo la moción de censura]

Cara a cara de Iglesias y Rajoy en el debate de la moción de censura

Ambos políticos se sintieron a gusto con este juego, polarizando y confrontando sus modelos de país, antagónicos, y a la postre realizando una pinza al PSOE, el principal partido de la oposición en número de diputados. Si algo unió a Rajoy e Iglesias durante su confrontación en la moción de censura, fue el interés mutuo en relegar a los socialistas de su papel como líderes de la oposición, que por las características que adquirió el debate quedaron en un embarazoso plano secundario. Máxime con un Pedro Sánchez ausente, que ni siquiera presenció el debate desde la bancada de invitados. La situación vivida en la Cámara no agradó a los diputados socialistas, quienes incluso mostraron su particular disgusto asegurando que el cariz que adquirió la moción de censura no hacía más que beneficiar y reforzar al presidente del Gobierno.

Desde las filas de Unidos Podemos, sin embargo, respiraron tranquilos, al evitar que su moción de censura se convirtiese en un mero trámite parlamentario, ninguneada por la mayoría del Congreso y sin credibilidad. Sin la contribución de Mariano Rajoy, que se tomó esta iniciativa parlamentaria como lo que es, un mecanismo excepcional al que solo se había acudido en dos ocasiones desde la Transición, al contrario de lo vivido hace solo una semana en la Asamblea de Madrid durante la moción de censura a Cristina Cifuentes. Tanto fue así, que se protagonizó un ping-pong parlamentario con hasta ocho réplicas y contrarréplicas entre Rajoy e Iglesias, una dinámica que solo pudo parar la presidenta del Congreso, Ana Pastor, al decretar un receso cuando rozaban ya las cinco de la tarde.

Rajoy e Iglesias se sintieron cómodos polarizando y confrontando sus modelos de país, antagónicos, con cierta complicidad para hacer la pinza al PSOE

No hubo elementos evidentes por los que se pueda decantar la balanza hacia uno u otro, pero al margen de las subjetividades sobre quién se llevó la victoria, en cualquier caso ajustada, lo que quedó claro es que Rajoy e Iglesias fueron cómplices a la hora de erigirse en los únicos protagonistas de la moción. La polarización no deja de beneficiar tanto al PP como a Unidos Podemos, lo cual ya practicaron con cierta complicidad en la pasada campaña electoral, la del frustrado sorpaso, en la que los populares centraron el blanco de sus ataques en los podemistas y estos hicieron lo propio con el partido del Gobierno. Pedro Sánchez quedó arrinconado entonces. Prácticamente ignorado por sus rivales políticos, que a lo sumo le ofrecieron una mano tendida, aunque posiblemente envenenada para sus expectativas tras la investidura fallida, como fue el caso de Pablo Iglesias.

La historia volvió a repetirse, quizá como farsa para el resto de la oposición, ausente, mientras los minutos de oro de la tercera moción de censura presentada en la democracia, el protagonismo y, sobre todo, la puesta sobre la mesa de dos modelos alternativos para España llevaron los sellos de PP y de Unidos Podemos. Iglesias contó con tiempo ilimitado para desgranar su programa de Gobierno, se mostró presidenciable, incluso colocándose en ocasiones el sombrero de estadista, y única alternativa a Rajoy.

Rajoy optó por otorgar a Iglesias carta de naturaleza como líder de la oposición, matando a Pedro Sánchez antes incluso de que vuelva a renacer

"Hoy hemos visto un Pablo estadista, un Pablo que ha planteado con mucha seriedad un programa de gobierno completo y transversal", comentaban desde la dirección del partido minutos después del debate. A ello añadían que, "después de ver a un Rajoy con muchas dificultades para defenderse y mucho menos talentoso que en otras ocasiones", el líder de Podemos había encontrado "el momento perfecto para presentar las medidas del programa de gobierno, de su propuesta de país". Unas valoraciones que dan buena cuenta de que, aunque la moción de censura está abocada al fracaso al no contar con los 176 votos necesarios para salir adelante, ha triunfado para los intereses de la formación, de su candidato para la próximas elecciones, y, todo ello, gracias a la connivencia de Rajoy, que optó por salir al ruedo matando a Pedro Sánchez antes incluso de que vuelva a renacer.

La reconciliación con el errejonismo

Las campañas electorales cohesionan a los distintos sectores que se alojan en la vida interna de los partidos. En el caso de la moción de censura de Unidos Podemos, con una preconcebida estrategia errejonista y en clave preelectoral, al plantearla no con vistas a ganarla sino a impulsar la candidatura de Pablo Iglesias a la presidencia del Gobierno, tratando de imitar el impacto ganador de la presentada por Felipe González contra Adolfo Suárez en 1980, el 'efecto reconciliación' ha sido doble. El cierre de filas interno, entre pablistas y errejonistas, se vislumbró ya desde que la dirección del grupo confederal anunció en rueda de prensa, el pasado 27 de abril, su intención de recurrir a este mecanismo parlamentario, aunque aparecieron pequeñas discrepancias al calor del desmarque de Compromís.

Más allá de las diferencias de matiz sobre cuestiones técnicas como la fecha de presentación de la moción, que se tradujeron en temor tras la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE, la reconciliación entre el líder de Podemos y quien fue su número dos hasta la asamblea de Vistalegre II, Íñigo Errejón, quedó clara en las formas, el contenido y hasta la estética con que la formación encaró este histórico reto parlamentario. Iglesias llevó a la práctica los principales mantras de la estrategia errejonista: primar las propuestas por encima de la crítica gruesa o la espectacularización de la política, dibujar las aspiraciones de "la España que viene" y, en definitiva, apostar por "demostrar" a los no convencidos la supuesta "solvencia" de Gobierno —en este caso, se utilizó para ello el "ejemplo" de los ayuntamientos del cambio— y hacer hincapié en el valor de las instituciones para realizar oposición al PP.

Iglesias llevó a la práctica los principales mantras de la estrategia errejonista

La oferta de mano tendida a los socialistas, concretamente al 'nuevo PSOE', sin una sola referencia a la tan mentada 'triple alianza' que formarían PP, PSOE y Ciudadanos, también es el reflejo del sello errejonista. La serenidad, la transversalidad, la referencias patrióticas, el tono 'presidenciable' y todo lo que rodeó la puesta en escena del líder de Podemos rompen asimismo con la tendencia de los últimos meses, adoptando un nuevo perfil que Iglesias pretende mantener el resto de la legislatura, dejando a la portavoz Irene Montero el papel de 'azote del Gobierno'.

La moción de censura ha acelerado unos cambios en la vida interna de Podemos —dejando atrás la guerra fratricida— que se intensificarán además con el salto de Errejón y su guardia pretoriana a la Comunidad de Madrid, como candidato del partido contra Cristina Cifuentes. Los numerosos elogios que recibió Iglesias desde el sector errejonista, con el que había roto hace meses, principalmente por recuperar una cierta transversalidad, atisban el inicio de una nueva fase en Podemos, más orientada a la colaboración entre las distintas corrientes que a la competición.

Mariano Rajoy mantuvo hasta el último minuto la incógnita sobre su estrategia a seguir en la moción de censura, sin desvelar si iba a intervenir y, en caso de hacerlo, en qué momento y con qué intenciones. Como comienza a ser costumbre en el presidente del Gobierno, finalmente sorprendió a propios y extraños pidiendo la palabra tras la intervención inicial de la portavoz de Unidos Podemos, Irene Montero, tratando así de romper el debate y tomar la delantera a Pablo Iglesias, quien tuvo que defender 'a posteriori' el programa alternativo de Gobierno. Su decisión provocó que la moción de censura se convirtiese en un duelo parlamentario de alto vuelo entre el presidente y Pablo Iglesias, al que por consiguiente otorgó carta de naturaleza como líder de la oposición.

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