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Muchas horas de hambre, bostezos, machismo... y "mujeres sumisas"
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Muchas horas de hambre, bostezos, machismo... y "mujeres sumisas"

La moción de censura planteada por Unidos Podemos no tenía ningún recorrido y todos lo sabían. “Esto es una pérdida de tiempo”, se escuchó tanto en la tribuna como en el patio del Congreso

Foto: Los diputados de Unidos Podemos aplauden a Irene Montero tras su intervención en la moción. (Reuters)
Los diputados de Unidos Podemos aplauden a Irene Montero tras su intervención en la moción. (Reuters)

La desgana se hizo evidente en las primeras horas. En algunos casos, fue incluso aburrimiento. No tanto por los bostezos —presentes en muchos momentos— sino por los comentarios de sus señorías en los pasillos del hemiciclo. Y, sobre todo, porque la moción de censura planteada por Unidos Podemos contra el Gobierno de Mariano Rajoy no tenía ningún recorrido y todos lo sabían. “Esto es una pérdida de tiempo absoluta”, se escuchó tanto en la tribuna como en el patio del Congreso. Once horas de un debate polarizado por el presidente del Gobierno y los dirigentes morados —primero Irene Montero y después Pablo Iglesias—, y un receso que no llegó hasta que el reloj marcaba las cinco de la tarde, con diputados y periodistas hambrientos… y no de información precisamente.

La presidenta de la Cámara Baja, Ana Pastor, cortó la sesión tras ocho intervenciones de toma y daca entre el jefe del Gobierno y el candidato a sustituirle, siendo esta la decisión más aplaudida por todos los allí presentes. El descanso duró una hora; hubo quien salió a reponer fuerzas a algunos restaurantes colindantes —por ejemplo, María Dolores de Cospedal, Fátima Báñez o Íñigo Méndez de Vigo— y quienes se quedaron en las dependencias parlamentarias fiando su almuerzo al ‘catering’ del Congreso, como hicieron el propio Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, que aguantaron toda la mañana en sus escaños, incluida la retahíla de casos de corrupción e imputados bajo las siglas del PP narrada por los dirigentes de Podemos, a base de algún ‘snack’ de frutos secos.

La intervención de Irene Montero duró algo más de dos horas y sirvió para que Albert Rivera se levantara varias veces a por cafés, que fue acumulando en el escaño mientras los ministros de Rajoy se entretenían con el movil, el iPad y, en algún caso, con libros. Fue el caso del titular de Educación, que en concreto y para los que tuvieran curiosidad, anduvo leyendo ‘Cervantes y el trasfondo jurídico del Quijote’ y ‘Tenemos que hablar de muchas cosas’, obra de Miguel Hernández. La mayor parte de los diputados morados apoyaron a su portavoz con mucha atención y uniformados con camisa blanca después de que Iglesias les ordenara vestir “colores claros” para transmitir moderación y serenidad. La misma que él trató de mostrar buscando un perfil más presidenciable y basándose en algunos de los ejes del ‘errejonismo’.

La supuesta relación sentimental entre Iglesias y Montero también dejó su huella en el debate de la moción. Primero, por el tremendo lío organizado por la diputada gallega popular, Ana Vázquez Blanco, cuando tuiteó sin tapujos lo siguiente: “Hoy es un día importante para los novios de Podemos. Novia, Irene Montero, con zapatos de tacón; y novio, Pablo Iglesias, con chaqueta”. Pocos minutos después, lo borraba ante la avalancha de críticas y reproches en la red social. Pero al término de la intervención de Montero y cuando la portavoz recibía aplausos de su bancada y un abrazo del secretario general —y más tarde de otros de sus colegas de partido—, se escucharon expresiones entre diputados del PP a modo de mofa romántica: “Oooh”, rezaron como si de un cómic se tratara.

Montero ya había lanzado acusaciones de machismo a los populares antes de ese momento, pero no fue la única que llamó machista a un diputado en la Cámara Baja. Ya por la tarde, en el turno del Grupo Mixto, la portavoz de Coalición Canaria, Ana Oramas, hacía lo propio dirigiéndose a Pablo Iglesias para, además, reprocharle “el tonito”. “A usted ya sabemos que no le gustan las mujeres no sumisas”, lanzó la canaria entre aplausos del PP.

En general, las únicas bancadas que se hicieron notar fueron las de PP y Podemos. Las otras pasaron más bien desapercibidas, entre vagas menciones. En la bancada socialista, se refirieron más al único ausente (el secretario general renacido, Pedro Sánchez), y en el caso de los centristas, Iglesias criticó la asistencia de Rivera a un foro invitado por José María Aznar. Pero los naranjas no entraron al trapo, ni siquiera en la gesticulación. No se les escuchó y su turno llegará este miércoles, cuando los principales grupos de la Cámara saldrán a la palestra. Ni siquiera los republicanos catalanes cobraron gran protagonismo hasta el final de la jornada, cuando fue el turno de Joan Tardà, y éste lo aprovechó para pronunciar un auténtico mitin a favor de la "desobediencia" y del referéndum "que se celebrará sí o sí el 1 de octubre". Tampoco la camiseta de Gabriel Rufián, imán de comentarios y polémicas varias, con el lema "Nostros Sí Podemos", causó demasiado furor.

Como en todo gran acto en sede parlamentaria… la tribuna de invitados se llenó rápidamente. Lo sorprendente es que solo hubo asistentes por parte de Unidos Podemos. Ningún otro grupo contó con la presencia de dirigentes de su partido —se vio a la vicesecretaria popular, Andrea Levy, en los pasillos—. “No viene nadie. Para qué venir. Para ver el 'show' de la semana”, fue el único argumentario compartido por partido del Gobierno y oposición. Faltaron las regidoras de Madrid y Barcelona, pero en su lugar acudieron la portavoz Rita Maestre, el concejal madrileño de Economía, Carlos Sánchez Mato, y el primer teniente de alcaldesa de la ciudad condal, Gerardo Pisarello.

Entre el resto de invitados, muchos de los llamados ‘alcaldes del cambio’ —como ya contó este diario—: Xulio Ferreiro (A Coruña) —que se decidió por jugar a ‘Candy Crush’, todo un clásico en el Congreso, incluso durante la intervención de Montero—, Pedro Santisteve (Zaragoza), José María González 'Kichi' (Cádiz), Martiño Noriega (Santiago de Compostela), Dolors Sabater (Badalona), Jorge Suárez (Ferrol) y Pedro del Cura (Rivas Vaciamadrid). Al otro lado, el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, el fundador de este partido Juan Carlos Monedero y el exJemad Julio Rodríguez. Estuvieron también las presidentas de los parlamentos de Aragón y Navarra, Violeta Barba y Ainhoa Aznárez. También el secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo.

La desgana se hizo evidente en las primeras horas. En algunos casos, fue incluso aburrimiento. No tanto por los bostezos —presentes en muchos momentos— sino por los comentarios de sus señorías en los pasillos del hemiciclo. Y, sobre todo, porque la moción de censura planteada por Unidos Podemos contra el Gobierno de Mariano Rajoy no tenía ningún recorrido y todos lo sabían. “Esto es una pérdida de tiempo absoluta”, se escuchó tanto en la tribuna como en el patio del Congreso. Once horas de un debate polarizado por el presidente del Gobierno y los dirigentes morados —primero Irene Montero y después Pablo Iglesias—, y un receso que no llegó hasta que el reloj marcaba las cinco de la tarde, con diputados y periodistas hambrientos… y no de información precisamente.

Mariano Rajoy Irene Montero
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