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Sánchez arrolla a Díaz y gana el poder de un PSOE roto y con los barones en contra
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LA LUCHA DEL 39º CONGRESO FEDERAL

Sánchez arrolla a Díaz y gana el poder de un PSOE roto y con los barones en contra

El reelegido secretario general derrota a la presidenta andaluza y a todo el 'establishment' del partido. Se abre un escenario inédito, en el que Sánchez tiene muchos frentes abiertos. Ninguno fácil

Foto: Pedro Sánchez celebra la victoria en las primarias con su equipo en Ferraz, este 21 de mayo. (Reuters)
Pedro Sánchez celebra la victoria en las primarias con su equipo en Ferraz, este 21 de mayo. (Reuters)

Hace menos de una semana, Pedro Sánchez comentaba con un grupo de periodistas no solo que ganaría las primarias del PSOE. No. Anticipó que la diferencia sería clara, contundente, y para nada reñida ni al borde del sofoco, y que se impondría en todas las federaciones, a excepción de Andalucía, en la que la victoria se la adjudicaría Susana Díaz, y Euskadi, donde el tanto se lo apuntaría Patxi López. El exlíder derrochaba seguridad, una convicción total. Podía parecer una fanfarronada, un juego de despiste propio de una campaña electoral interna.

[Mapa de resultados de las primarias por provincias]

Pero no fue así. Sánchez atinó. De pleno. Este domingo reconquistó el poder de Ferraz. Se hizo de nuevo con la secretaría general del PSOE a lomos de la rebeldía de los militantes. De forma inapelable. Cumplió su misma profecía: venció por más de 10 puntos de ventaja sobre su directa rival (50,21% frente al 39,94%, al 99,23% escrutado), la aventajó en más de 15.000 papeletas, superó su propia cifra de avales (cosechó más de 74.000 votos, por las 53.692 firmas validadas), todo lo contrario que Díaz, y se impuso en todas las federaciones, salvo Andalucía, que quedó para la presidenta de la Junta, y Euskadi, que siguió fiel a su exlendakari Patxi López. Ni siquiera Aragón, que al comienzo del recuento caía del lado de Díaz, se resistió a la fuerza del madrileño. Él también se impuso allí. Su triunfo es aún más amplio que el de 2014: entonces recabó el 48,67% de los sufragios, y ahora superó la barrera psicológica del 50%. Mayoría absoluta. Y encima la participación fue mayor. Abrumadora: del 79,90% (hace tres años, del 66,76%).

Pero ese triunfo categórico no mitiga la imagen de un PSOE absolutamente roto, destrozado por una cruentísima batalla interna, y que ahora él deberá liderar otra vez con unos mimbres muy distintos a los que cimentaron su primera victoria, la de 2014. Si hace tres años fue acunado por los poderes orgánicos e impulsado por la propia Díaz, ahora no solo la tendrá enfrente —por mucho que ella deba replegarse a los cuarteles de invierno y tenga que asumir el escozor de una humillante derrota—, sino que también tendrá que bregar con la hostilidad de los barones y los notables del PSOE, que se alinearon sin pestañear con ella y ahora han visto cómo la fuerza imprevista de Sánchez, la que nunca quisieron ver, también los ha acabado arrollando.

Sánchez se impone en todas las federaciones, salvo en Andalucía y Euskadi, supera la barrera del 50% de los votos y cosecha más papeletas que avales

Porque el ‘establishment’, ese altar socialista integrado por figuras de peso como los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, o Alfredo Pérez Rubalcaba, o un nutrido ramillete de exministros, o las decenas y decenas de alcaldes y cargos orgánicos y públicos que respaldaron a la que partía como favorita, también ha sido derrotado. La administración de esa fractura será la primera tarea del resucitado líder. Aunque por ahora tendrá una obligación más urgente: elegir nuevo portavoz parlamentario, dada la rápida dimisión presentada por Antonio Hernando en cuanto los datos confirmaron su triunfo. Pero los contornos del PSOE del futuro, sea el que sea, están por perfilar. Y hasta la propia segunda etapa de Sánchez en el poder es una incógnita. Él goza de una legitimidad potentísima y se reivindica como un dirigente “nuevo”. Resucitado y reinventado.


"¡Susanista el que no bote!"

"Vamos a hacer lo indecible por acabar con la corrupción del PP, por mejorar sus vidas y cambiar el rumbo del país [...]. Este es el kilómetro cero de algo mucho más importante”, el arranque de un PSOE que “se pone al servicio de la mayoría social”. “Hoy empieza todo. No acaba nada. Me comprometo a ser el secretario general de todos los socialistas”, gritó exultante, rodeado de su equipo (y de su esposa, Begoña Gómez), llamando a la unidad, porque ese “PSOE unido” es lo que más teme el PP, dijo, y lo que más puede hacer que el partido ponga “rumbo a La Moncloa”.

[¿Quién mató a Susana Díaz?]

Pero recomponer las costuras no será sencillo. Es cierto que los en torno a 300 militantes congregados en la sala Ramón Rubial de Ferraz gritaban “¡Unidad, unidad, unidad!” en la proclamación de Sánchez —cerrada, cómo no, por 'La Internacional', el himno de campaña—, pero también que minutos antes abuchearon a Díaz cuando él la citó y que vociferaron un “¡Susanista el que no bote!” en varias ocasiones. La rebelión de las bases que le ha aupado al poder no se contraerá rápidamente. Ese fue el movimiento tectónico que los barones y los ilustres e históricos del PSOE no detectaron, pese a todas las alarmas. Siempre las despreciaron, convencidos de que en esa ola no se habían subido solo militantes con carné.

"Este es el kilómetro cero de algo más importante, hoy empieza todo, no acaba nada", dice, proclamándose como secretario general de "todos"

Sánchez se puede felicitar por la magnitud de su victoria. En todos los sentidos. Sus porcentajes de apoyo son rotundos en todas las federaciones. Su techo, el 81,90% de Cataluña, prueba de la entrada de su mensaje en un territorio amigo como el PSC. Pero ahí estaba el 63,07% con el que goleó al ‘president’ valenciano, Ximo Puig; o el 53,41% que hizo tragarse a Javier Fernández, presidente de Asturias y de la gestora; o el 49,15% que encajó al extremeño Guillermo Fernández Vara; o el 48,32% que coló a Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha; o el 45,86% con el que se impuso al aragonés Javier Lambán. Más aún: Sánchez ganó en 38 provincias y Díaz, solo en 12 (las ocho andaluzas, más Ávila, Cuenca, Huesca y Badajoz), y en otras dos (Vizcaya y Guipúzcoa) fue primero López. Todos los barones fracasaron en sus territorios. Todos resultaron trasquilados, todos sufrieron un severo correctivo por parte de unas bases a las que demostraron no conocer. Y ya lo dijo el líder electo hace unos días en la SER: si ellos perdían, tendrían que “revisar” el apoyo del que gozan en sus federaciones. La única salvada es la balear Francina Armengol, que a última hora cambió de caballo: su apoyo inicial a López se transformó en respaldo decidido a Sánchez.

Pedro Sánchez: “Hoy empieza todo. No acaba nada”

Saber qué ocurrirá con los presidentes susanistas será, de hecho, una de las primeras derivadas de estas primarias del 21-M. Ahora ellos saben que Sánchez les ha doblado el pulso, pasando por encima de los teóricamente potentes aparatos regionales. Y son conscientes de que en la segunda vuelta del cónclave federal, que son los sucesivos congresos autonómicos, pueden ver amenazado su poder. El dirigente madrileño sí ha avisado que él quiere un PSOE “de militantes, y no de notables”, pero a la vez, en la última semana, prometió que no alimentaría “movimientos desestabilizadores” en los territorios. Pero aún quedan semanas para saber si ese compromiso es cierto o no.


La segunda vuelta

El futuro de los barones dependerá también de qué ocurra incluso en el 39º Congreso Federal, el 16, 17 y 18 de junio. Este domingo solo se ventiló el liderazgo, pero ahora se abre el periodo de un mes en el que el PSOE tendría que apaciguarse y ordenarse internamente. El cónclave de junio será su primera prueba de fuego real, donde podrá testar si el partido rema o no con él. La elección del millar de delegados, que se formalizará el próximo fin de semana, sí depende directamente de los aparatos provinciales, en manos de dirigentes susanistas en su mayoría. Sánchez deberá componer una ejecutiva integradora que pase el filtro del congreso, pues si recibe mucha contestación, será una muesca muy importante en su etapa.

En su hoja de deberes, colocar a susanistas y patxistas —el exlendakari sí se mostró más conciliador y se puso a disposición del vencedor, como había prometido—, aunque ya ha dicho que exigirá "lealtad" y que en todo caso evitará que le pueda dimitir la mitad más uno de su dirección, como ocurrió en septiembre. Esa afirmación ya anticipa que se rodeará de sus máximos colaboradores, de su núcleo cercano, el que le ha acompañado en este viaje épico. Una nómina en la que figuran los diputados Adriana Lastra y José Luis Ábalos —coordinadores ambos de su campaña—, Santos Cerdán, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, Paco Salazar, Luisa Carcedo, Óscar Puente, Susana Sumelzo, Margarita Robles, Zaida Cantera...

La primera prueba de fuego real vendrá en el 39º Congreso, dentro de un mes, y ante el grupo en la Cámara Baja, mayoritariamente susanista

También deberá consensuar la lista de integrantes del comité federal, pues de lo contrario podría exponerse a una candidatura alternativa. Otra tarea del congreso será aprobar una ponencia marco que recoja las propuestas reflejadas en el proyecto sanchista, y que superan con creces los límites del documento oficial, desde lo relativo a la relación con Podemos hasta el modelo de Estado o el rediseño orgánico. En todos estos escenarios influirá la voluntad o no de sus rivales de presentarle batalla y obligarle a renunciar a sus posiciones de máximos.

Pedro Sánchez posa con sus dos rivales tras ganar las primarias socialistas

La siguiente prueba, tras el congreso, se librará en el grupo parlamentario, mayoritariamente susanista. Sánchez espera que los diputados se resitúen y viren del lado del triunfador, pero costará. Ahora tendrá que nombrar al sustituto de Antonio Hernando, siquiera interinamente. Su situación era insostenible, ya que la semana pasada el exlíder había dejado muy claro que no lo quería más como jefe de filas de los socialistas en la Cámara Baja. Para el puesto, Sánchez podría ubicar a alguno de sus fieles: la asturiana Adriana Lastra cotiza al alza, igual que el valenciano José Luis Ábalos. Pero que destine a alguno de ellos a la portavocía dependerá del encaje que haga con su ejecutiva. Y ambos también podrían ser pesos pesados de su dirección.

Otra opción sería Margarita Robles, que tiene la contraindicación de que al ser magistrada en excedencia no tiene carné del PSOE, aunque sí ha sido una importante activista de su candidatura. Todo ello con una novedad: por primera vez en democracia, el líder de los socialistas no tendrá escaño en la Cámara Baja: renunció a él en octubre para evitar abstenerse ante Mariano Rajoy. Él no cree que eso sea un hándicap.

La militancia devuelve a Pedro Sánchez al liderazgo de socialistas españoles

La relación con Podemos

Pero en estas primarias no solo estaba en juego el liderazgo. Era mucho más lo que estaba sobre la mesa. El ser o no ser del propio PSOE. Se enfrentaban dos dirigentes que no se molestan en disimular su enemistad y recelo profundo —y eso se vio en la foto de los tres candidatos, con una Díaz hundida, sin ser capaz de mirar al ganador ni de darle un abrazo—, pero también dos modelos de partido, dos estrategias distintas de alianzas y dos formas de intentar buscar la remontada electoral. Sánchez, a juicio de sus críticos, quiere un partido más “asambleario” (él dice que quiere dar más voz a la militancia), “podemizado” (pero él clama que quiere un acercamiento con la formación de Pablo Iglesias, visto que el pluripartidismo no va a desaparecer de la noche a la mañana) y más echado a la izquierda (él esgrime que quiere “resituar” al PSOE en la izquierda, que sea el referente de los millones de progresistas del país).

En juego están el modelo de partido, la estrategia de alianzas o la remontada electoral. Y para sustituir a Hernando: Lastra o Ábalos

Sánchez ha dicho en todo momento que, si ganaba, nacería un "nuevo PSOE", capaz de volver a ser primera fuerza en el país, capaz de ilusionar a los votantes. Está por ver si espanta la amenaza de Podemos, como todas las encuestas han venido reflejando, o eso no era más que un espejismo, dado que, por mucho que él no lo recuerde, le preceden dos humillantes derrotas electorales.

Pedro Sánchez celebra su victoria en el balcón de Ferraz

El PSOE deja atrás, al menos por ahora, el bochorno del 1 de octubre. Pero no la división. El camino está por escribir. El partido está roto, muy roto. Los militantes sanchistas siguen en pie de guerra, enchufados al discurso del líder. Los barones, en entredicho. Y un Sánchez pendiente de resetear y de demostrar que es el mismo Sánchez que antaño o ha cambiado realmente. Sus críticos estaban seguros de que, si él vencía, el PSOE implosionaba, se dirigía a su "destrucción". Habrá que ver si ese apocalipsis llega, si Díaz y los suyos digieren la derrota, si el ruido de la batalla cesa. Lo único cierto es que el PSOE se asoma a un escenario inédito. A la ruptura con el pasado. Porque si algo quedó claro es que los militantes no querían continuidad. No querían a Díaz. Querían rescatar a Sánchez y devolverlo al trono de hierro de Ferraz. La furia por la abstención al PP y por el “derrocamiento” del 1 de octubre hizo el resto.

Los principales datos, al 99,23% escrutado

-Censo escrutado: 99,23%

-Votos emitidos: 148.937 (79,90%)

-Votos nulos: 125 (0,08%)

-Votos en blanco: 977 (0,66%)

-Votos válidos a candidatura: 147.835 (99,34%)

 

-Pedro Sánchez: 74.223 (50,21%), 20.531 papeletas más que avales. 

-Susana Díaz: 59.041 (39,94%), 1.190 sufragios menos que avales. 

-Patxi López: 14.571 (9,85%), 3.705 votos más que avales. 

 

Sánchez se impone en Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Extremadura, Galicia, La Rioja, Madrid, Murcia, Navarra, Comunidad Valenciana, Ceuta, Melilla y Europa. Díaz gana en Andalucía y la federación de América, y López vence en su tierra, Euskadi. 

Hace menos de una semana, Pedro Sánchez comentaba con un grupo de periodistas no solo que ganaría las primarias del PSOE. No. Anticipó que la diferencia sería clara, contundente, y para nada reñida ni al borde del sofoco, y que se impondría en todas las federaciones, a excepción de Andalucía, en la que la victoria se la adjudicaría Susana Díaz, y Euskadi, donde el tanto se lo apuntaría Patxi López. El exlíder derrochaba seguridad, una convicción total. Podía parecer una fanfarronada, un juego de despiste propio de una campaña electoral interna.

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