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“Nadie sospecha de una mujer detective”
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Cada vez están más presentes

“Nadie sospecha de una mujer detective”

Las detectives van poco a poco abriéndose paso en un oficio donde la figura masculina ha prevalecido durante décadas, a pesar de las ventajas de su género

Foto: Las tres detectives charlando en un café de Madrid. (Foto: Enrique Villarino)
Las tres detectives charlando en un café de Madrid. (Foto: Enrique Villarino)

En España se calcula que de los 800 detectives privados que hay en activo solo un cuarto son mujeres, aunque su presencia está aumentando, gota a gota, en un sector dominado y estereotipado tradicionalmente por hombres.

“Hay muchas oportunidades porque somos muy pocas y la gente sospecha menos de nosotras, así que es más fácil conseguir información”, explica Eva Grueso, que lleva desde los 17 años camuflándose en distintos personajes y coartadas para cazar la prueba clave. “Algunos clientes lo prefieren, te dicen: de ti no sospecharán”.

Junto a ella asiente Francis Cáceres, otra veterana que recuerda la vez que se hizo pasar por embarazada en apuros para fotografiar el interior de una casa con muebles robados, usando a su favor un arma reservada para el sexo femenino: “Suele funcionar muy bien hacerse la indefensa o la tonta para conseguir información”.

La agilidad mental, la discreción y el saber mimetizarse son cualidades imprescindibles para ser detective

Sin embargo, la imagen de la gabardina tras el periódico es aún muy difícil de desmontar: “Hay mucho mito, no somos Sherlock Holmes”, se defiende Virginia Calvo, una detective que lleva año y medio en la profesión, atraída por un mundo que ya conocía como analista de fraudes. Ella simboliza una nueva generación con más presencia femenina, pero que aún tiene un largo camino para alcanzar en el ejercicio la paridad conseguida ya en la formación.

Agilidad mental y discreción

Un día en la vida de una detective puede empezar siguiendo a un investigado a su trabajo, continuar en las barranquillas con otro caso de drogas y terminar en una fiesta de etiqueta. Por eso las tres coinciden en que la agilidad mental es la cualidad imprescindible para dedicarse a este oficio. “Las situaciones son inesperadas y como no tengas capacidad de reacción estás perdida”, cuenta Virginia mientras apura un café con leche en una cafetería de Madrid.

Los casos en los que el personaje está previamente calculado suelen ser los menos comunes, por lo que la discreción y el saber mimetizarse con el entorno se convierten en herramientas necesarias en cualquier seguimiento. Sobre todo, en el momento más temido de cualquier detective: ser descubiertas. “Una vez un investigado me paró por la calle y me dijo: me estás siguiendo. Yo me hice la indignadísima y le dije que estaba loco. Me fui de allí como pude, me temblaban las piernas”. En esas situaciones es un compañero el que retoma el seguimiento o la vigilancia.

“Lo más importante es ser natural: si el investigado se detiene, seguir caminando, ¡y no esconderse detrás de las papeleras!”, dice Francis. “En eso también es más fácil para nosotras: nadie sospecha de dos mujeres charlando durante una hora en un coche o una esquina. Además, una mujer tiene más complementos que un hombre: yo con un pañuelo y unas gafas soy otra”, añade Virginia.

Eva, con una camisa de flores y un maquillaje colorido, cuenta que desde hace años tiene dos armarios: el de colores vivos para cuando no está de servicio y el “uniforme” de detective, dominado por los tonos azules, grises y negros. Ella se niega a abandonar la calle, pero la situación de cada profesional es diferente según sus intereses y especialización.

Cuando me dijo que le habían despedido ya lo sabía, sin embargo, él a día de hoy todavía no sabe quién era yo

Virginia, centrada sobre todo en temas económicos, prefiere la comodidad de su oficina, y personifica las nuevas posibilidades que la tecnología ha traído a la profesión. “Hoy en día con las redes sociales puedes hacer muchas cosas sin tener que realizar seguimientos”. A través de Internet es capaz de identificar al investigado con una foto reciente sin tener que vigilar su casa o conocer sus gustos para establecer una relación ficticia con la que conseguir información. Por ejemplo, en una ocasión le fue de utilidad descubrir que un investigado era un aficionado a los videojuegos: “Dejé un mensaje en un foro donde escribía y no tardó ni tres minutos en contactarme”. Con el tiempo terminaron hablando de todo, también de la baja por la que le investigaba su empresa. “Cuando me dijo que le habían despedido yo ya lo sabía, sin embargo él nunca sospechó y a día de hoy todavía no sabe quién era yo”.

Servicios de psicología

Eva y Francis, las más veteranas, suspiran al recordar las veces que una investigación ha llegado a convertirse en personal a lo largo de su carrera. “Tengo un caso de una mujer que por una enfermedad se fue de casa y le acabaron quitando la custodia de sus hijos. Me contrató solo para saber cómo están, en qué colegio estudiaban, si iban a clase... Y claro, con el tiempo te implicas”, reconoce Eva, que además ha sido durante ocho años presidenta de la Asociación Profesional de Detectives.

Había confiado en mí plenamente, me había contado todo porque me consideraba su amiga

En otras ocasiones les toca hacer de psicólogas, sobre todo en temas familiares. “Es increíble la cantidad de gente que te cuenta todo, incluso cosas que no son necesarias para la investigación”, reconoce Francis. “A mí alguna clienta me ha llegado a decir que prefiere quedar conmigo que ir al psicólogo”, añade Eva. Otras veces, es con el investigado con el que se establece la relación, como un caso en el que esta detective estuvo infiltrada para demostrar que una trabajadora pasaba información a la competencia. “Jamás se me olvidará la mirada de la mujer cuando me vio en el juzgado; había confiado en mí plenamente, me había contado todo porque me consideraba su amiga”.

Lo que esconde el cliente

Cuando un caso llega a la mesa de su despacho, lo primero que deben decidir es si el tema es legítimo según lo que dicta la ley (es lícito seguir a tu pareja, pero no al vecino del quinto). Sin embargo, sobre el papel, algunas situaciones plantean dudas que dependen de la experiencia e intuición del investigador. “Hay muchos clientes que no te cuentan la verdad. Por ejemplo, padres que te dicen que no pueden ver a sus hijos porque la madre se ha mudado, y puede que sea verdad, o que sea un maltratador que la quiere localizar. Eres tú la que tiene que discernir”, explica Eva, que prefiere no coger trabajos de los que duda.

Sobre los temas más populares, al contrario de la imagen popular, los casos de infidelidades hace tiempo que han dejado de estar entre los más solicitados. “Los tipos de investigación van muy ligados al marco legal del momento, ya no hace falta demostrar una infidelidad para divorciarse, pero ahora hay muchos más trabajos de pensiones conyugales o alimenticias”, cuenta Francis. También influyen en gran medida los temas mediáticos del momento. No hace mucho se pusieron de moda las investigaciones de padres que querían saber qué hacían y con quién iban sus hijos. “Refleja una carencia de la sociedad, una falta de diálogo familiar”, añade Francis. “De adolescentes ninguno contábamos todo lo que hacíamos, pero nuestros padres sabían cuáles eran nuestros amigos”.

Machismo entre compañeros

Cuando Eva se presentó como candidata a la asociación de detectives que lideró durante ocho años, el único argumento de la oposición fue que era “joven y mujer”. Otra vez le intentaron hacer una prueba de conducir al llegar a un despacho -solo a ella-, o le han dicho que prefieren no tener mujeres porque “abandonan la vigilancia para ir al servicio”. A pesar de lo que el género femenino puede aportar a este oficio, reconocen que el machismo ha sido una constante en sus carreras por parte de sus compañeros de profesión. “Estamos muchos años por detrás respecto a otras profesiones, sobre todo por la gente más veterana, que además es la que se relaciona con las instituciones y da esa imagen que interfiere en el avance de la profesión”, explica la detective.

A las discriminaciones reiteradas, se añaden las dificultades de conciliar, por las que muchas abandonan. Otras deciden montar su propio despacho, como Francis: “Cuando tuve a mi hija, en la agencia donde estaba quisieron hacerme un contrato de secretaria, así que decidí ir por mi cuenta”. De vez en cuando sigue saliendo a la calle para quitarse el “gusanillo” y sentir de nuevo la adrenalina en el estómago al conseguir una prueba o ver aparecer al investigado.

Vocación profesional más allá del cine

Lo que ha mantenido a estas mujeres enganchadas a la profesión es, por el contrario, la causa por la que muchos deciden dejarlo, sobre todo en las nuevas generaciones, donde ven menos vocación: “La falta de rutina, el salir de casa y no saber cuándo volverás, que cada día sea un tema distinto…”, enumera Eva. “Pero claro, eso deteriora las relaciones sociales y hay gente que no está dispuesta”. También influye el desconocimiento y la imagen de película de cine negro que muchos tienen sobre el oficio y que ella intenta desmitificar año tras año desde el estrado donde imparte clase: “Cuando te pasas 16 horas en invierno metido en un coche, el romanticismo se pierde”.

Sin embargo, ni Eva, ni Francis, ni Virginia lo cambiarían por nada: “Es tremendamente gratificante, todas las horas de espera merecen la pena porque al final estás ayudando a alguien”, concluye Francis. “Sabes que nunca puedes dejarlo porque es algo que te llena, es vocacional”.

En España se calcula que de los 800 detectives privados que hay en activo solo un cuarto son mujeres, aunque su presencia está aumentando, gota a gota, en un sector dominado y estereotipado tradicionalmente por hombres.

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