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De Cuba a Usera: vida y muerte de Elisa, la juez asesinada que subsistía como pasante
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De Cuba a Usera: vida y muerte de Elisa, la juez asesinada que subsistía como pasante

Tras una fulgurante carrera como magistrada en La Habana, se trasladó a Madrid para labrarse un futuro lejos de la isla, pero tenía que empezar prácticamente de cero

Foto: Elisa C. G.
Elisa C. G.

Elisa C. G. (La Habana, 1985) era un niña alegre, trabajadora, con un hondo sentido del humor, una enorme facilidad para relacionarse y una natural atracción hacia la justicia. Así la recuerdan sus amigos, que destacan su "perspicaz inteligencia", sus "monumentales valores" y su permanente "sonrisa de oreja a oreja". No en vano tenía en su casa dos referentes de gran nivel: una madre luchadora, forense y especialista en medicina legal en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana y un padre abogado, militar, teniente coronel de inteligencia del Ejército de Raúl Castro.

Creció por lo tanto en un ambiente acogedor. Estudió el bachillerato en el Instituto Vocacional Lenin y la carrera de derecho, en la Universidad de La Habana. Pero, como era inquieta y deportista, no se limitó únicamente a estudiar –acabó la licenciatura con un 9,78 de media– durante su estancia en la Facultad de Derecho. También tuvo tiempo para jugar al fútbol sala, hacer amigos por todas partes, seguir practicando el inglés, el francés y el alemán, derrochar sensibilidad social y soñar, como muchos jóvenes de la isla, con vivir en Europa o en Estados Unidos.

Tras graduarse, ejerció como jueza en los tribunales cubanos, donde –como explican quienes compartieron toga con ella– destacó por su "pericia y alto sentido ético". En poco tiempo se convirtió en un "sólido referente profesional" para sus compañeros, explican estos mismos en una carta remitida a un periódico cubano de Miami. Fue magistrada de la Sección Laboral del Tribunal Municipal Popular de La Habana en 2008. Un año después pasó a la Sección Civil y, meses más tarde, a la Penal. En 2010 se trasladó a la Sección de Delitos Económicos y ese mismo año fue nombrada presidenta de la Sección Especial Penal del citado Tribunal Municipal Popular de la capital cubana.

Una carrera fulgurante a la que solo ella misma podía poner freno y por un único motivo, seguir creciendo fuera de Cuba. En 2011 decidió hacer realidad su sueño. Dejó la judicatura y se lanzó a hacer un Máster en Abogacía Internacional en el Instituto Superior de Derecho y Economía (ISDE) de la Universidad de Columbia en Madrid. No lo terminó por motivos económicos, pero la matrícula le permitió quedarse en Madrid y buscar trabajo.

Su título de Derecho obtenido en Cuba, sin embargo, no le permitía ejercer la abogacía en España. Tenía que hacer un curso y un máster para convalidar su licenciatura a las exigencias que impone Bolonia en la Unión Europa. En el periódico encontró un anuncio de un puesto de trabajo que se adecuaba perfectamente a su situación. Euroasia Legal Inmobiliaria necesitaba una asistente para temas jurídicos. Este empleo le permitiría seguir vinculada al derecho y ganar un dinerillo para mantenerse en el piso que había alquilado junto a amigos cubanos de la infancia y poder seguir estudiando para homologar su título y ejercer como abogada en España. Elisa hizo una entrevista y la cogieron.

En Euroasia Legal se dedicó a elaborar escritos judiciales, demandas y contratos, además de resolver las dudas legales de sus clientes, vinculadas la mayoría al derecho de extranjería, laboral, penal, civil e inmobiliario. Pero apenas estuvo cinco meses en esta empresa, de octubre de 2012 a febrero de 2013. Víctor Joel Salas, uno de los socios, decidió montárselo por su cuenta. Puso en marcha el bufete VSalas y Asociados en el 1ºC del número 40 de la calle Marcelo Usera y se llevó a la joven jueza cubana con él para seguir ejerciendo como asistente legal.

Un año después, mientras trabajaba en VSalas, Elisa logró la homologación del grado en la Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila y a comienzos de 2016 culminó el Máster en Práctica de la Abogacía en la Universidad a Distancia de Madrid (Udima), títulos que la habilitaban definitivamente para el ejercicio de la abogacía. El 3 de junio de 2016, el Colegio de Abogados de Madrid la registró como colegiada, lo que ponía la guinda al esfuerzo que tanto ella como sus padres habían realizado para que la chica lograra un futuro próspero fuera de Cuba.

Joel Salas le subió el sueldo y le dio más responsabilidades, pero ella quería volar. Llevaba meses comentando a sus amigos que a su jefe le habían amenazado. No era raro teniendo en cuenta que el dueño del despacho tenía entre sus clientes a personajes un poco conflictivos y con antecedentes penales que en ocasiones provocaban situaciones incómodas e incluso violentas. La chica confesó a su entorno que quería irse del bufete.

Joel Salas le subió el sueldo y le dio más responsabilidades, pero ella quería volar. Había comentado que a su jefe le habían amenazado

Estaba encantada con Madrid, ilusionada y contenta con el ambiente y con sus amigos. Hablaba maravillas de la ciudad cuando telefoneaba a sus padres y a su hermana. Incluso planeaba modos de traerse a esta última, que ejercía como dentista en La Habana. Sin embargo, no veía que el despacho que le había mantenido hasta el momento fuera su puesto de trabajo definitivo. De hecho, la joven actualizó su perfil de LinkedIn con intención de buscar otro puesto de trabajo.

Esta modificación en la red social especializada en empleo la hizo Elisa apenas unos días antes de que un desquiciado se presentara por sorpresa en el despacho. Elisa y Maritza, la secretaria que trabajaba en el bufete, estaban hablando con Pepe, un cliente, cuando un hombre nervioso irrumpió en el inmueble. El "hombre raro" –como lo definió Maritza cuando llamó por teléfono a Víctor para contarle que preguntaban por él– estaba obsesionado con ver al dueño del despacho. Durante un largo rato esperó y presionó a las dos chicas para que viniera.

Adiós a la sonrisa perenne

En un momento dado, el extraño visitante se puso violento, cogió un instrumento que había en el despacho y asesinó a Pepe, a Maritza y a la joven Elisa, cuya sonrisa dejó de brillar para siempre. El autor de la matanza huyó del lugar y los servicios de emergencias no pudieron más que confirmar el fallecimiento de las víctimas. La Policía acordonó la zona y comenzó una investigación que pasó a instruir el Juzgado número 41 de Madrid.

La familia de Elisa se enteró en Cuba de lo que había pasado. Fueron días de angustia, tristeza e impotencia. A pesar de ser gente acomodada en la isla, el viaje era costoso y al alcance de pocos compatriotas. Amigos, vecinos y conocidos hicieron una colecta para pagar el viaje de los padres a España. Durante el mes de julio, la familia permaneció en Madrid para ofrecer su ayuda a los investigadores, tratar de enterarse de lo que estaba pasando e intentar repatriar el cuerpo, algo que no sucederá hasta que no concluyan las pesquisas. El padre y la madre de Elisa fueron a visitar al titular del Juzgado 41, Juan Carlos Peinado, prácticamente a diario, pero el magistrado había decretado el estricto secreto de las actuaciones y su boca estaba sellada.

Los agentes del Grupo V de Homicidios de la Jefatura Superior de Madrid, en cumplimiento de la orden judicial, tampoco podían soltar prenda, a pesar de que solo unos días después de la masacre ya estaban seguros de haber identificado al autor de los hechos. Los funcionarios habían descubierto que el dueño del despacho mantenía una relación sentimental con una chica que residía en Alemania. La pareja de esta última habría descubierto la traición y se habría personado en el bufete de la calle Marcelo Usera con intención de pedir explicaciones a Víctor, que no se encontraba en el inmueble en el momento de la visita.

Las sospechas del Grupo V provocaron que los agentes contactaran con la Policía alemana, que desde el primer momento se mostró sensible con el tema y realizó las gestiones pertinentes para localizar al sospechoso. Sin embargo, la burocracia judicial, la falta de intérpretes que tradujeran la comisión rogatoria y la llegada del inhábil mes de agosto –el magistrado se fue de vacaciones– paralizaron las pesquisas y empantanaron la instrucción del Juzgado 41, que el pasado 22 de septiembre prorrogó por tercera vez el secreto de las actuaciones.

Elisa C. G. (La Habana, 1985) era un niña alegre, trabajadora, con un hondo sentido del humor, una enorme facilidad para relacionarse y una natural atracción hacia la justicia. Así la recuerdan sus amigos, que destacan su "perspicaz inteligencia", sus "monumentales valores" y su permanente "sonrisa de oreja a oreja". No en vano tenía en su casa dos referentes de gran nivel: una madre luchadora, forense y especialista en medicina legal en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana y un padre abogado, militar, teniente coronel de inteligencia del Ejército de Raúl Castro.

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