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Justicia ciega para Larbi: en prisión por robar un móvil pese a que hay pruebas a su favor
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LA PESADILLA DE UN COCINERO

Justicia ciega para Larbi: en prisión por robar un móvil pese a que hay pruebas a su favor

La víctima dudó en el juicio al reconocer a Larbi, que no tiene antecedentes. Los tribunales no valoraron unos mensajes que le exculpan y le condenaron a dos años y cuatro meses

Foto: Larbi el Mouden, en la nieve. Ni su hijo sabe que está en prisión. El Confidencial
Larbi el Mouden, en la nieve. Ni su hijo sabe que está en prisión. El Confidencial

¿Se puede acabar en la cárcel por el robo de un móvil valorado en 120 euros y otros 35 en billetes? Mejor aún: ¿se puede acabar en prisión por robar un móvil y 35 euros si uno no tiene antecedentes penales? ¿Y si la víctima duda en el juicio de quién le ha robado realmente? ¿Y si hay mensajes que le exculpan pero que la justicia no valora porque no se presentan en plazo? La respuesta es sí. Cumpliendo todos esos requisitos se puede acabar en la cárcel. Es lo que le ha pasado a Larbi el Mouden, un marroquí que lleva más de 20 años en España, casado con una española y con un hijo, con empleo fijo y que desde abril está en la cárcel. Su abogado busca un indulto ante un caso que considera insólito.

Sobre la medianoche del 22 de noviembre de 2011, Eleuterio G., un taxista del norte de Madrid, volvía a casa cuando dos hombres le asaltaron, según la denuncia que puso en comisaría. Caminaba por la calle Puerto de Maspalomas, una zona obrera cerca del centro comercial La Vaguada. En esa calle vive Larbi, que tenía entonces 30 años. Según la sentencia que le condenó años después "Larbi el Mouden, natural de Marruecos, mayor de edad, sin antecedentes penales y con permiso para residir en España, de mutuo acuerdo que no ha sido identificado y con ánimo de obtener un beneficio patrimonial ilícito, abordó a Eleuterio cuando este caminaba solo".

Siempre según los hechos que dio por probados la sentencia, "mientras la persona que acompañaba al acusado se colocó detrás de la víctima y colocó en su costado un objeto cuyas características no han resultado probadas, el acusado se puso de frente y diciéndole algo que la víctima no entendió bien como 'los porros y el dinero', le registró los bolsillos y se apoderó de un móvil HTC y 35 euros, huyendo a continuación". El móvil fue valorado en 120 euros.

La víctima dudó: "Evidentemente, a día de hoy no puede decir si el acusado fue la persona que le robó"

En comisaría, Eleuterio reconoció a Larbi como autor del robo cuando la policía le enseñó unas fotos de marroquíes (tenían su retrato de una pelea en un bar en el que él estaba que se saldó sin condena, según su familia). Y posteriormente se ratificó en una rueda de reconocimiento. Solo con la identificación de la víctima, el robo llegó a juicio. El caso había entrado en el juzgado casi un año después del robo y sin motivo alguno estuvo dos años parado.

En ese tiempo ocurrió algo que pudo cambiarlo todo. Una nochevieja, Larbi y su esposa, Irene, coincidieron en un bar con Eleuterio. Ella había ido al instituto con él y viven casi al lado. Irene, que trabaja en una tienda de prensa y chucherías, recuerda el encuentro. "Eleuterio le dijo a mi marido que le había robado el móvil. Luego salieron fuera a hablarlo y al final él reconoció que no había sido". Durante meses, Larbi intercambió wasaps con Eleuterio para pedirle que retirara la denuncia: "Que yo estoy seguro que tú no fuiste", le dice en un momento el denunciante, que el 15 de abril de 2105 asegura: "Mañana voy al juzgado a retirar la denuncia".

"No puedo poner que la denuncia es falsa pues es un delito. Lo que puedo poner es que yo he hablado contigo y tú no eres el que me robó el móvil"

Sin embargo, poco después empezó a dar largas hasta que siempre por WhatsApp avisó: "No puedo poner que la denuncia es falsa pues es un delito. Lo que puedo poner es que yo he hablado contigo y tú no eres el que me robó el móvil". Larbi le apremia a que diga la verdad: "No te va a pasar nada, al que me pasa es a mí. Y tú sabes de sobra que yo a ti no te robé". "La verdad es que me robaron el móvil", replica Eleuterio, que no ha contestado a las llamadas de este diario.

Así llegó Larbi a juicio. Su primer abogado, Carlos Castellanos, no ha querido comentar el caso. Alega confidencialidad. La familia asegura que no presentó los wasaps ni acreditó que habían pagado por el móvil. Larbi negó los hechos "manifestando que ese día estaba con su mujer y su hijo en casa". Durante el juicio, Eleuterio dudó al reconocer a Larbi, "que no estaba seguro, que tenía dudas para identificar a Larbi".

Aun así, la juez lo condenó a dos años y cuatro meses de cárcel por un robo con intimidación. Y eso que consideró que no había pruebas de que se hubiera usado ese "instrumento peligroso" que Eleuterio dijo sentir en el costado. "La declaración de la víctima fue sincera, clara y persistente en lo esencial a pesar del tiempo transcurrido. Evidentemente, a día de hoy no puede decir si el acusado fue la persona que le robó", señala el fallo de la magistrada Isabel Saborit Basanta, del Juzgado de lo Penal 9 de Madrid, que no ha contestado a la llamada de este diario. "Frente a la declaración firme y honesta de la víctima, el acusado se limitó a negar los hechos y a manifestar que estaba en casa con su mujer e hijo. Sin embargo, no existe prueba que corrobore este extremo", añade. "La declaración creíble e imparcial de la víctima debe prevalecer sobre la parcial, inconsistente y no corroborada declaración del acusado", falla. No había ni un testigo.

Irene, la mujer de Larbi, cuenta que la defensa no pareció darle mucha importancia al caso. Creían que como era un móvil, se pactaría una multa. Ella ni fue al juicio; ni buscaron pruebas para demostrar que estaba en casa a esa hora. Todo les parecía imposible. "Yo gano 1.100 euros al mes y mi marido otros tantos. Tenemos trabajo fijo, una hipoteca de 400 euros y un niño. Llegamos bien a fin de mes. ¿Para qué iba a robar un móvil? ¿Y para qué iba a hacerlo en la puerta de casa?", explica tomando un café. Recuerda que ni los policías ni los funcionarios de Plaza de castilla daban crédito a que esté en prisión por un móvil.

Quiere contar su caso pero preservando en lo posible su identidad. El hijo de Larbi, a punto de cumplir seis años, no sabe que está en prisión. "Le digo que está en Marruecos de vacaciones. A veces le digo que ha venido a dormir y saco su ropa al pasillo para que la vea. Si se me olvida durante mucho tiempo me pregunta que por qué no viene papá a dormir. Cuando mi madre se lleva al niño al colegio hay días que me pongo a llorar". Cuenta que los pocos que conocen la historia no se creen que esté en la cárcel solo por un móvil y 35 euros y sin antecedentes. Ella lleva en su teléfono la sentencia para demostrarlo. Pide que solo se publique una foto de espaldas para que la noticia no llegue a su hijo.

Después de la primera sentencia, cambiaron de abogado y recurrieron. El 26 de octubre de 2015, ante la Audiencia de Madrid intentaron presentar los wasaps en los que la víctima sostenía que sabía que no había sido Larbi e insistieron en que no había testigos ni pruebas más allá de la palabra de Eleuterio, que además en el juicio había dudado sobre si fue Larbi.

Félix Pancorbo, el abogado que presentó ese recurso y que sustituyó a Castellanos, no lo ha olvidado: "Lo sentí muchísmo, es incomprensible lo que pasó". Lo que pasó fue que en febrero de este año, la sección segunda de la Audiencia Provincial de Madrid desestimó el recurso y confirmó la condena. Habían presentado los wasaps fuera de plazo. No era una prueba nueva sino que los conocían cuando se celebró el juicio y no los aportaron entonces. "En la justicia la letra se impone sobre la realidad", opina el abogado Pancorbo. Este niega que el hecho de que fuera marroquí influyese en el caso. "En el juicio, Larbi se quedó callado. Yo creo que no entiende del todo bien el castellano pero no lo dice. Es como el que se queda paralizado ante el peligro. Eso fue un error. A un noruego rubio le habría pasado lo mismo si actúa así".

El restaurante en el que trabajaba ha enviado un contrato a prisión para que le den el tercer grado

Así que en abril, unos meses después de que la sentencia se convirtiese en firme, Larbi ingresó en prisión. Primero en Soto del Real (Madrid) y después fue trasladado a la cárcel de León. Su mujer, que no tiene coche, va a verlo una vez al mes. Trabaja de peluquero dentro de la prisión. En la cadena de comida italiana que trabajaba como pizzero aún le esperan. Silvia, la gerente del restaurante ha enviado a la cárcel un contrato de trabajo fijo por si ayuda a que le den el tercer grado: "Era siempre puntual y muy formal, algo poco frecuente en la hostelería. Si podemos ayudarle y vuelve con nosotros estaremos encantados", explica.

Irene espera el tercer grado desde hace tres meses. Mientras tanto, el tercer abogado que lleva el caso afirma: "Nunca me he encontrado un caso así. Es alucinante que alguien sin antecedentes esté en prisión por un móvil y esté en prisión pese a que hay pruebas que le exculpan", afirma. Su intención es pedir un indulto, pero con el Gobierno en funciones todo se complica.

Irene, la esposa, reprime las lágrimas ante el café: "Ves tanta gente en televisión que ha robado y que está en la calle que no me creo que lo que me ha pasado a mí". Hace unos meses un joven de Granada, Alejandro Fernández, generó una gran campaña de apoyo al contar que iba a entrar en la cárcel por estafar 80 euros (aunque la condena era realmente mayor). Larbi lleva cinco meses en la cárcel y aún no ha recibido respuesta a la petición de tercer grado. Dicen que la justicia es débil con los arrogantes y arrogantes con los débiles. Eso dicen.

¿Se puede acabar en la cárcel por el robo de un móvil valorado en 120 euros y otros 35 en billetes? Mejor aún: ¿se puede acabar en prisión por robar un móvil y 35 euros si uno no tiene antecedentes penales? ¿Y si la víctima duda en el juicio de quién le ha robado realmente? ¿Y si hay mensajes que le exculpan pero que la justicia no valora porque no se presentan en plazo? La respuesta es sí. Cumpliendo todos esos requisitos se puede acabar en la cárcel. Es lo que le ha pasado a Larbi el Mouden, un marroquí que lleva más de 20 años en España, casado con una española y con un hijo, con empleo fijo y que desde abril está en la cárcel. Su abogado busca un indulto ante un caso que considera insólito.

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