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Las deudas del pequeño Nicolás: casi un millón de euros y una crisis de ansiedad
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último informe policial del caso

Las deudas del pequeño Nicolás: casi un millón de euros y una crisis de ansiedad

Sin apenas días cotizados a la Seguridad Social, el joven no tenía más remedio que pedir préstamos a todo el mundo para hacer frente a su "altísimo" nivel de vida, según la Policía

Foto: Francisco Nicolás Gómez Iglesias. (EFE)
Francisco Nicolás Gómez Iglesias. (EFE)

En octubre de 2014, Francisco Nicolás Gómez Iglesias mantenía un tren de vida al alcance de muy pocos: se desplazaba en coches alquilados con conductor, alternaba por los restaurantes, hoteles y bares más exclusivos de Madrid y pagaba religiosamente las cuotas de la 'prohibitiva' escuela de estudios financieros Cunef. Para hacer frente al estatus que se había fabricado, el joven no tenía más remedio que buscar fórmulas alternativas de conseguir dinero, ya que apenas había cotizado 28 días a la Seguridad Social.

Pedir dinero prestado o reclamarlo a cambio de supuestas gestiones ante la Vicepresidencia del Gobierno eran las vías más utilizadas por el conocido como pequeño Nicolás para obtener líquido con el que seguir sosteniendo su ritmo de consumiciones desenfrenadas. Según el último informe remitido por la Policía al Juzgado de Instrucción número 2 de Madrid, que investiga al joven por estafa y otros delitos, este "solicitaba numerosos préstamos monetarios para hacer frente a todos los gastos de su altísimo nivel de vida y su imagen de cargo gubernamental".

Un ejemplo de este modo de actuar fue la conversación interceptada por la Policía en la que Gómez Iglesias pide a Ángel Martín, propietario de Edhinor -con quien tenía mucha relación el joven-, 6.000 euros para pagar entradas VIP para el concierto de los Rolling Stones tanto para él como para sus amigos.

Según la Policía, el joven pretendía ir cancelando esas deudas mediante supuestos favores a sus acreedores o a otras personas con la elaboración de "informes con membretes de instituciones públicas" que daban la "apariencia de oficiales" y "mezclaban información" obtenida de fuentes abiertas (internet, medios de comunicación, etc.) con datos filtrados por sus contactos en la Administración o incluso directamente inventados, todo con "el presunto interés de conseguir dinero para pagar sus deudas".

En el teléfono móvil del joven, intervenido por la Policía, los investigadores descubrieron varias tablas que reflejaban supuestamente el dinero que Nicolás debía a sus conocidos y allegados, cantidades que coincidían con algunos manuscritos encontrados en su casa. En total, la cantidad adeudada superaba los 800.000 euros. Más de una veintena de acreedores entre los que se encontraban Elías Acero y Bellón, Alfonso Sánchez, Ángel Marín, Catalia (de Vitalia), Antonio Aguilar, Esther (de Civilia), sus compañeros en el viaje a Ribadeo e imputados Jorge González Hormigos y Felipe Gallego, el expolítico José Luis Balbás, la empresa Edhinor, su familia e incluso su abuela, a la que a mediados de agosto le debía 25.000 euros.

Algunas de las cantidades que aparecen en las mencionadas tablas se refieren a cantidades que Nicolás aún no ha abonado a sus deudores después de que estos realizaran determinados servicios para el joven, como fue el caso de los mencionados policías municipales que le acompañaron a Ribadeo. Para conseguir cobrar, los agentes llegaron a manipular una foto en la que se ridiculizaba al joven junto a la leyenda "Se busca", amenazando con difundirla si no les pagaba. Nicolás les aseguró que les entregaría el dinero para evitar que circulase la imagen.

Otras cantidades hacen referencia a dinero que el investigado había solicitado en concepto de préstamo. Con estas últimas es con las que el joven tenía más conflictos, ya que los deudores, por supuesto, reclamaban lo que habían prestado. Manuel Segorbe, por ejemplo, a quien Nicolás le adeudaba 35.000 euros, no estaba precisamente contento el 6 de junio de 2014. "Francisco, no te llego a comprender. Pero sí te digo que estoy cansado de engaños. Te digo en serio y por última vez que si la semana que viene no solucionas la deuda, actuaré y va en serio", le reprende el prestamista, quien a reglón seguido le manda otro wasap a su interlocutor únicamente con una cantidad: 26.000.

La respuesta por parte de Nicolás en muchas ocasiones era el silencio. De ahí que sus acreedores se pusieran nerviosos. "Fco. No sé nada de ti desde el 30 de julio. Cómo lo debo interpretar. Recuerdas que hubo alguna amistad? Sabes que tienes una deuda pendiente? Qué piensas hacer al respecto?", le preguntó Segobre el 17 de septiembre del mismo año.

En la misma línea se pronunció Juanma, el marido de Esther, en 2014. "Déjate de chorradas de pedirle favores estúpidos a mi mujer. Te resulta más cómodo hablar con Esther porque le puedes tomar el pelo, me estás empezando a tocar los cojones de verdad. Devuélveme los putos 15.000 euros que te ha prestado mi mujer", le pidió el 24 de enero. "Hoy es 4 de febrero y todavía no sé nada de los 15.000 euros que le debes a mi mujer. Una vez más nos has mentido, lo cual me pone claramente de manifiesto que vives del engaño y la estafa. Y lo más triste de todo es que te aprovechas de que Esther es buena para tomarla el pelo. No me dejas más opción que comunicar a tus padres, a la universidad y al partido de las prácticas que tienes", le dijo visiblemente enfadado dos semanas después del primer aviso.

Luego su deudor le fue dando largas para quedar. Cansado de que no concretara el momento para verse, Juanma le volvió a recriminar la falta de formalidad. "Estoy esperando!!!!", le dijo el 7 de febrero de 2014, solo un día antes de volver a mostrarle su enfado. "Una vez más nos has mentido. Y el problema es que no das la cara. No pienses que con esa actitud que tienes se me va a olvidar que le debes a mi mujer 15.000 euros, además estoy convencido de que la historia que te inventaste para justificar el préstamo que se te dio es mentira. La semana que viene, aprovechando que estoy en España, me voy a poner en contacto con tu familia, con la universidad y con la supuesta persona a la que dices que le has dejado el dinero", amenazó el hombre.

El tono de algunos mensajes alcanza incluso el insulto. "Vete a la mierda imbécil!", le dijo Ángel Martín el 29 de septiembre de 2014 antes de escribirle: "Tiene razón todo el mundo de la clase de timador que eres". Otros acreedores, sin embargo, responden sorpredentemente de otra manera. Es el caso de Juan Bosco López-Madrid Villar-Mir, hijo de Javier López-Madrid, que prestó 2.000 euros a Nicolás y le perdonó la deuda. "Lo del dinero ni te preocupes", le dijo el 22 de mayo de 2014 a través de un mensaje de WhatsApp. "Quédatelo", añadió el hijo del empresario.

Los mensajes de reclamación de dinero prestado por parte de los acreedores son continuos a lo largo del informe policial, que asegura que en un momento el joven asegura estar sufriendo un ataque de ansiedad por la situación. Gómez Iglesias tiraba de amistad para pedir el dinero. "Ayúdame en esto. Sé que te he dicho muchas veces que la última vez, pero esta es verdad y me puede ocasionar un problema grande. Por favor, tómatelo en serio... Estoy jodido", le dijo a José Luis Balbás el 24 de junio de 2014, a quien según las tablas del móvil de Nicolás intervenido por la Policía, el joven debía 30.000 euros. Según el informe policial, el chico le pedía dinero para hacer frente a sus otras deudas.

En otros casos, el joven persuadía a sus interlocutores con un negocio o algo que les interesara. Fue el caso de F. R. B, catedrático de Derecho Romano de la Universidad Complutense, quien le entregó el currículum a Nicolás para que este le consiguiera un buen puesto de trabajo. La finalidad del presunto estafador, sin embargo, era "venderle parte del grupo de hostelería de Arturo Fernández", como indica la Policía. El joven debía a F. R. B. 10.000 euros en agosto de 2014.

En octubre de 2014, Francisco Nicolás Gómez Iglesias mantenía un tren de vida al alcance de muy pocos: se desplazaba en coches alquilados con conductor, alternaba por los restaurantes, hoteles y bares más exclusivos de Madrid y pagaba religiosamente las cuotas de la 'prohibitiva' escuela de estudios financieros Cunef. Para hacer frente al estatus que se había fabricado, el joven no tenía más remedio que buscar fórmulas alternativas de conseguir dinero, ya que apenas había cotizado 28 días a la Seguridad Social.

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