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Financiación opaca y abuso de becarios: las sombras del think-tank al que va Zapatero
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Financiación opaca y abuso de becarios: las sombras del think-tank al que va Zapatero

El Instituto para la Diplomacia Cultural por el que ha fichado Zapatero acumula problemas con becarios, sindicatos, académicos y activistas. Además, se niega a publicar donaciones y salarios

Foto: El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en un vídeo del ICD
El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en un vídeo del ICD

Algo chirría en la institución cuyo consejo asesor presidirá José Luis Rodríguez Zapatero a partir de septiembre. El Instituto para la Diplomacia Cultural (ICD) de Berlín, cuyo objetivo oficial es "promover la paz global y la estabilidad reforzando y apoyando las relaciones interculturales a todos los niveles", acumula en poco más de 15 años de vida una dilatada retahíla de incidentes y encontronazos con sectores bien distintos. Antiguos becarios, sindicalistas, académicos y activistas con los que ha contactado El Confidencial han denunciado sus controvertidas prácticas laborales y un proceder administrativo cuestionable.

Además, el ICD huye de la transparencia. El centro ha esquivado la petición de este diario para explicar el origen de sus fondos y se ha negado a especificar cómo retribuye a los miembros de su imponente consejo asesor general, un órgano con 101 personas, entre las que se cuentan tres ministros, tres embajadores, diez expresidentes, 15 ex primeros ministros y 16 exministros. El ICD se limita a señalar que se trata de un asunto "privado".

Por si fuera poco, la institución ha mantenido un conflicto con los editores de Wikipedia debido a su necesidad de controlar su imagen 'online', ya que apenas existen referencias en internet sobre sus actividades ni ha recibido atención por parte de los grandes medios de comunicación alemanes o internacionales.

Becarios sin contrato

A una exbecaria madrileña de 22 años le está costando digerir la decisión de Zapatero. Su experiencia allí fue "muy negativa" y no puede entender que, de alguna forma, el expresidente esté respaldando las prácticas del ICD: "Cuando me enteré de lo de Zapatero casi me echo a llorar. Yo me pregunto... ¿tendrá la más mínima idea del trato que dan a los becarios?".

"Creo que eramos unos 40 o 50 allí cuando yo estaba. Había becarios de todos lados: Canadá, Australia, China, Bélgica, Holanda, España, Italia, Croacia, Inglaterra, Bulgaria, Japón y muchos otros", recuerda en un correo electrónico a El Confidencial Lauren, una universitaria australiana que logró unas prácticas de tres meses en el ICD a finales de 2014. Pide no dar su apellido para que esta denuncia no afecte a sus futuras perspectivas laborales. Su relato coincide casi al detalle con otros testimonios recopilados por El Confidencial, al describir el recurso abusivo a becarios no remunerados de este centro berlinés y el trato que les dispensa a estos jóvenes, en su mayoría extranjeros.

Además, reflejan una extraña organización interna (con un equipo fijo mínimo), una gran carga de improvisación y oscuridad en los objetivos. Y todo bajo el telón de fondo del drama personal de muchos jóvenes frustrados y, en ocasiones, atrapados en el ICD.

placeholder José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen promocional en la web del ICD
José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen promocional en la web del ICD

Muchos de estos becarios aseguran que no suscribieron contrato en prácticas alguno porque el ICD les dijo que su trabajo allí era voluntario. Y todos denuncian que se vieron obligados a llevar a la oficina su propio ordenador portátil para trabajar y que a menudo se veían forzados a hacer horas extra. Otra constante en sus testimonios es el maltrato que recibían, los despidos fulminantes de algunos compañeros que incumplieron órdenes, e incluso, los insultos que recibieron de los responsables, como "monos" y "robots".

Con todo, la mayoría de las quejas se centran en el trabajo. "Yo fui adscrita al grupo de Derechos Humanos. Aunque los nombres de todos los equipos no tenían realmente importancia, ya que todos acabábamos haciendo un trabajo similar", asegura Lauren, que tilda las tareas diarias de "enorme pérdida de tiempo". Como indican todos los testimonios, la principal actividad para estos universitarios era hacer llamadas telefónicas y escribir correos electrónicos para completar y actualizar bases de datos de profesionales que podían actuar como ponentes en sus congresos y conferencias, por muy tangenciales que fuesen sus áreas de conocimiento con respecto del ámbito de la diplomacia cultural. Y luego, enviarles de manera indiscriminada y machacona invitaciones generalmente no personalizadas de las actividades del centro, con el correspondiente formulario de inscripción. Según varios relatos, participar en cualquier acto del ICD cuesta en torno a 200 euros (sin incluir alojamiento, transporte o dietas).

Uno de estos exhaustivos listados al que ha tenido acceso El Confidencial tiene más de mil nombres de profesores universitarios, diplomáticos, miembros de organismos internacionales y activistas de todo el mundo. Un exbecario relata cómo su primera tarea fue "encontrar todas las embajadas de un país", para a continuación "poner todos sus detalles de contacto" en una tabla y "enviar a todos la misma invitación para una conferencia del ICD". El mínimo de correos enviados al día, agrega, era de "al menos 150".

Calentar el asiento y lavar coches

Otra función habitual era rellenar el palco de butacas de los múltiples actos que organiza el ICD. Según la página web de la institución, casi todas las semanas tiene lugar alguno, normalmente vinculado a las relaciones internacionales, la diplomacia exterior y la cultura. Los ponentes son principalmente académicos, activistas, políticos y diplomáticos con sede en Berlín, y en ocasiones acuden miembros del consejo asesor. "La mayor parte de las veces había más becarios que participantes entre la audiencia", recuerda un exbecario que prefiere no identificarse. Lauren ahonda en esta cuestión: "Los actos del ICD son un chiste. Los únicos asistentes que están invitados son los becarios del ICD y no creo que los ponentes sepan que estamos allí solamente para llenar la sala".

placeholder José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen promocional en la web del ICD
José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen promocional en la web del ICD

La cosa, sin embargo, podía ir a peor, recuerdan al menos dos jóvenes. Algunos eran destinados parte de su estancia a la recepción del instituto, para dedicarse casi en exclusiva a coger llamadas. Además, la dirección recurría a becarios para recoger en el coche del ICD -un BMW- a sus invitados más selectos. "Básicamente tenían que fingir que eran un chófer. También les hacían lavar el coche", apostilla Lauren.

Estas actividades frustraban a muchos becarios. Pero algunos estaban atrapados. "Otro problema enorme para muchos estudiantes era que estaban haciendo estas prácticas como parte de la (beca europea para estudiar en el extranjero) Erasmus. Por este motivo no lo podían dejar, porque si no suspenderían el cuatrimestre. Había mucha gente forzada a quedarse a pesar de que estaban muy descontentos", explica Lauren.

Decenas de becarios y apenas un puñado de fijos

Si la joven australiana recuerda entre 40 o 50 becarios a finales de 2014 en el ICD, las cifras fueron mucho más altas en el pasado. Hasta 108 se registraron en un momento de 2011, según una fuente. Eso, a pesar de que esta institución la llevan en la práctica cuatro personas, sin contar a los denominados directores de programa, ya que son también becarios que han prolongado su estancia y cobran entre 500 y 600 euros, según varias fuentes. La supervisión de los becarios por parte de trabajadores con experiencia es, por tanto, extremadamente difícil.

La cara visible de la dirección es Mark Donfried, estadounidense de 37 años nacido en Berlín, que se describe como director y fundador del ICD y en el registro mercantil consta como presidente de la asociación registrada Institute for Cultural Diplomacy e.V., con código de registro VR 22989 B. Él presenta los actos, recibe a los invitados y posa con políticos y académicos en las múltiples fotos que se suben después a la página web del centro.

placeholder Zapatero en un acto del ICD
Zapatero en un acto del ICD

El resto de individuos involucrados en el día a día permanecen en un discreto segundo plano. Es el caso del académico alemán Ulrich Brückner, de 51 años, que consta en el registro como segundo presidente de la asociación, pero especialmente del matrimonio conformado por Riman y Rosie Vilnius. Estas dos personas, que no aparecen en el registro mercantil ni apenas en los trabajos y en las memorias de actividades, son quienes realmente llevan con mano de hierro el proyecto, a juicio de todos los testimonios recogidos. Ellos son quienes dirigen el trabajo de los becarios, aunque en la mayoría de los casos no directamente, sino a través de los directores de programa. Sus cargos oficiales son, respectivamente, presidente de ICD Internacional y responsable de ICD Alumni. Paradójicamente, Donfried y los Vilnius son los únicos tres miembros del secretariado de esta institución, compuesto por 18 personas, que no tienen su currículo y biografía en la página web del think tank.

Frustrada mediación sindical

En estas condiciones, un grupo de becarios indignados se puso en 2011 en contacto con el sindicato Ver.di, el mayor de Alemania para el sector servicios. El ICD se avino entonces con aparente buena disposición a cambiar sus prácticas, según testigos de la negociación. El instituto firmó el 18 de noviembre un acuerdo, también en manos de El Confidencial, en el que se proponen a lo largo de diez páginas soluciones a las mayores quejas de los becarios. Desde el horario de trabajo y la compensación por las horas extras, al proceso de cese de becarios, pasando por la proporción de becarios por contratado fijo, el tiempo semanal que debe dedicarse a la investigación y al estudio. También se planteaba una mejora de la transparencia de la institución, tanto en materia organizativa como financiera.

Sin embargo, todo quedó en buenas palabras. "Me produce de todo menos satisfacción escuchar que nuestro acuerdo de 2011 no ha dado frutos", asegura a El Confidencial André Pollmann, el sindicalista de Ver.di que llevó entonces las negociaciones con el ICD. Sabe, por quejas que ha recibido en los últimos meses, que la institución berlinesa no ha alterado sus prácticas en lo esencial en los últimos cinco años. "Por desgracia, no estoy capacitado para volver a implicarme como en 2011. Lo lamento mucho", asegura.

Críticas al spam

Los torrentes de correos que envían los becarios tienen, por supuesto, destinatarios. Y entre muchos de ellos ha dominado la extrañeza en un primer momento por estos envíos indiscriminados y reiterativos. Y, posteriormente, el hartazgo y la ira. James Grimmelmann, profesor de Derecho en la Universidad de Maryland (Estados Unidos) es uno de ellos. Escribió hasta en seis ocasiones al ICD para ser borrado del directorio de potenciales ponentes, pero no recibió respuesta alguna. Sólo después de llevar su denuncia a las páginas de su blog y provocar cierto revuelo, la dirección del centro se disculpó y cesó la lluvia de comunicados. "Parece que me han dejado en paz, que es lo que quería", explica a El Confidencial.

Grimmelmann carga contra los correos del centro berlinés en una entrada de 2012 en su bitácora personal en la red. "Es una conducta no ética, inconsistente con los valores que el ICD supuestamente representa. Es una falta de respeto y de honestidad, y deshonroso. Dudo que ninguno de mis lectores esté en los círculos del ICD, pero si lo estáis, por favor pensad sobre lo que esto dice del ICD como organización", concluye. En los comentarios al texto, el activista irlandes Stephen Judge relataba un caso similar. Lauren, la exbecaria australiana, responde los damnificados: "Tienen todo el derecho a estar hartos. Era spam, nada más". Pero estaban obligados a ello.

El caso con Wikipedia

Otro de los activistas que en abril de 2012 recibió un correo electrónico con una invitación para dictar una conferencia del ICD fue el estadounidense Benjamin Mako Hill. Como nunca había oído hablar del centro berlinés, se metió en Wikipedia, donde es un veterano editor. Lo que encontró no le gustó nada. "A pesar de que el artículo era largo y detallado hizo sonar mi alarma interna. La página me parecía un anuncio o algo escrito por la propia organización que era descrita. Simplemente no sonaba como una entrada escrita por un tercero neutral", explica en su blog personal.

Entonces vio que el artículo había sido creado por un usuario llamado icd_berlin que nunca antes había escrito en Wikipedia. También descubrió que "casi todas las demás contribuciones significativas" al artículo -incluida la retirada de varias críticas a la institución- las habían hecho editores anónimos cuyas direcciones de IP eran de Berlín. Las críticas eliminadas se referían al maltrato a becarios y a la intervención del sindicato Ver.di. Además, comprobó que la mayoría de las citas del artículo remitían a la propia página web del ICD o a sus múltiples filiales, y que el resto mencionaban tan sólo tangencialmente al centro berlinés.

"Como editor me preocupaba que en este artículo se estuviesen violando los estándares de Wikipedia en materia de conflicto de intereses, publicidad, neutralidad y relevancia", explica Mako. Entonces publicó una nota en el portal enciclopédico señalando los problemas que veía y pidiendo valoraciones de otros editores. Esto, sumado a las quejas previas de otros editores, desencadenó una ronda de discusión interna en la que colectivamente se decidió borrar la entrada sobre el ICD.

La principal actividad para los universitarios era hacer llamadas y escribir correos electrónicos a profesionales que podían actuar como ponentes

El centro cargó entonces contra Mako, a quien identificó como líder del proceso. Aparentemente Donfried, el director, escribió personalmente al activista estadounidense en dos ocasiones acusándole de "sabotaje" y "discriminación". Luego siguió la misiva de un abogado de Berlín. Pero un jurista voluntario de la Clínica de Ciberlegislación de la Universidad de Harvard se ofreció a defender a Mako y el embrollo se desvaneció.

El mismo día del anuncio de Zapatero, el 28 de julio de 2015, un usuario llamado diplomaciacultural, sin experiencia previa en Wikipedia, abrió entradas para el ICD en cuatro idiomas (inglés, francés, alemán y español). En cuestión de días fueron bloqueadas las versiones en francés, alemán e inglés, siguiendo las normas internas de la enciclopedia colaborativa tras un proceso de borrado. Tan sólo permanece online la página en español.

Todo este affaire parece estar motivado por la necesidad del ICD de "controlar su imagen" online, considera Mako en declaraciones a El Confidencial. "Mi impresión es que su negocio entero depende de lograr ponentes para sus conferencias. Y la gente que recibe sus invitaciones y nunca ha oído hablar de ellos busca en internet y, lo primero que encuentran tras la propia página del centro, debería ser la entrada de Wikipedia. No es bueno que se la borren", explica.

Pese a que el ICD se describe como "una de las mayores organizaciones independientes de Europa en el ámbito de los intercambios culturales", es difícil encontrar su huella digital más allá de su intrincada red de páginas en internet, al menos ocho portales con diferentes nombres, más sus perfiles en Facebook y Twitter. Tampoco los grandes medios de comunicación alemanes e internacionales le han prestado atención.

Financiación opaca

El ICD se ha negado, tras la petición expresa de El Confidencial, a explicar el origen de sus fondos, más allá de indicar que no disfruta de "financiación fundamental de gobiernos nacionales o de empresas del sector privado" y que sus ingresos provienen del "apoyo de individuos, organizaciones y empresas en forma de donaciones". Además, ha indicado que las retribuciones a su larga lista de asesores -así como sus tareas y el grado de dedicación- es un asunto "privado".

Esta opacidad contrasta con el "Código Ético y de Conducta para ONG" de la Asociación Mundial de ONG (WANGO), que aboga porque estas organizaciones sean "abiertas y honestas" tanto con sus donantes como con el público en general. Tampoco está en sintonía con el acuerdo que el ICD firmó con sus becarios en 2011 con la mediación de Ver.di. En el apartado noveno se dice que "el ICD debe publicar un informe financiero anual", preferiblemente en su página web.

placeholder José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen promocional en la web del ICD
José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen promocional en la web del ICD

En la página web del ICD se cita como patrocinador a la sucursal berlinesa de BMW. El enlace de esta llamada en portada lleva a un publirreportaje del fabricante de vehículos en la publicación mensual alemana Revista Diplomática. En él el propio Donfried relata sus experiencias al volante de un BMW -que no es el oficial del ICD, sino un serie 6 blanco descapotable- y posa sonriente en cinco fotos.

Más allá de esto, el único donante que El Confidencial ha podido trazar y que el ICD ha confirmado es el grupo constructor berlinés BMG, una empresa con intereses en Alemania y Oriente Medio y que en su página web asegura haber realizado proyectos por un valor total de 4.000 millones de euros. Donfried, interrogado al respecto, aseguró a El Confidencial que BMG sólamente donó fondos para el programa "Deporte como Diplomacia Cultural" en 2007 "y el ICD no ha tenido ninguna relación con ellos desde entonces". La empresa, por su parte, afirma en su web que mantiene una "asociación estrecha" con el instituto y cita cuatro actos organizados por el ICD entre junio de 2008 y mayo de 2009 que BMG "ha apoyado tanto financieramente como en términos de desarrollo de contenidos".

El ICD se ha negado a explicar el origen de sus fondos. En cuanto a la remuneración de su larga lista de asesores, observa que es un asunto privado

Pero la relación entre el ICD y BMG no acaba ahí. Un perfil profesional de Donfried en la red social Xing asegura que desde 2006 trabaja para una de las filiales de esta empresa, BMG Global Development, como director de Relaciones con la Comunidad. Además, Rosie Vilnius, una de las personas más implicadas en el día a día del instituto, ha sido agente de BMG en Oriente Medio. Así lo indican al menos tres portales de internet especializados en el sector inmobiliario: "Condo.com", "prian.eu" y "dubaipropertymach.com", donde además de su nombre y apellido se puede visualizar su correo electrónico y a sus teléfonos de contacto. Donfried no contestó a una pregunta de El Confidencial sobre estos vínculos laborales con BMG.

Además, el ICD estuvo registrado en sus comienzos en el número 14 de la Keithstrasse de Berlín (y no donde tenía su sede) y en esa misma dirección estuvieron también registradas, al menos temporalmente, dos filiales del grupo BMG: Ing.-Bau BTB GmbH y Ing.-Büro BMG Baumanagement GmbH. En la actualidad, no hay ninguna referencia a todos ellos ni físicamente en este portal ni en el registro mercantil.

Como curiosidad, Donfried aparecía además en una imagen promocional del rascacielos The Cube, otrora proyecto estrella de BMG para la Ciudad de los Deportes de Dubai, y que parece que lleva años empantanado por dificultades financieras. La fotografía circuló en 2011 en un grupo privado de Facebook de becarios y exbecarios del ICD. Cuando Riman Vilnius descubrió las chanzas al respecto montó en cólera. Amenazó a un becario con despedirlo y echó a otra sobre la marcha. Según un testigo, se dirigió a la persona que había subido la foto con estas palabras: "¿Por qué has hecho esto? Ésta es nuestra inversión".

Algo chirría en la institución cuyo consejo asesor presidirá José Luis Rodríguez Zapatero a partir de septiembre. El Instituto para la Diplomacia Cultural (ICD) de Berlín, cuyo objetivo oficial es "promover la paz global y la estabilidad reforzando y apoyando las relaciones interculturales a todos los niveles", acumula en poco más de 15 años de vida una dilatada retahíla de incidentes y encontronazos con sectores bien distintos. Antiguos becarios, sindicalistas, académicos y activistas con los que ha contactado El Confidencial han denunciado sus controvertidas prácticas laborales y un proceder administrativo cuestionable.

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