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Multado con 16.900 € por ruido en su tienda de Chueca... en pleno Orgullo Gay
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"ME HAN DESTROZADO LA VIDA SÓLO POR RECAUDAR"

Multado con 16.900 € por ruido en su tienda de Chueca... en pleno Orgullo Gay

Alberto regentaba una tienda en Chueca: el sueño de su vida. La Policía le hizo una medición de ruido en plenas fiestas del Orgullo Gay y se vio obligado a cerrar por la sanción. Asegura "vivir un infierno"

Foto: Alberto Sansans, en la tienda que regenta en el barrio de Vallecas. (EC)
Alberto Sansans, en la tienda que regenta en el barrio de Vallecas. (EC)

Alberto Sansans afronta con angustia cada final de mes y lleva deprimido casi tres años. Se aprieta el cinturón todo lo que puede, no recuerda la última vez que se permitió un capricho y cuando acaba la jornada en su tienda de la Avenida de San Diego de Vallecas, vuelve a casa con su madre, enferma desde que sufrió un ictus. Hay meses en los que los números parecen salir mejor, pero el optimismo se desvanece en cuanto llega el pago de los 3.000 euros que debe abonar al Ayuntamiento de Madrid cada 30 días. “Así es imposible levantar cabeza”, se resigna. Tuvo que fraccionar la multa de 16.826,62 euros que le pusieron en 2011 por incumplir supuestamente la Ordenanza de Protección contra la Contaminación Acústica y Térmica (OPCAT). No podía asumir la sanción. Y eso no fue lo peor: se vio obligado a echar el cierre al sueño de su vida en pleno corazón de Chueca.

El 30 de junio de 2011 no cabía un alfiler en el emblemático barrio gay de Madrid. Eran cerca de las ocho de la tarde y la fiesta del Orgullo se encontraba en pleno apogeo. Barras de bar improvisadas, música a todo trapo, ‘drag queen’ por doquier, megáfonos amenizando horas de desmadre y hasta la famosa carrera de tacones que recorre el empedrado de la Calle Pelayo. Justamente en el número 9 tenía Alberto su tienda de ropa, complementos y artículos de regalo. ’50 centavos por tu alma’ rezaba el cabecero del local. El mismo que ahora luce en Vallecas, donde la bandera multicolor con la que se identifica el colectivo homosexual y los objetos adornados con imágenes de Marilyn Monroe contrastan brutalmente con el resto de locales vecinos de su nuevo destino.

A las ocho y media de aquel jueves de 2011 entraron dos policías municipales al negocio de Alberto, y según cuenta, aparecieron vestidos de paisano con vaso y bandera en mano. El objetivo era hacer una medición de ruidos en lo que resultó ser una inspección sorpresa. De acuerdo con el acta oficial, la fuente sonora era “un DVD de la televisión instalada dentro del negocio conectada a un amplificador y altavoces”. Además, el documento concluyó que los niveles de ruido –medidos con la puerta del establecimiento abierta– eran mayores a los establecidos por ley, ya que superaban los 90 decibelios. El propietario no daba crédito: una medición de ruido en plenas fiestas de Chueca con la puerta abierta, la carrera de tacones en marcha, uno de los organizadores del evento megáfono en mano y los clientes en el interior de la tienda, “que en ningún momento los desalojaron como se supone que hay que hacer”, remarca.

Pero no le dio más importancia confiando en que era algo rutinario hasta que un año después recibió la notificación de una multa cuyo monto total ascendía a 16.826 euros. Jarrón de agua fría, ataques de ansiedad, bastantes kilos más en el cuerpo a raíz de aquello y una vida truncada. La primera consecuencia fue cerrar el negocio de Pelayo nº 9 ante la imposibilidad de hacer frente a la deuda mensual con el Ayuntamiento, que se sumaba al alquiler y las propias facturas que la tienda generaba. “Ante la desesperación y la injusticia”, explica, comenzó a movilizarse con unaretahíla de recursos que han sido denegados: vídeos en Youtube que muestran abarrotada la calle a esas horas, declaraciones de testigos y clientes que se encontraban en el interior del local, apelaciones directas al acta policial recriminando que la medición se hiciera en “horario nocturno” cuando en realidad está fechada aquel jueves a las 20:30 horas.

Alberto pensó mucho antes de tomar la decisión: “El infierno es lo que llevo viviendo desde hace años. Siento que me han tendido una trampa con el único fin de recaudar”. Pidió consejo a su hermana Silvia, que le acompaña cada día y reconoce emocionada lo mucho que le ha visto sufrir. Al final Alberto se decidió. “No ir a juicio sería reconocer algo que yo no he hecho y no me merezco”. Hasta entonces seguirán llegando esos recibos de 2.877 euros, en ocasiones 2.747 y otros de 2.909 euros. “Me han destrozado la vida injustamente”, se repite entre lágrimas al otro lado del mostrador. Ya no piensa en volver a tener su sueño en Chueca, sólo quiere acabar con la pesadilla.

Video: Carrera de Tacones en la Calle Pelayo en el Orgullo de 2011

Alberto Sansans afronta con angustia cada final de mes y lleva deprimido casi tres años. Se aprieta el cinturón todo lo que puede, no recuerda la última vez que se permitió un capricho y cuando acaba la jornada en su tienda de la Avenida de San Diego de Vallecas, vuelve a casa con su madre, enferma desde que sufrió un ictus. Hay meses en los que los números parecen salir mejor, pero el optimismo se desvanece en cuanto llega el pago de los 3.000 euros que debe abonar al Ayuntamiento de Madrid cada 30 días. “Así es imposible levantar cabeza”, se resigna. Tuvo que fraccionar la multa de 16.826,62 euros que le pusieron en 2011 por incumplir supuestamente la Ordenanza de Protección contra la Contaminación Acústica y Térmica (OPCAT). No podía asumir la sanción. Y eso no fue lo peor: se vio obligado a echar el cierre al sueño de su vida en pleno corazón de Chueca.

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