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"Para él, era una puta, igual que todas las españolas"
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"Para él, era una puta, igual que todas las españolas"

Una supuesta víctima de malos tratos cuenta que su presunto agresor le dio 70 golpes en los pies, le rompió la nariz y la mano, le requisó el móvil y la encerró en un almacén

Foto: Ilustración: Ajubel.
Ilustración: Ajubel.

Que juzgar es difícil lo sabe cualquier magistrado. Y por supuesto, los tres que componen la Sección 27 de la Audiencia Provincial de Madrid, que el pasado viernes se enfrentaron a un complejo caso de presunta violencia de género. Mohammed Z. era acusado por la Fiscalía de agredir a su pareja con una barra de hierro, de pegarle patadas y puñetazos, de golpearle en la cabeza con la zapatilla, de encerrarla en un almacén, de prohibirle hablar con sus amigas o de controlarle el teléfono móvil para ver quién le escribía.

Ella asegura que él era muy celoso, que le ayudó a conseguir los papeles para quedarse en España y que le estuvo manteniendo porque no tenía trabajo. Él, sin embargo, afirma que tenía empleo como traductor, que sabe seis idiomas y que la celosa era ella. Ella cuenta con detalle, aunque con algunas contradicciones –quizá propias de quien ha sufrido un trauma, quizá no–, cómo y dónde le golpeó. Él niega haberle puesto jamás la mano encima.

Uno de los dos miente. El otro dice la verdad. Mohammed cuenta que ella tuvo una relación con su anterior jefe mientras ambos eran pareja. Explica que un díael amante se presentó en el bar que los dos regentaban. Fue entonces cuando Mohammed se enteró de que ella estaba con otro. “Me dijo que él era su novio, le dije que yo también”, declaró el acusado durante el primer día de juicio. “El hombre sacó entonces el móvil y mostró fotos íntimas de ella”, relató Mohammed, quien niega haber tomado represalias sobre la chica tras el comprometido episodio.

“Nunca le hice reproches, más bien le di consejos”, explicó Mohammed. “Le dije a ella que él no le quería porque lo de traer fotos íntimas no lo hace un caballero; solo quería que recapacitara”, añade el acusado, para quien el Ministerio Público solicita 14 años de prisión por los delitos de malos tratos continuados y lesiones.

Mohammed Z. está acusado de haber agredido a su pareja con una barra de hierro, de pegarle patadas y puñetazos, de encerrarla en un almacén

Mohammed admite que, tras la escena del amante, ambos entraron a la cocina del bar y discutieron. Era sábado por la tarde y se disputaban dos partidos de liga que la televisión del establecimiento retransmitía. El Real Madrid visitaba el estadio del Villarreal y el Barça recibía al Sevilla en la ciudad condal. El local estaba a rebosar y ambos tienen argumentos para demostrar que la gente no oyó nada.

Una vez en la cocina, de pequeñas dimensiones, siempre según Mohammed, “ella se abalanzó” sobre el acusado. “Me escupió, yal ser el espacio pequeño y estar juntos los cuerpos, reaccioné y le rocé su mejilla izquierda con la yema de los dedos de mi mano derecha”, explica. “Pero ni se cayó ni nada”, añade. Fue a los 45 minutos, relata, cuando ella se desmayó sobre el lavavajillas.

Tenía algún tipo de “enfermedad” que le hacía caerse con frecuencia, recuerda el señalado por la Fiscalía. Mohammed asegura que le pidió en varias ocasiones que fuera al médico para ver por qué se caía tanto, pero agrega que ella nunca le hizo caso y que no tenía demasiado en cuenta el criterio de los doctores. De hecho, continúa, estaba bajo tratamiento psiquiátrico desde hacía tiempo y casi nunca se tomaba las pastillas que le recetaban. “Me mandaba ir a por algunas, las que le ayudaban a dormir, porque tenía migrañas”, relata el acusado, quien negó tajantemente cualquier maltrato.

Incluso se atrevió a contar que ella había denunciado a su anterior pareja también por malos tratos y que el hombre nunca fue condenado. Además, indicó, sus hijas decidieron quedarse con él a pesar de que ella le acusaba de golpearle delante de las niñas. Trataba la defensa de desacreditar así el testimonio de la presunta víctima. De hecho, el interrogatorio de la abogada de Mohammed provocó que la mujer incurriera en contradicciones eincoherencias.

Entre ellas, dijo que le había dado 70 golpes en los pies con una barra metálica cuando en el escrito de acusación del fiscal se apuntaba a que esos 70 fueron puñetazos en la nariz;no supo explicar por qué no dijo al médico que le dolían los oídos y luego acusó a su expareja de haberle golpeado insistentemente en esa parte del cuerpo; ni tampoco por qué afirmó que se enteró de que a él no le gustaba el tabaco cuando ella trajo cinco cigarrillos que le dejó una amiga y, sin embargo, antes había relatado que él se había alterado porque su hija fumaba.

Me escupió, y al ser el espacio pequeño y estar juntos, reaccioné y le rocé su mejilla con la yema de los dedos, justifica el acusado

La mujer estuvo llorando durante gran parte de su declaración, hasta el punto de que la vista tuvo que interrumpirse tres veces a petición de la propia denunciante, quien se mostró visiblemente alterada, sobre todo cuando la abogada de la defensa, Bárbara Royo –quien luce en su cuenta de Twitter la frase “las mujeres no son constantemente atacadas por sus parejas”–, trataba de que incurriera en errores. La testigo, de hecho, fue poco a poco recurriendo al “no recuerdo” conforme fue avanzando el interrogatorio.

La supuesta agredida, por su parte, fue contundente en la primera parte de su testimonio. Calificó a su expareja como un hombre “autoritario”, que le requisaba constantemente el teléfono móvil para ver quién le escribía y que no le dejaba ir por la calle sola. “Le cogí mucho miedo porque era muy agresivo”, añadió en la vista. “Me daba empujones, bofetadas, me zarandeaba y luego me sentaba de golpe”, contó, para explicar cómo comenzó la violencia.

“Luego fue mucho peor”, señaló la testigo antes de apuntar que le dio “muchas patadas” en sus partes con las botas puestas. “Incluso me intentó ahogar y sacarme los ojos”, aseguró. “Él odiaba a mi hija mayor porque era joven e iba a discotecas; para él, era una puta, igual que todas nosotras; me obligó a escribir en una libreta soy una puta, todas las españolas somos unas putas, soy una falsa y una mentirosa”, contó la supuesta víctima.

Me obligó a escribir en una libreta soy una puta, todas las españolas somos unas putas, soy una falsa y una mentirosa

El día de los partidos, ella relata otro episodio de violencia en la cocina que provocó que se armara de valor, cogiera el bolso y saliera por la puerta del bar. Afirma que llamó a una amiga y a su marido –que no irán a declarar porque ella no les quiere poner en un “compromiso”–, que ambos le acompañaron a la comisaría y que denunció los hechos. Cuenta que él le había instalado un localizador en el teléfono y que ella tenía auténtico “pánico”, que de hecho temía que les pillara yendo a las dependencias policiales.

La mujer relata que Mohammed le hacía escribir todos los días los que tenía que hacer y que muchas veces él la puntuaba al final del día del uno al diez. “Nunca aprobaba”, asegura. Cuenta que la tenía encerrada en el almacén gran parte del tiempo para que no tuviera contacto con otras personas. Él niega este extremo y argumenta que era ella la que bajaba con frecuencia para evitar que la reconocieran algunos clientes, porque la mujer trabajaba en el hospital Ramón y Cajal y no quería que vieran que tenía dos empleos.

Mohammed niega que rastreara su móvil. “Era ella la que me lo cogía a mí; se metía y le decía a mis amigos que no me escribieran más, que yo era un hombre casado”, asegura el acusado, quien considera que era su pareja la verdadera celosa. “Yo era simpático con los clientes porque había que serlo para el negocio, en eso consistía; y a ella no le gustaba,me preguntaba que por qué hablaba tanto con esa o aquella chica”, subraya.

El testimonio de ambos –acusado y supuesta víctima– ocupó toda la primera jornada del juicio, que continuará en los próximos días en la Audiencia Provincial de Madrid ante los tres magistrados que decidirán si, como recordó la presidenta de la sala, Mohammed pasa los próximos 14 años de su vida entre rejas. El acusadose encuentra en prisión preventiva desde el 15 de septiembre de 2013.

Que juzgar es difícil lo sabe cualquier magistrado. Y por supuesto, los tres que componen la Sección 27 de la Audiencia Provincial de Madrid, que el pasado viernes se enfrentaron a un complejo caso de presunta violencia de género. Mohammed Z. era acusado por la Fiscalía de agredir a su pareja con una barra de hierro, de pegarle patadas y puñetazos, de golpearle en la cabeza con la zapatilla, de encerrarla en un almacén, de prohibirle hablar con sus amigas o de controlarle el teléfono móvil para ver quién le escribía.

Audiencia Provincial de Madrid
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