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Un ‘botellón’ en el cuartel acaba a cuchillazos y con un soldado cojo
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Un ‘botellón’ en el cuartel acaba a cuchillazos y con un soldado cojo

José trató de frenar al soldado Anderson, que aquella noche de 2009 había pasado más tiempo del habitual en la taberna. Este le propinó dos puñetazos, y segundos después llegó el 'pinchazo'

Foto: Botas de soldados españoles. (Reuters)
Botas de soldados españoles. (Reuters)

Anderson P. P. desfilaba con fusil barbilla arriba junto a sus compañeros del Grupo Logístico XII durante el día, pero se resguardaba en la cantina de la Estación Militar de El Goloso al caer el sol. Aquella noche de septiembre de 2009, había pasado más tiempo del habitual en la taberna. En claro estado de embriaguez, el soldado abandonó la casa del vino acompañado de un colega. Entre risas y palabras inconexas, ambos caminaron juntos hasta un pequeño almacén donde se guardaban objetos custodiados. Pidieron al cuartelero –José N. C.– que les abriera la puerta porque querían coger una bicicleta, pero el aludido se negó en redondo. Quería imponer cordura en aquella escena de cómic.

La negativa del cuartelero sentó mal a Anderson, que ya había tenido algún encontronazo con él días antes. El borracho se sentía fuerte y por eso insistió, pero el guardián se volvió a cerrar en banda. Fue entonces cuando el alcoholizado soldado decidió agarrar por su cuenta la bicicleta. Se montó sobre las dos ruedas y comenzó a pedalear.

José trató de impedirle la marcha. Anderson le propinó dos puñetazos en la cara. El agredido se tapó la cara y dos segundos después sintió el pinchazo. El militar había sacado una navaja de ocho centímetros de hoja y se la había clavado con decisión en el muslo derecho. Luego se la empuñó y salió rápidamente de la 'zona cero'. A los pocos metros, paró un segundo a descansar, tiró el arma y miró hacia atrás. La sangre brotaba a chorros de la pierna del cuartelero.

El militar había sacado una navaja de ocho centímetros y se la había clavado en el muslo derecho. Luego salió rápidamente de la 'zona cero'

El cuchillazo le seccionó el nervio ciático y le atravesó el músculo. Hoy José ‘luce’ 12 centímetros de cicatriz por donde entró la navaja y otros cuatro por donde salió la punta del pincho. Mal que bien, ha aceptado que aquel episodio le dejó cojo de por vida.

La Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Madrid condenó el pasado 2 de febrero a Anderson a dos años de cárcel por agredir a su compañero de cuartel. El tribunal también estipuló que el Ministerio de Defensa, como responsable civil subsidiario, deberá hacer frente a la indemnización

Anderson P. P. desfilaba con fusil barbilla arriba junto a sus compañeros del Grupo Logístico XII durante el día, pero se resguardaba en la cantina de la Estación Militar de El Goloso al caer el sol. Aquella noche de septiembre de 2009, había pasado más tiempo del habitual en la taberna. En claro estado de embriaguez, el soldado abandonó la casa del vino acompañado de un colega. Entre risas y palabras inconexas, ambos caminaron juntos hasta un pequeño almacén donde se guardaban objetos custodiados. Pidieron al cuartelero –José N. C.– que les abriera la puerta porque querían coger una bicicleta, pero el aludido se negó en redondo. Quería imponer cordura en aquella escena de cómic.

Militar Pedro Morenés Audiencia Provincial de Madrid
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