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Los egos y recelos entre Díez y Rivera frustran la gran operación de tercera vía
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NI upyd ni ciudadanos QUERÍA EL ACUERDO

Los egos y recelos entre Díez y Rivera frustran la gran operación de tercera vía

Ni uno ni otro querían un acuerdo y la foto final del último apretón de manos entre Albert Rivera y Rosa Díez no era más que la teatralización de una ruptura

Foto: Rosa Díez y Albert Rivera, al inicio de su primer encuentro en Madrid. (Efe)
Rosa Díez y Albert Rivera, al inicio de su primer encuentro en Madrid. (Efe)

Ni uno ni otro lo querían y la foto final del último apretón de manos entre Albert Rivera y Rosa Díez, el pasado jueves en el hotel Eurobuilding de Madrid, no era más que la teatralización esperada de una ruptura que nunca fue tal porque nunca hubo compromiso de unión. Los noviazgos -también los políticos- necesitan tiempo para que las relaciones maduren y se hagan estables de forma previa al matrimonio. Pero, en este caso, ni dos meses se han dado ambos contendientes para explorar la vía de una gran opción electoral de tercera vía que recoja el desencanto del votante asqueado con PP y PSOE que todavía no quiere echarse en brazos de Podemos.

Roto el brevísimo romance, Rivera y Díez se han culpado mutuamente de ser los responsables de que no se haya podido ir más allá. Un tren que, probablemente, será el último al que se hubieran podido subir juntos y que solo las próximas citas electorales demostrará si ha sido el gran error de UPyD dejarse comer su espacio por la fuerza, la juventud y el discurso telegénico Albert Rivera. En ambos casos, se trata de dos partidos fuertemente ligados a la personalidad de sus líderes y esa tesitura, el signo de los tiempos, parece estar a favor de las apuestas encarnadas por esa nueva generación de españoles que asume responsabilidades, empezando por el rey Felipe VI y acabando por Pablo Iglesias, Pedro Sánchez o Alberto Garzón.

Hay que remontarse a las últimas elecciones europeas para entender la deriva de los últimos meses. La irrupción explosiva de Podemos apartó definitivamente a UPyD de ser la alternativa al bipartidismo y los resultados fueron, lisa y llanamente, un jarro de agua fría a sus expectativas, fijadas en torno a cinco eurodiputados. Se quedaron con cuatro y 1.015.994 votos y con la amarga sorpresa de que Ciudadanos daba un salto cualitativo de enorme envergadura al lograr medio millón de papeletas (495.114 votos) y dos escaños en Bruselas. De esos polvos se desataron los lodos que enfangaron después a Francisco Sosa Wagner y que han provocado una enorme crisis interna dentro de la formación cuya envergadura también está por comprobarse en próximas citas con las urnas.

Vídeo: Fracasa el último intento por llegar a un acuerdo

Hay espacio y ganas para esa tercera vía. Así lo han demostrado, al menos, los últimas encuestas de opinión publicadas por este diario. El barómetro realizado por el Institutyo DYM lo ponía de manifiesto: la alianza Ciudadanos-UPyD era la que más simpatía despertaba entre los que se declaran de centro y de centro-derecha y que se muestran mucho más abiertos a dar su voto a una formación de tercera vía de estas características antes que al Partido Popular. Ese mismo estudio concluía que Albert Rivera era también el segundo líder político mejor valorado solo por detrás de Pablo Iglesias. Obtenía un 4,5 de nota frente al 3,9 de Rosa Díez. El macroestudio electoral de Llorente y Cuenca, por su parte, ponía a UPyD como llave necesaria para el PP si quiere seguir manteniendo su principal bastión de Madrid.

El abrazo del oso de Albert Rivera

El escenario, pues, en el que llegaba Albert Rivera a la antesala de las elecciones no es el mismo en el que se movía hace solo unos meses ni unos años, cuando andaba tras Rosa Díez en busca de un acuerdo conjunto. Su fuerza ahora es otra y, en UPyD, piensan que toda esta teatralización no ha sido más que una gran operación de mercadotecnia para presentarse, tras el no, como la víctima de los desprecios de Rosa Díez.

No es casual, en este sentido, que el propio Rivera aprovechase la misma rueda de prensa del jueves para dirigirse por televisión a los votantes de UPyD y reclamarles su voto para Ciudadanos, que concurrirá con marca propia en toda España. El líder de Ciudadanos, por su parte, lo tiene fácil a la hora de elaborar este discurso victimista. Porque es cierto que lleva, desde 2007, tras los pasos de UPyD. Aunque también es cierto que él mismo rompió la baraja de las negociaciones entre ambos partidos al anunciar, por su cuenta y riesgo, que la Ejecutiva de su partido propondría un todo o nada al otro bando. Lista única y primarias entre Rosa y Alberto. Un mensaje que pilló al equipo de negociadores de UPyD, encabezado por el abogado Andrés Herzog, con el pie cambiado y sin que tal posibilidad se hubiera planteado nunca en la mesa de diálogo. Solo hubo dos reuniones, el 13 y el 31 de octubre. Antes del anuncio de Rivera, Herzog pidió por correo electrónico -y en dos ocasiones- la celebración de un nuevo encuentro pero nunca hubo respuesta.

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UPyD solo quería testar un acuerdo puntual y concreto en Cataluña y probar otras posibles alianzas en Europa. Ciudadanos solo quería un acuerdo global y nacional o nada. Una especie de abrazo de oso que, a la postre, hubiera acabado con la formación magenta. Nunca se fiaron el uno del otro y, por ello, UPyD ha elaborado un amplio dossier repleto de actas, correso electrónicos cruzados y otros datos extraídos de las negociaciones para dejar claro que por su parte no ha quedado el intento. Ningún partido lo quería pero ambas formaciones tenían que jugar esta partida de ajedrez para no romper con su electorado. La batalla pendiente es convencer al electorado que la culpa siempre la tuvieron los otros. Sea quienes sean esos otros: si los egos de Rosa Díez y los suyos o el protagonismo de Albert Rivera y sus huestes.

Ni uno ni otro lo querían y la foto final del último apretón de manos entre Albert Rivera y Rosa Díez, el pasado jueves en el hotel Eurobuilding de Madrid, no era más que la teatralización esperada de una ruptura que nunca fue tal porque nunca hubo compromiso de unión. Los noviazgos -también los políticos- necesitan tiempo para que las relaciones maduren y se hagan estables de forma previa al matrimonio. Pero, en este caso, ni dos meses se han dado ambos contendientes para explorar la vía de una gran opción electoral de tercera vía que recoja el desencanto del votante asqueado con PP y PSOE que todavía no quiere echarse en brazos de Podemos.

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