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Rajoy retoma el mando del PP ante los escándalos y el miedo al desastre electoral
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ofensiva para presentarse como regenerador

Rajoy retoma el mando del PP ante los escándalos y el miedo al desastre electoral

Después de dos años y medio consagrado a la economía, Mariano Rajoy vuelve a la política, y no sólo por el desafío separatista en Cataluña

Foto: Rajoy, esta semana en el Congreso de los Diputados. (Efe)
Rajoy, esta semana en el Congreso de los Diputados. (Efe)

Después de dos años y medio consagrado a la economía, Mariano Rajoy vuelve a la política, y no sólo por el desafío separatista en Cataluña. La proximidad de las elecciones y los últimos escándalos le han obligado a retomar la dirección del PP. Este mes no va a parar: dos convenciones sobre funcionamiento de autonomías y ayuntamientos y sesiones semanales de venta de regeneración democrática contra la corrupción en un desesperado intento de levantar los ánimos internos y los negros presagios de las encuestas.

Desde el último comité ejecutivo del PP que presidió el 20 de octubre, Rajoy ha tenido que dedicar más tiempo a su partido. En esa fecha había saltado ya el caso de las tarjetas opacas con la imputación de Rodrigo Rato, la caótica gestión del ébola y todavía coleaba la dimisión de Alberto Ruiz-Gallardón. Eran los mismos días en que el CIS hacía su trabajo de campo para el barómetro del mes, el que trae los peores pronósticos para el PP y a Podemos por encima del PSOE.

Ese mismo día, el presidente del Gobierno tuvo que abordar problemas del partido, no sólo predicar sobre la recuperación económica. La presidenta del gobierno autonómico de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, hizo una intervención de advertencia sobre la desmoralización de los propios y la mala imagen del partido para concluir que lo que reclama la sociedad es lo contrario: revulsivos, referentes y ejemplo.

Rudi pidió que el PP se pusiera las pilas

En palabras de uno de los asistentes a la reunión consultados por El Confidencial, la baronesa más veterana del PP lo que reclamaba es “que la organización se pusiera las pilas”, entre otras cosas porque es la única fuerza política que todavía está en condiciones de sostener el sistema y la opinión pública, ante tanta incertidumbre (corrupción, independentismo y populismo), necesita asirse a algún valor seguro.

Rajoy asintió ante el análisis de Rudi con el comentario añadido de “en eso estamos”. Mucho más parco y evasivo respondió a otra intervención, la de Manuel Cobo, para pedir que se reconociera la labor de Alberto Ruiz-Gallardón en el PP después de 30 años de ocupar todo tipo de cargos en el mismo y dimitir como ministro de Justicia. “Que conste”, dijo sin más, ni halagos ni cumplidos, el jefe del Ejecutivo.

De ese comité ejecutivo salió la decisión de hacer dos grandes actos sectoriales, llamados después “jornadas de buen gobierno” que sirvieran como asambleas del partido para hacer balance de gestión y primeros preparativos preelectorales en el ámbito autonómico y municipal.

Después de la reunión de la intermunicipal celebrada el pasado fin de semana en Murcia, a Rajoy le toca el próximo día 8 de noviembre acudir a Cáceres a las jornadas autonómicas y antes de que acabe el mes a las dedicadas a los ayuntamientos, previsiblemente en Logroño.

El mismo día del comité el presidente del Gobierno prolongó su dedicación al partido en un almuerzo con la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, en un restaurante próximo a la sede de Génova. Allí se diseñó la respuesta de la dirección del partido al caso de las tarjetas, seguido en tiempo real por Rajoy: primero esperar a ver qué decía el juez y luego, vista la contundencia del auto, meter prisa hasta obtener o imponer la baja voluntaria del expresidente de Bankia. Rato cedió al final a lo que esperaban en Génova desde la semana anterior.

Hilo directo Rajoy-Cospedal por las tarjetas opacas

Ese hilo directo y constante que Rajoy ha mantenido con Cospedal para el asunto de las tarjetas opacas, y en los últimos días para el caso de los alcaldes y militantes implicados por el Operación Púnica, es algo novedoso. Estos días se ha establecido un criterio claro y automático desde la dirección al comité de garantías: detenido e imputado equivale a suspensión de militancia automática, exigencia de dimisión en cargo público y, si se resiste, moción de censura para expulsarlo.

La relación normal entre presidente y secretaria general para seguir los asuntos del partido ha consistido durante casi toda la legislatura en un almuerzo semanal, muchas veces en el Palacio de la Moncloa por la falta de tiempo de Rajoy. Ahora los asuntos de partido forman parte de su actividad diaria y se prolongan a los fines de semana.

A partir de ahora, el programa de Rajoy consiste en darle la vuelta al acoso de los casos de corrupción con una constante venta de las leyes y normas que impulsa para combatir el problema (la llamada regeneración democrática), y el recordatorio de que gracias a la actuación de su Gobierno ha empezado la operación limpieza, desde el Frob, la Fiscalía y la Agencia Tributaria. Lo hará en el Congreso y en los múltiples actos de partido preparados.

Ignacio González, hipotecado con Esperanza Aguirre

Además, para redondear la temporada otoño-invierno consagrado al PP, Rajoy tiene que tomar decisiones claves en el capítulo de nombramientos de candidatos, y ya no sólo en los casos de la alcaldía de Madrid o la presidencia del gobierno autonómico de la Comunidad Valenciana. Las posibilidades de Ignacio González en Madrid están hipotecadas con las aspiraciones de Esperanza Aguirre (cada día peor vista en Génova) y las consecuencias de la Operación Púnica. Más argumentos para que el presidente del PP apure aún más los tiempos para tomar esas decisiones: hasta Navidad o más.

Después de dos años y medio consagrado a la economía, Mariano Rajoy vuelve a la política, y no sólo por el desafío separatista en Cataluña. La proximidad de las elecciones y los últimos escándalos le han obligado a retomar la dirección del PP. Este mes no va a parar: dos convenciones sobre funcionamiento de autonomías y ayuntamientos y sesiones semanales de venta de regeneración democrática contra la corrupción en un desesperado intento de levantar los ánimos internos y los negros presagios de las encuestas.

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