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Morón espera con miedo a los soldados del ébola: "El virus está a dos pasos de aquí"
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Morón espera con miedo a los soldados del ébola: "El virus está a dos pasos de aquí"

“Aquí en Morón estamos asustados”. Paco Jiménez, de 45 años, asiente: “El Ébola está a dos pasos de aquí. Cualquier americano lo puede tener”

Foto: Foto: Agustín Rivera
Foto: Agustín Rivera

Otra litrona de Cruzcampo. Son las 15.14 h y Juan Carlos Segundo, de 42 años, sigue con la tertulia chisposa y animada en el bar El Moral, de casi 100 años, con el suelo lleno de servilletas Gracias por su visita, aceitunas y cacahuetes. La tele emite Los Manolos de Cuatro TV. “Aquí en Morón estamos asustados”. Paco Jiménez, de 45 años, asiente: “El ébola está a dos pasos de aquí. Cualquier americano lo puede tener”. Juan Carlos y Paco esperan en Morón de la Frontera a los soldados del ébola. La base estadounidense está apenas a 17 kilómetros de este municipio sevillano.

En este antiguo “descansaero” de animales, decorado con una foto de Rafa Gordillo en el Real Betis Balompié, un cartel de un curso de manipulador de alimentos y DVDs de La Bella Durmiente a 2,5 unos la unidad (ay, aquellos cassettes de Los Chunguitos y Juanito Valderrama), los hay agoreros como Miguel Elías Cortés, de 72 años, exordenanza del Ayuntamiento. “Aquí va caer una epidemia por los descuidos”. Elías no entiende cómo llegaron a España los dos religiosos enfermos de ébola. “Si hubiera sido un trabajador seguro que no lo hubieran traído. Con la Iglesia hemos topado. Allí hay miles de negritos contagiados”.

Reme, de 44 años, la dueña del bar, no quiere ver a los americanos, los que frecuentan los fines de semana el bar Miguelito o el Casino. “Si van a venir, que se queden en la base”. Juan Carlos, que apura otra caña bien tirada, contabiliza más negritos. En concreto, más de 500 inmigrantes en la barriada de El Pantano. Habla de Pepe, que vino hace tiempo de Carmerún, que se dedica a recoger aceitunas. También hay otro africano que cuida de la madre del Caracabra y una mujer sudafricana con problemas adictivos.

Vídeo: Francisco Miguel Muñoz del Río, gasolinero de Morón de la Frontera

Yo no entiendo cómo le echan la culpa a Teresa –apunta Miguel, con resignación.

–No es culpa de ella, claro que no. No tenía ni el traje ni las medidas adecuadas para trabajar –señala Paco, que sale fuera del bar a fumarse un pitillo rubio.

La chica que ayuda a Reme acaba de ver “en el Facebook” que hay 3.000 soldados americanos contagiados. “Eso no puede ser”, apostilla Juan Carlos. Enseguida recula. “Bueno, yo no tengo ni idea. ¿3.000 son muchos, no?”, admite en menos de 20 segundos tras su sentencia. Juan Carlos lo aclara a su manera:

–Hombre, vendrán muchos, pero no todos estarán contagiados…

Este extrabajador en la construcción de una pista de aterrizaje en el aeródromo de la base ganó “bastante dinero” (no precisa cuánto) y se queja de los controles. “Para entrar y para salir está muy complicado, te revisan el coche de arriba abajo y te hacen muchas preguntas todos los días”, recuerda Juan Carlos.

Los “rateros” de las “tarjetitas”

“Nos están entreteniendo mucho con lo del ébola, pero lo que hay son muchos rateros”, describe Paco. “¿Quiénes van a ser? Los políticos, los de las tarjetitas para llevarse lo más grande en dinero”. Este bar, “tan viejo como Matusalén”, corrobora Juan Carlos, no para en ningún momento de servir Cruzcampos. Se despide rematando a Blesa. “Si veo a ese que se gastaba miles de euros en matar hipopótamos…”.

Vídeo: Alejandro Pérez, 27 años

Alejandro Pérez, de 27 años, con su amigo Isaac Medina, de 24 años, se toma un café en la terraza del bar Retamares, situado frente a la sede de la Policía Local. “Yo lo veo fatal porque es un riesgo que salga corriendo la población sin venir a cuento; si vienen aquí con la que han liado en Madrid… Ahora que vengan 3.000 y a ver si vienen con ébola o algo”, cuenta Alejandro, que recuerda el ERE que ha sufrido la base aérea. “Si la base estuviera en Madrid, Barcelona o País Vasco seguro que no venían, aquí viene a Andalucía to la mierda; al final tragaremos los de siempre”, denuncia este tatuador profesional.

Entre la “prudencia” y el “pánico”

Va de bares. Porque es primera hora de la tarde y quien no está en el bar está en su casa. Llueve en Morón. Cada vez más fuerte. En el bar La Carreta la licenciada en Matemáticas María Teresa Morales, de 33 años, apela a la sensatez a la calma, mientras revisa en su Samsung los últimos WhatsApp recibidos. “No hay que alarmarse tanto. De tanto repetir el monotema se ha acabado asustando a la gente. Es verdad que es una enfermedad muy peligrosa y las medidas de seguridad son importantes, pero hay que ser prudente”, explica Morales.

En el Casino, oficialmente denominado Círculo Mercantil, que guarda un soberbio techo del siglo XIX, Vanesa Martín, de 29 años, sirve cafés. Al Casino llegan los americanos los viernes y sábados por la noche. Siempre vienen en grupo, mínimo de 5, y hasta de 20. Apenas hablan castellano pero el “por favor” y las “muchas gracias” es lo que tienen siempre en la boca. “Le gusta mucho la sangría y muy poco el tapeo”, dice Vanesa. “Son siempre muy amables y educados”.

“A mí esto del ébola me da pánico. Yo soy muy susceptible a todo esto. Que sea lo que Dios quiera”, suspira la camarera.

Vídeo: EEUU pide usar las bases de Rota y Morón

Alfredo, de 78 años, que durante 54 años trabajó en una empresa de electrodomésticos en la calle del Pozo Nuevo, ve bien la permanencia estable de fuerzas estadounidenses porque Morón “suena por todas partes”. M. (no quiere ni siquiera decir su nombre) es la mujer de un empleado de la base. “Aquí no deberían venir esos 3.000 soldados”, critica.

“Se le ha dado mucho bombo”

En las afueras de Morón, Francisco Miguel del Río, de 42 años (“¿Le doy también el número de DNI?”, bromea), trabaja como empleado en la gasolinera BP. “No sé cómo se ha montado tanto lío… Se la ha dado mucho bombo y demasiada importancia a este asunto., pero si están todo el día con la tele en todos los programas hablando de lo mismo, pues claro que la gente se asusta. Lo que tenga que pasar, pasará”, argumenta.

“Base aérea”, indica la localización del enclave, en la carretera Morón-Sevilla, kilómetro 14. A menos de un kilómetro de una carretera a medio asfaltar, dos militares, que están en el interior de la Sección de identificación, informan al periodista que se debe ir. “Contacte con Relaciones Públicas del Ministerio de Defensa. Aquí no puede estar, ni tomar fotos”. “Vista, suerte y al toro”, reza el lema de esta base del Ejército del Aire.

Otro kilómetro al oeste de la A-360 dirección Alcalá de Guadaíra una furgoneta de Tele 5 está aparcada junto a la antigua estación de El Arahal. Son las 18.30 horas y esperarán hasta las 21 horas para entrar en directo en el informativo. El enclave está abandonado. Hay pintadas en rojo: “Air Force: miente” y “USA, paga ya”. El escenario se asemeja a la Lousiana de la fantástica True Detective; todo descarnado, decadente y bello en su planicie. Nadie. Ni un caza. Sólo nubes en el cielo y desperdicios de basura.

En Morón ya se espera, entre el desconcierto, el miedo y una suerte de calma tensa de los más optimistas, a los primeros militares soldados del ébola.

Otra litrona de Cruzcampo. Son las 15.14 h y Juan Carlos Segundo, de 42 años, sigue con la tertulia chisposa y animada en el bar El Moral, de casi 100 años, con el suelo lleno de servilletas Gracias por su visita, aceitunas y cacahuetes. La tele emite Los Manolos de Cuatro TV. “Aquí en Morón estamos asustados”. Paco Jiménez, de 45 años, asiente: “El ébola está a dos pasos de aquí. Cualquier americano lo puede tener”. Juan Carlos y Paco esperan en Morón de la Frontera a los soldados del ébola. La base estadounidense está apenas a 17 kilómetros de este municipio sevillano.

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