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“Los doctores son incapaces de detectar que las tres chicas están en parada..."
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el juez del madrid arena, demoledor con los viñals

“Los doctores son incapaces de detectar que las tres chicas están en parada..."

El juez acusa a los doctores Simón y Carlos Viñals (padre e hijo) de "ser incapaces de detectar que las chicas están en parada cardiorrespiratoria".

Foto: Simón Viñals llega a los juzgados de Plaza de Castilla (EFE)
Simón Viñals llega a los juzgados de Plaza de Castilla (EFE)

Ni el doctor Simón Viñals ni su hijo Carlos hicieron nada por reanimar a las víctimas de la avalancha del pabellón Madrid Arena ocurrida el 1 de noviembre de 2012, en la que murieron cinco jóvenes. Así se recoge en el demoledor auto de 25 páginas que ayer entregó a las partes el juez instructor, Eduardo López Palop, quien acusa al equipo médico de tres homicidios por imprudencia grave. “Los doctores son incapaces de detectar que las tres chicas que llegaron a la enfermería están en parada cardiorrespiratoria y diagnostican que han fallecido”, sentencia.

Entre los 16 procesados, a los que imputa cinco delitos de homicidio por imprudencia grave (penado con entre uno a cuatro años de cárcel) y diez delitos de lesiones, se encuentran el organizador de la fiesta, Miguel Ángel Flores, y el jefe de la Policía Municipal de Madrid, Emilio Monteagudo, que ayer presentó su dimisión. El empresario “tuvo directísima participación en el número de entradas que se vendieron y en el caudal de personas que entraron en la fiesta, produciendo un sobreaforo que (...) tuvo una importancia decisiva en los acontecimientos que posteriormente habrían de producirse (...). Existe por parte del imputado una notoria actuación de mala fe”, añade el auto, porque ocultó parte de las urnas con las entradas vendidas, con “intención premeditada y maliciosa”.

El jefe de la Policía Municipal es imputado como responsable máximo de que el cuerpo policial no evitara el botellón que se celebró en el exterior del recinto, que pudo avivar la tragedia posterior. La policía, según recoge el auto, “estuvo en el lugar de los hechos de forma manifiestamente insuficiente, esporádica y con una pasividad totalmente inadecuada para la gravedad de los hechos que estaban aconteciendo”, y concluye que “la Policía Municipal ni evitó, ni palió, ni aminoró el macrobotellón, sino que tuvo una actitud que benévolamente puede ser calificada de contemplativa y en todo caso muy alejada de sus estrictas obligaciones”.

Una de las partes más difíciles de asumir es la atención médica, “errática, insuficiente y gravísimamente lesiva para las personas que posteriormente habrían de perder la vida”, zanja Palop. Viñals hijo declaró ante el juez el 7 de junio de 2013 que su padre y él “diagnosticaron claros signos de muerte, ausencia de latido cardíaco, ausencia de respiración, midriosis, cianosis...”, y todo ello les hizo pensar que “llevaban fallecidas bastante tiempo”. Tan “incompetente es esta afirmación”, increpa el juez, que una de las víctimas, Rocío Oña, que se encontraba bajo el cuidado directo del declarante, tras ser atendida por el Samur empezó a presentar “actividad eléctrica en el corazón”. Una vez que le hicieron las correspondientes descargas con el desfibrilador, la joven llegó incluso a recuperar el ritmo cardíaco, pero finalmente no logró sobrevivir.

El juez acusa a Viñals padre de que ni pudo ni supo hacer frente a la gravísima situación que se le planteaba. “Su supervisión en la preparación y dotación del habitáculo mal llamado enfermería fue negligente y temeraria”, recoge el auto. Consumada la tragedia y una vez que las chicas fueron llegando a la enfermería, su actuación, “por inexistente, es constitutiva de un ilícito penal. No es admisible que un profesional médico, ante una situación de emergencia, entre en estado de bloqueo e inactividad en la contingencia para la que precisamente había llegado”.

El juez basa su auto en los testimonios del equipo del Samur que llegó después. Según testificó el ayudante del jefe de guardia, Antonio San Juan, cuando entraron en la enfermería había tres jóvenes en parada cardiorrespiratoria sin que nadie hiciera nada para reanimarlas. Ninguna estaba monitorizada ni atendida. Además, todas las víctimas tenían puesta todavía la ropa, lo que es incompatible con sacarlas de la parada.

Vídeo: El Madrid Arena era una trampa mortal

Cuando llegó el magistrado-juez instructor la noche de autos al lugar del suceso, los cuerpos de Cristina Arce y Katia Esteban estaban en el suelo, encima de una sábana, semidesnudos, sin que hubiera ni una sola persona del equipo médico presente para dar la más mínima explicación. El propio juez, dentro de la tragedia a la que asistía, tuvo la sensación de que “nos encontrábamos en un trastero, garaje o habitáculo multiuso que se había improvisado como enfermería, sin contar con los mínimos medios exigibles”.

Una actuación “insuficiente” e “incompetente”

La conclusión a la que llega Palop tras analizar el informe de la Clínica Médico Forense es categórica: “El doctor Viñals acepta voluntariamente y por dinero ponerse al frente de los servicios médicos del evento de la noche de Halloween sin contar con los mínimos medios materiales e instrumentales necesarios para la función que asumía”. Viñals cobró, según su propia declaración, 1.920 euros.

El testimonio del equipo del Samur que se desplazó hasta las inmediaciones del Madrid Arena la madrugada de los sucesos ha servido para concluir que, cuando este equipo médico llega a la enfermería, “no se encuentra tres cadáveres, sino tres niñas en parada cardiorrespiratoria, y aunque carece por completo de sentido especular con el hecho de que otra actuación médica hubiera conducido o no a distinto resultado, interesa resaltar que la actuación del doctor Viñals fue insuficiente, incompetente y carente de toda profesionalidad”.

Ni el doctor Simón Viñals ni su hijo Carlos hicieron nada por reanimar a las víctimas de la avalancha del pabellón Madrid Arena ocurrida el 1 de noviembre de 2012, en la que murieron cinco jóvenes. Así se recoge en el demoledor auto de 25 páginas que ayer entregó a las partes el juez instructor, Eduardo López Palop, quien acusa al equipo médico de tres homicidios por imprudencia grave. “Los doctores son incapaces de detectar que las tres chicas que llegaron a la enfermería están en parada cardiorrespiratoria y diagnostican que han fallecido”, sentencia.

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