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Personal del Carlos III: “No tenemos miedo. Ya estábamos especializados en ébola”
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LA ROPA SE TIRA CADA VEZ QUE SE USA

Personal del Carlos III: “No tenemos miedo. Ya estábamos especializados en ébola”

El equipo de doce personas que atiende a los enfermos desecha la ropa, de unos 400 euros, cada vez que la utiliza. El padre Pajares está estable

Foto: El misionero español infectado de ébola llega a Madrid. (EFE)
El misionero español infectado de ébola llega a Madrid. (EFE)

Un equipo de doce personas se dedica a cuidar del enfermo de ébola Miguel Pajares y la religiosa Juliana Bohi, los dos únicos pacientes ingresados en el hospital Carlos III. Está formado por auxiliares, celadores y enfermeras que se relevan cada dos horas por lo incómodos que son los trajes impermeables que soportan para poder atenderlos sin riesgo al contagio. El uniforme del personal (mono, gafas, guantes dobles y mascarilla), que cuesta 400 euros cada uno, va al cubo de la basura cada vez que acaba un turno exprés.

El Confidencial ha conversado con un miembro de este selecto equipo médico que prefiere mantener el anonimato ante la orden de no filtrar ningún tipo de información sobre el caso. Y se muestra tranquilo, confiado en que el virus letal que ya se ha llevado la vida de casi mil personas en África no traspasará los muros del recinto hospitalario por las extremísimas medidas de seguridad que se han puesto. “No tenemos miedo. Esta era nuestra especialidad antes de que se desmantelara el área de infecciones”, recalca.

Antes de ingresar, los técnicos del hospital colocaron un circuito de televisiones para vigilar cada minuto los movimientos de los dos ingresados y limitar las entradas y salidas del personal médico única y exclusivamente a cuando los pacientes requieran atención. De momento, Pajares no necesita respiración asistida y no ha sufrido ningún episodio hemorrágico, el peor de los escenarios para un enfermo de ébola. Su compañera dio negativo en el test el jueves y, aunque sigue en cuarentena por si el virus aparece más tarde, su estado es estable.

La tranquilidad que los profesionales del Carlos III transmiten ante el temor de que el virus pueda extenderse se convierte en enfado cuando hablan de la excelencia que había en el Carlos III antes de su “desmantelamiento”, como se refieren a la reconversión que sufrió el hospital hace un año, cuando pasó de ser el centro de referencia en enfermedades infeccionas y tropicales a uno de media estancia.

El principio del “desmantelamiento”

En ese momento, los profesionales advirtieron a la entonces viceconsejera de Asistencia Sanitaria, Patricia Flores, al director general de Hospitales, Antonio Burgueño, y al gerente de La Paz, Rafael Pérez-Santamarina: “Si se transforma en un centro de media estancia, ¿qué pasa con las alertas de pandemias? ¿No es el Carlos III el hospital civil designado para las enfermedades emergentes? ¿Se ha previsto cambiar el hospital de referencia para estos casos?”.

Los mismos profesionales quieren dejar claro que no pretenden utilizar el caso del enfermo de ébola como una revolución “contra las autoridades sanitarias ni contra las políticas económicas de privatización”, sino que es un llamamiento a la integridad de los responsables: “Es una petición para que hagan lo que deben. El Carlos III debe dotarse con todo lo necesario para hacer frente a esto: laboratorios, banco de sangre, protocolos de actuación, instalaciones de aislamiento, trajes de riesgo biológico y rutas seguras de transporte interno de pacientes”.

Un equipo de doce personas se dedica a cuidar del enfermo de ébola Miguel Pajares y la religiosa Juliana Bohi, los dos únicos pacientes ingresados en el hospital Carlos III. Está formado por auxiliares, celadores y enfermeras que se relevan cada dos horas por lo incómodos que son los trajes impermeables que soportan para poder atenderlos sin riesgo al contagio. El uniforme del personal (mono, gafas, guantes dobles y mascarilla), que cuesta 400 euros cada uno, va al cubo de la basura cada vez que acaba un turno exprés.

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