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"It's very difficult todo esto"
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LOS LÍOS DE NUESTROS POLÍTICOS CON EL INGLÉS

"It's very difficult todo esto"

En la clase política española no se conocen apenas casos de dirigentes políglotas. Ana Botella, en una rueda de prensa de la candidatura, ha sido la última en demostrarlo

Foto: Alejandro Blanco y Ana Botella, en la rueda de prensa (Efe)
Alejandro Blanco y Ana Botella, en la rueda de prensa (Efe)

Saber inglés más allá del nivel medio que todo español dice acreditar en su currículo profesional “is very difficult”. Más si cabe si esos esfuerzos se demandan a nuestra clase política en la que, sin distinción, no se conocen apenas casos de dirigentes políglotas. Excepción a la que muy pocos, como Luis de Guindos oJosé Ignacio Wert -que domina varios idiomas, acude al cine en versión original y que apuesta por que se “aprenda en inglés y no inglés”-se suman. La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y el presidente del COE, Alejandro Blanco, son los últimos ejemplos de la pobre formación de nuestra clase política, perdida allende fronteras sin la ayuda de los auriculares y de la traducción simultánea.

El mal aqueja por igual a todos y se repite, de forma constante, desde los tiempos de la dictadura, de los que el NODO guarda imborrables documentos como el del general Franco chapurreando un pobre y parco inglés y que acababa al grito de “Viva España”.

El paso del blanco y negro del NODO de aquellos tiempos a la era digital actual no ha traído grandes avances lingüísticos, síntoma del retraso de una sociedad que no parece haber encontrado la fórmula para aprender idiomas de forma natural. Quizá, como se quejan algunos, por la tradición de doblar todas las películas a la lengua de Cervantes.

Los casos de lost in translationson aún más dolorosos, si cabe, cuando se producen en un momento clave como el actual, en el que Madrid 2020 y el equipo de lobby del COE necesitan arañar, como sea, todos los votos que puedan para su candidatura. En una estrambótica rueda de prensa, cuyas imágenes ha reproducido El Intermedio, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, responde sobre las infraestructuras de la ciudad cuando un periodista le pregunta en inglés si le parece una buena decisión aspirar a organizar unos Juegos en un país con una tasa de paro del 27%.

Botella ni siquiera se molestó en utilizar los auriculares de la traducción y, por lo que parece, tampoco ha acudido a las mismas clases de inglés que han hecho que su marido, el expresidente José María Aznar, tenga ahora un nivel de inglés más que aceptable en su nueva faceta de conferenciante y lobbysta. De Botella también queda para el recuerdo el día en el que sudó la gota gorda cuando tuvo que dar la bienvenida a los miembros del COI que vinieron a visitar las instalaciones madrileñas de la candidatura.

Mariano Rajoy tampoco puede presumir de hablar un inglés mucho más decente que el que tenía José Luis Rodríguez Zapatero. A pesar de que los presidentes reciben clases particulares en La Moncloa y de que Rajoy recibía clases tres horas a la semana en la oposición, el resultado de sus esfuerzos no parece haberse materializado en una conversación fluida entre ninguno de ellos y cualquiera de sus homólogos europeos, con quienes sí se entienden algo mejor en francés. En un apartado de la cumbre presupuestaria celebrada en Bruselas en noviembre del año pasado, Rajoy murmuró, en un encuentro a puerta cerrada con David Cameron, unas palabras en spanglish que pusieron en evidencia sus dificultades con la lengua de Shakespeare. “It´s very difficult todo esto”, dijo.

Zapatero también protagonizó en su día frases que han quedado grabadas a fuego en la memoria colectiva. Como cuando, recién llegado a La Moncloa, trató de explicar como pudo a Chirac y a Schroeder la afición por los bonsáis que cultivó, durante años, el expresidente Felipe González.

Zapatero, al menos, dejaba claro, antes de empezar, que no tenía ni idea de inglés. Como le explicó, en 2004, al primer ministro irlandés, Bertie Ahern. Sus primeras palabras nada más llegar a una cumbre comunitaria celebrada entoncesen Irlanda fueron muy sinceras: “Beautiful day. My english is very bad” ("Hermoso día. Mi inglés es muy malo)". Aunque otro de los apuros más significativos en los que se las vio el anterior presidente ocurrió en diciembre del año 2005 cuando, al salir de Downing Street, residencia entonces de Tony Blair, no supo cómo lidiar con las preguntas de la prensa londinense. Zapatero respondió entonces con una sonrisa y con un lacónico “Thank you”.

Saber inglés más allá del nivel medio que todo español dice acreditar en su currículo profesional “is very difficult”. Más si cabe si esos esfuerzos se demandan a nuestra clase política en la que, sin distinción, no se conocen apenas casos de dirigentes políglotas. Excepción a la que muy pocos, como Luis de Guindos oJosé Ignacio Wert -que domina varios idiomas, acude al cine en versión original y que apuesta por que se “aprenda en inglés y no inglés”-se suman. La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y el presidente del COE, Alejandro Blanco, son los últimos ejemplos de la pobre formación de nuestra clase política, perdida allende fronteras sin la ayuda de los auriculares y de la traducción simultánea.

Mariano Rajoy
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