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La democracia interna, la gran asignatura pendiente de los partidos
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EXPERTOS Y SIMPATIZANTES RECLAMAN A LAS FORMACIONES QUE CELEBREN PRIMARIAS

La democracia interna, la gran asignatura pendiente de los partidos

"Soy militante del Partido Socialista desde hace una década. Creo en él y en su proyecto, pero no puedo participar en la toma de decisiones". Habla

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La democracia interna, la gran asignatura pendiente de los partidos

"Soy militante del Partido Socialista desde hace una década. Creo en él y en su proyecto, pero no puedo participar en la toma de decisiones". Habla Javier, un "socialista de corazón" que ha recibido con frustración las recientes palabras de su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, asegurando que "nadie" ha pedido su dimisión tras la debacle electoral en Galicia y País Vasco.

"Quizá nadie entre los suyos", replica Javier, "que son los cuatro de Ferraz. A mí nadie me ha preguntado". Si Rubalcaba concurriera hoy a unas primarias, asegura este extremeño, es seguro que las perdería. "Sabe que las bases del partido ya no le apoyan. Por eso no las celebra".

El cuestionamiento del líder socialista en el seno de su propio partido y su intención de no abandonar el timón han reabierto el debate de la democracia interna en las formaciones políticas. Sea para nombrar cargos internos o para designar candidatos electorales, los principales partidos se niegan por sistema a celebrar elecciones primarias en las que sean las bases, y no la cúpula, quienes tengan la última palabra. Y muchos dentro y fuera de los propios partidos se preguntan si es el camino correcto.

Escenificar democracia, dirigir 'a dedo'

Sólo las formaciones más jóvenes del panorama político nacional celebran regularmente votaciones internas. Tanto Albert Rivera en Ciutadans como Rosa Díez en UPyD han sido refrendados como cabezas de lista de sus partidos a través de procesos de primarias cerradas –sólo para afiliados–. El activista y ecologista Juan López Uralde también fue elegido candidato de Equo a la presidencia del Gobierno en primarias, en este caso abiertas también a simpatizantes.

PSOE e IU recurren a este ejercicio de democracia interna de forma excepcional y normalmente cuando no hay consenso sobre la idoneidad de los candidatos. Líderes como José Luis Rodríguez Zapatero –que accedió así en 2000 a la secretaría general del PSOE– y Gaspar Llamazares –que en 2007 se convirtió en candidato de IU a la Moncloa– han pasado por las urnas del partido. Los líderes de ambos partidos han preferido en otras ocasiones evitar someterse a la voluntad de sus afiliados. Entre otros ejemplos están el del propio Rubalcaba –que en 2011 se convirtió en candidato electoral a costa de la retirada de Carme Chacón– y Cayo Lara, que fue designado coordinador en 2008 por el Consejo Político de IU.

En el partido del Gobierno no se celebran primarias. El propio Mariano Rajoy blindó los estatutos del PP en 2008 añadiendo en su artículo 30 la siguiente fórmula: “El Presidente Nacional del Partido Popular, elegido por el Congreso, será el candidato del partido a la Presidencia del Gobierno". Cosa distinta, claro está, es la opinión que sus militantes tienen del asunto.

A Paula, una joven madrileña votante del PP, no le gusta la idea. "Apoyo a Mariano Rajoy, pero reconozco que sería un político más fuerte si hubiera sido elegido por los afiliados y los simpatizantes del partido". Y se remite al ejemplo de Esperanza Aguirre, que de haberse podido enfrentar a Rajoy en unas hipotéticas urnas populares, "seguramente sería hoy presidenta del Gobierno". Algo de lo que no hay que olvidarse, según ella, "porque haya una mayoría absoluta". Tampoco hay que achacarlo, dice, a una sola formación. La democracia interna es la gran asignatura pendiente "de todos los partidos políticos".

Elecciones escritas de antemano

Francisco Roldán, presidente de la Asociación Española de Consultores Políticos, va más allá. Incluso cuando llegan a celebrarse, asegura, "muchas de las primarias son una farsa".

No garantizan "ni la transparencia del proceso ni el acceso de los aspirantes", a quienes "se les exige un número imposible de firmas para participar, se les priva del acceso a las listas de militantes y se dan plazos ridículos", entre otras técnicas. En la mayoría de los casos, sintetiza, las elecciones internas están "escritas de antemano". Siempre a favor, por supuesto, del caballo ganador del partido.

No faltan ejemplos. En 1997, el secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, disputó en primarias la candidatura socialista a la Moncloa al exministro Josep Borrell, que resultó vencedor por sorpresa con el 55% de los votos. Poco tiempo después, no obstante, Borrell se vio obligado a renunciar en favor de Almunia ante la falta de apoyo de la dirección y lo que el catalán llegó a denominar el "boicot" persistente del secretario general.

Fue el primer ejemplo de "los muchos" que demuestran la condición meramente cosmética de la democracia interna de los partidos, según Roldán. "Como la ocasión en que no se permitió a Luis Ángel del Hierro competir por la secretaría general o las primarias que enfrentaron en Madrid a Tomás Gómez y Trinidad Jiménez mientras el partido las descartaba en Málaga", ejemplifica.

Un invento ‘poco europeo’

Las primarias internas son consustanciales al sistema democrático estadounidense. Tanto así que allí son los poderes públicos, y no los propios partidos, los encargados de organizarlas y tutelarlas, una idea atribuida a Theodore Roosevelt. En las democracias europeas, por el contrario, la ley no obliga a celebrar este tipo de procedimientos, y cuando ocurren, el partido suele ser juez, pero también parte.

"Normalmente hay un candidato del aparato y otro rebelde", explica Javier Lorenzo, doctor en Ciencias Políticas de la universidad Carlos III, para quien tal no implica "necesariamente" un efecto antidemoctrático. "No somos un régimen presidencialista. La Constitución obliga en su Artículo 6 a que los partidos funcionen de manera democrática, pero no recoge la figura del candidato". Y al carecer de estatus, no se establece la obligación de que deba someterse a una votación previa a la institucional. Por esta razón, explica Lorenzo, "en España asumimos que el candidato de un partido es simplemente el primero de su lista".

O lo que es lo mismo: poco importa la vocación de quienes quieren primarias si el sistema carece de los mimbres necesarios para encajarlas. Una ausencia, según Lorenzo, que con frecuencia compromete la función última de los grandes partidos. "Con el tiempo, las élites de las formaciones se vuelcan más en acaparar el poder dentro del partido que en las instituciones, y sus líderes se especializan más en dirigir un partido que en gobernar un país". En el camino, resume, "muchas formaciones han  perdido el objetivo".

“El poder produce esclerosis”

Más allá de los puntuales éxitos y batacazos electorales, hay quien reclama a sus partidos una renovación profunda en materia de democracia interna "por coherencia con las propia convicción democrática". Es lo que argumentó el pasado febrero el presidente del Partido Popular del madrileño distrito de Salamanca, Iñigo Henríquez de Luna, cuando trasladó una enmienda al XVII Congreso del PP en Sevilla para instaurar las primarias tanto en la designación de candidatos como de dirigentes populares. Bases en Red, por su parte, es una coordinadora en el seno del PSOE que exige en su Declaración de Jun la adopción del sistema "un militante, un voto en la toma de decisiones y la elección del secretario o secretaria general por sufragio universal". De momento, ni Ferraz ni Génova han prestado oídos a sus respectivos disidentes internos.

Y mucho menos a las voces que les piden un cambio desde fuera. Fabio Gándara, activista, abogado y uno de los impulsores iniciales de la plataforma Democracia Real Ya, explica que “las primarias son esenciales para la pervivencia de un modelo democrático basado en partidos” a largo plazo. “Sin una organización transparente, democrática y abierta a la ciudadanía, en la sociedad de hoy día los partidos tradicionales caminan lenta pero inexorablemente hacia la deslegitimación y la irrelevancia”, sentencia.

Sus líderes, asegura, se aferran “a la configuración institucional nacida en los años 1970, en la transición, identificándola con una especie de democracia última y perfecta”, mientras la sociedad se transforma a su alrededor. Unos cambios, explica, que “incluso están llegando a las empresas, que cada vez son más descentralizadas, flexibles, transparentes y con una mayor conciencia de responsabilidad corporativa. La mayoría de los partidos, no obstante, continúan anclados en el pasado”.

El ejercicio del poder, resume Gándara, “acaba creando esclerosis”. Y su solución no pasa solo por la democracia interna. “La adopción sistemática de primarias abiertas es un primer paso”, sostiene, “pero hace falta mucho más”. “Si los grandes partidos no son capaces de evolucionar lo más pronto posible, aparecerán otras opciones electorales adaptadas a los tiempos actuales que acaben ocupando su espacio”. 

"Soy militante del Partido Socialista desde hace una década. Creo en él y en su proyecto, pero no puedo participar en la toma de decisiones". Habla Javier, un "socialista de corazón" que ha recibido con frustración las recientes palabras de su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, asegurando que "nadie" ha pedido su dimisión tras la debacle electoral en Galicia y País Vasco.