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El empresario John Rosillo negociaba su vuelta a España para contar operaciones oscuras de los 90
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El empresario John Rosillo negociaba su vuelta a España para contar operaciones oscuras de los 90

El empresario John Rosillo, muerto en Panamá el pasado día 21 de octubre mientras se encontraba fugado de España, intentaba negociar con las autoridades su vuelta

Foto: El empresario John Rosillo negociaba su vuelta a España para contar operaciones oscuras de los 90
El empresario John Rosillo negociaba su vuelta a España para contar operaciones oscuras de los 90

El empresario John Rosillo, muerto en Panamá el pasado día 21 de octubre mientras se encontraba fugado de España, intentaba negociar con las autoridades su vuelta a España y estaba dispuesto a narrar operaciones y pelotazos empresariales de la década de los 90 y principios de la actual a cambio de no ir a la cárcel. Sus secretos valían su peso en oro, desde compra-venta de grandes extensiones o negocios urbanísticos en Marbella hasta pagos a conocidos personajes en Suiza a través de intermediarios fiduciarios.

Rosillo había sido condenado a seis años y medio de cárcel por tres delitos de fraude y tenía pendiente un juicio por un accidente de circulación que acabó con la muerte de un joven de 18 años en la Costa Brava en diciembre del 2000. El empresario conducía en estado ebrio, pero no fue juzgado nunca por aquel suceso porque se fugó antes del juicio.

El fraude fiscal fue cometido en la compra-venta de terrenos del centro comercial Diagonal Mar, el más grande de Europa: los legítimos propietarios vendieron los solares a la empresa Profimar que inmediatamente los vendió a Kepro, controlada por Rosillo. La segunda operación es la que generó unos impuestos descomunales que nunca llegaron al fisco. Además de las penas de cárcel, el Supremo impuso al empresario y a otro implicado una multa de más de 731 millones de las antiguas pesetas.

Unos días antes de su muerte, habló telefónicamente con un amigo de Barcelona, al que manifestó su deseo de volver pronto. “Quiero volver a España, pero sin problemas. Espero que pronto podamos volver a comer en Ca l’Isidre”, contó a su interlotutor. En los reservados de este selecto restaurante, del que era asiduo, Rosillo realizó innumerables operaciones financieras y allí coincidía con importantes personajes de la política y los negocios. Lo que tenía claro, sin embargo, es que si volvía a España había de pagar alrededor de un millón de euros, que era la cantidad que faltaba por pagar de la multa a la que había sido condenado por el Supremo.

Miedo a la cárcel

“John ayudó a mucha gente y decía que media Barcelona le debía dinero -cuenta su amigo-. Era un empresario muy inteligente que, tras caer en desgracia, vio cómo casi todo el mundo le daba la espalda, excepto un puñado de gente que se cuenta con los dedos de una mano. Y sólo algunos le seguimos enviando dinero estos años”.

Rosillo decidió fugarse en el año 2002, cuando ya sabía que el Tribunal Supremo confirmaba la sentencia de la Audiencia de Barcelona por fraude. “Sus abogados le dijeron que podría estar un mes en la cárcel y que acto seguido pedirían el indulto, pero él dijo que había pagado y no sabía porqué y que no pensaba pisar una cárcel. Por eso se escapó. Pero si se hubiera quedado, posiblemente no hubiera pasado nada: los que fueron condenados a las mismas penas que él no llegaron a ser encarcelados, ya que se paralizó la entrada en prisión al solicitar el indulto”, cuenta su amigo barcelonés.

Huido en Panamá, fue localizado y detenido el 29 de septiembre del 2003 y puesto en libertad al día siguiente, porque no existe extradición a España poor el delito de fraude fiscal. Cuando fue detenido de nuevo el 29 de marzo del 2005 por el cargo de homicidio culposo del joven de la Costa Brava, sí pasó ocho meses en la prisión El Renacer. Allí perdió 21 kilos de peso, a pesar de que se hacía llevar la comida comprada en un restaurante de fuera del centro. Y, para garantizar su seguridad, pagaba protección dentro de la cárcel.

Pleito al Estado

El empresario John Rosillo, muerto en Panamá el pasado día 21 de octubre mientras se encontraba fugado de España, intentaba negociar con las autoridades su vuelta a España y estaba dispuesto a narrar operaciones y pelotazos empresariales de la década de los 90 y principios de la actual a cambio de no ir a la cárcel. Sus secretos valían su peso en oro, desde compra-venta de grandes extensiones o negocios urbanísticos en Marbella hasta pagos a conocidos personajes en Suiza a través de intermediarios fiduciarios.