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Goirigolzarri, Corcóstegui y Pizarro rechazaron presidir Popular por su alto riesgo
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tras una selección de spencer stuart

Goirigolzarri, Corcóstegui y Pizarro rechazaron presidir Popular por su alto riesgo

El 'headhunter' Spencer Stuart les propuso ponerse al frente de la institución financiera, pero se negaron para no convertirse en el enterrador de un banco histórico

Foto: El presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri. (EFE)
El presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri. (EFE)

Emilio Saracho no pasará a la historia por haber sido el financiero español que más lejos ha llegado en Wall Street, como vicepresidente mundial de JP Morgan. El banquero de inversión quedará como el hombre que presidió los últimos días del Banco Popular, una entidad con 91 años de historia que acabó en la quiebra. Un estigma con el que no quisieron cargar los otros tres ejecutivos a los que el consejo de administración del grupo financiero intervenido por el Banco Central Europeo (BCE) les ofreció la presidencia para sustituir a Ángel Ron.

Según han confirmado varias fuentes próximas al consejo de administración del Banco Popular, la entidad financiera tenía un cuarteto de banqueros a los que se les propuso hacerse con las riendas de la institución. Una selección realizada por Spencer Stuart, una firma de cazatalentos que Reyes Calderón, la presidenta de la comisión de nombramientos y retribuciones, contrató para buscar a la persona idónea para reconducir la crisis interna ante la división entre los miembros del órgano de gobierno. La economista se jugaba su futuro porque ella había liderado la rebelión contra Ron. Acertar era clave para salvar a la institución y embellecer su currículo como una consejera independiente de éxito.

La firma dirigida en España por Ignacio Gil Casares, que pocos meses antes también había asesorado en la contratación de Pedro Larena como consejero delegado —fue destituido por Saracho seis meses después—, seleccionó a cuatro personas. El ‘headhunter’, como se conoce a este tipo de empresas encargadas de proponer perfiles de ejecutivos para puestos de alta responsabilidad, propuso en un primer instante a José Ignacio Goirigolzarri, actual presidente de Bankia, y a Ángel Corcóstegui, actual consejero del portugués Caixa Geral.

Dos directivos especializados en banca comercial que ya sabían lo que era lidiar con una crisis. El primero, cuando recibió en mayo de 2012 el encargo del Gobierno de nacionalizar el grupo resultante de la fusión entre Caja Madrid y Bancaja. El segundo, porque a mediados de los noventa tuvo que hacer frente a la grave situación por la que pasó el antiguo Banco Central Hispano, posteriormente absorbido también por Banco Santander en 1999. Ambos procedían del Banco Bilbao Vizcaya (BBV), una escuela de directivos que después enderezó también Banesto.

Los dos rechazaron el ofrecimiento de Spencer Stuart. Goirigolzarri se excusó en que todavía no había cumplido la misión que le pidió Luis de Guindos cuando se puso al frente de Bankia: devolver el mayor importe posible del dinero que el Estado (22.400 millones de euros) había inyectado en la entidad para salvarla. Gil Casares no convenció al banquero vasco, pese a que este le había contratado para renovar el consejo del banco público cuando fue intervenido cinco años atrás. Lo hizo en apenas una semana, convenciendo a reputados directivos de que iban a una entidad nacionalizada a cobrar poco y a hacer una labor de Estado.

Spencer Stuart, que recomendó la contratación del CEO cesado por Saracho, cobró por fichar al de JP Morgan pese a su desconocimiento de banca 'retail'

Por su parte, Corcóstegui argumentó que apenas llevaba meses en el consejo de administración de Caixa Geral, el banco portugués que había sido rescatado, y que no podía romper su compromiso. Además, le explicó que tampoco podía dejar tirados a sus inversores de Magnum Industrial Capital Partners, el mayor fondo de capital riesgo de España, donde él mismo tiene invertidos parte de los 100 millones de euros que percibió de indemnización cuando abandonó la vicepresidencia el Banco Santander.

El tercero fue Manuel Pizarro, expresidente de Endesa, que años atrás había tenido experiencia en banca al por menor como presidente de Ibercaja. Fue primer ejecutivo de la caja aragonesa entre 1995 y 2004, puesto que le llevó también a presidir la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) entre 1998 y 2002. Hasta 2015, estuvo sentado en el consejo del banco maño. Pero el agente de bolsa, abogado del Estado y político del PP desestimó la propuesta de Spencer Stuart debido a unas presuntas incompatibilidades, entre otras su presencia en el consejo de El Corte Inglés, algunos de cuyos accionistas eran históricos inversores del Popular.

Después de estas tres negativas, el 'headhunter' propuso a Reyes Calderón, consejera coordinadora del Popular, el nombramiento de Emilio Saracho, al que se le agotaba su mandato en JP Morgan y que desde hacía meses había comunicado a personas allegadas su intención de volver a España. El banquero, que no tenía conocimiento de la banca de particulares, llevaba mucho tiempo a caballo entre Londres y Nueva York y rápidamente aceptó el envite de ponerse al frente del Popular.

Reyes Calderón, la consejera que lideró la rebelión contra Ángel Ron, ha quedado tocada por la errónea elección de Saracho para salvar al banco

Sobre todo porque, pese a que no solía pisar una sucursal a pie de calle, desde un primer momento el objetivo era captar capital para reforzar los recursos propios o propiciar una fusión que no fuera muy dolorosa para los accionistas particulares e institucionales. Un mercado en que él se movía como los ángeles. Tirar de agenda y atraer a fondos o bancos extranjeros era lo suyo. Poner el broche a su carrera como primer ejecutivo y salvador de un barco a la deriva era una oportunidad muy bien pagada que no podía dejar escapar. Se hizo su chequeo médico para mantener a raya su enfermedad y tiró para adelante.

Pero lejos de encontrar soluciones al problema, Saracho lo engordó con su primera intervención en la junta general de accionistas del 11 de abril. Un lunes santo en el que la cotización del Popular sufrió su primer espasmo —cayó un 10% y otro tanto al día siguiente— tras las declaraciones del nuevo presidente. "No sé por qué ha reaccionado así el mercado. No lo entiendo", confesó a sus más íntimos. Goirigolzarri, Corcóstegui y Pizarro tampoco entendieron la crudeza del mensaje del elegido, pero sí tuvieron la clarividencia de otear la quiebra a millas de distancia.

Emilio Saracho no pasará a la historia por haber sido el financiero español que más lejos ha llegado en Wall Street, como vicepresidente mundial de JP Morgan. El banquero de inversión quedará como el hombre que presidió los últimos días del Banco Popular, una entidad con 91 años de historia que acabó en la quiebra. Un estigma con el que no quisieron cargar los otros tres ejecutivos a los que el consejo de administración del grupo financiero intervenido por el Banco Central Europeo (BCE) les ofreció la presidencia para sustituir a Ángel Ron.

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