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Ni Uber, ni Cabify… el ganador de las 'guerras del taxi' será Juan Ortigüela
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dará un pelotazo con las licencias de VTC

Ni Uber, ni Cabify… el ganador de las 'guerras del taxi' será Juan Ortigüela

Juan Ortigüela es un desconocido empresario de Madrid, presidente de Ares Capital y propietario junto a su hermano Ramón de esta firma que opera bajo la marca AeroCity

Foto: Juan Ortigüela y su negocio de las licencias VTC. (EC)
Juan Ortigüela y su negocio de las licencias VTC. (EC)

Hay fortunas por delito, por herencia o por contencioso administrativo. En los juzgados españoles se está cocinando una estas últimas. A fuego lento, porque la cosa se remonta a 2010. En el Tribunal Supremo se está gestando un pelotazo a costa de las guerras del sector del taxi contra las plataformas tecnológicas. Pero no serán ni Uber ni Cabify las que darán la campanada, sino un pequeño y desconocido empresario de Madrid que se ha destapado como el más listo de la clase, Juan Ortigüela Tellería, presidente de Ares Capital y propietario junto a su hermano Ramón de esta sociedad que opera bajo la marca AeroCity. Ortigüela tiene presentadas reclamaciones por miles de licencias VTC en Madrid y Barcelona. Unas licencias que cuando se otorguen valdrán una fortuna, porque permitirán crecer justo a todas estas firmas tecnológicas que aspiran a operar en un sector hasta ahora muy acotado.

Las licencias VTC (vehículos de transporte con conductor) las otorga el Ministerio de Fomento para un transporte que no se considera servicio público —el taxi sí que lo es— y que en la era AdU —antes de Uber— estaban vinculadas al transporte punto a punto con chófer y vehículos de lujo. Precisamente en el segmento de actividad en donde históricamente había operado Ortigüela.

Ortigüela, a través de su empresa Ares Capital y otras compañías que controla, tiene pedidas más de 1.000 licencias VTC en Barcelona y más de 2.000 en Madrid, según las fuentes consultadas. Nadie sabe la cifra exacta y no ha sido posible contactar con el propio interesado pese a las diversas peticiones que se han hecho. Pero las tasas por una licencia de este tipo rondan entre los 35 y los 40 euros. Una vez obtenida, se puede revender a una empresa como Cabify por 30.000 euros, aunque el precio final de una licencia VTC en Madrid y Barcelona puede llegar a alcanzar hasta los 70.000 euros.

Haciendo números por la franja baja, Ortigüela solo tiene que esperar a que las licencias caigan en su mano como fruta madura. Más de 60 millones solo en Madrid y Barcelona. Y eso sin contar que tiene peticiones similares, aunque menores en número, en otras ciudades españolas. El fallo del Supremo se espera para un periodo que puede oscilar entre seis y nueve meses. Y ya hay jurisprudencia que apunta a que le darán la razón y que, por lo tanto, lo más probable es que conseguirá las licencias deseadas.

Tiene pedidas más de 1.000 licencias VTC en Barcelona y más de 2.000 en Madrid. Una vez obtenidas, se pueden revender a Cabify por 30.000

Tras la victoria de los taxistas en Bruselas consiguiendo que se declare a Uber una empresa de transporte, las licencias de VTC de Ortigüela todavía se han revalorizado más. Desde lejos, parece la jugada de un visionario.

Mercado y regulación

Este pleito supone una fortuna latente porque incluso las VTC más caras valen la mitad que una licencia de taxi, 150.000 euros en Madrid y Barcelona, aproximadamente. No está mal para una empresa como Ares Capital, que factura cuatro millones al año y ganó en 2015 algo más de 25.000 euros, según consta en el registro mercantil.

placeholder Protesta contra Uber y Cabify. (Reuters)
Protesta contra Uber y Cabify. (Reuters)

Una fuente del sector asegura que Ortigüela está especulando con un mercado secundario que no existe. Está vendiéndolas con cuentagotas para generar expectativas alcistas y mantener altos los precios. Otra fuente del sector, pero esta en Barcelona, asegura que las más de 80 licencias con las que Cabify está operando allí provienen de Ortigüela, que ha ingresado unos 30.000 euros por cada una. Con esta maniobra, Cabify da servicio en la capital catalana mientras que Uber sigue fuera de la segunda ciudad de España.

Uber lleva desde marzo operando en Madrid y no está dispuesto a comprar licencias porque no lo ha hecho en ningún país. Mientras la plataforma de Palo Alto concita el odio de los taxistas, y ficha al antiguo abogado de este colectivo, José Andrés Díez, Ortigüela sigue a lo suyo: tacita a tacita.

El hombre tranquilo

Los que lo conocen lo definen como el hombre tranquilo. Culto, viajado, lejos de la imagen tradicional del sector del transporte. De más de 50 años, a finales de los noventa se inventó literalmente una patronal, Zonturent, a la que llegó a la presidencia en 2004. Eso le sirvió para formar parte de Comité Nacional del Transporte y por tanto tener interlocución directa con el Ministerio de Fomento. Juan Ortigüela, licenciado en Administración de Empresas por la Universidad de San Francisco (EEUU), con su hablar bajito y su aspecto de no haber roto nunca un plato, empezó a navegar en las procelosas aguas de los permisos administrativos.

Cuando Uber llegó a España en 2014, Juan Ortigüela llevaba años de pleitos en los tribunales. Literalmente era el hombre que ya estaba allí

En sus orígenes patronales, Juan Ortigüela defendía la liberalización del sector. Pero en 2010 llegó dicha liberalización, que llevó a cabo el Gobierno de Rodríguez Zapatero y que enterraba la norma de que solo podía haber una licencia VTC por cada 30 de taxis en una ciudad. Ahí él y otros vieron el hueco y solicitaron la primera tanda de licencias. Cuando un reglamento posterior del Ministerio de Fomento intentó cerrar esta vía, muchos se cansaron y abandonaron. Pero no Ortigüela. Lo dicho, hay fortunas que llegan en forma de pan bajo el brazo de un contencioso administrativo.

Cuando en abril de 2014 Uber desembarcó en España, Juan Ortigüela llevaba años de pleitos a sus espaldas aprovechando apenas lo que habían sido 10 meses de vacío legal y ya estaba en el Supremo. En 2015, el alto tribunal le dio la razón: de las 450 licencias que se dieron entonces en Barcelona, por ejemplo, cerca de 300 fueron para Ares Capital. Y en Madrid se llevó alrededor de otras 500. Y a estas hay que sumar las más de 2.000 que todavía le pueden caer. En todo caso, la proporción 1-30, la base de la limitación, ya estaba rota, por la vía de los hechos consumados. Otro tanto para el hombre tranquilo.

Cambiar con el viento

Ortigüela no es el único, pero todas las fuentes consultadas aseguran que es el que más. En la patronal y ante Fomento ahora ha cambiado de postura, y con las licencias en su poder ya no es tan partidario de liberalizarlas. Ahora ese papel se lo queda Uber, mientras que Cabify prefiere pactar con Ares Capital entre bambalinas y empezar a hacer negocio.

Muchos dicen que no es que Ortigüela sea el más listo, es solo que se encontraba en el lugar adecuado en el momento adecuado. Que en un principio él pidió las licencias para asegurarse el crecimiento de su flota, que en aquel momento era de apenas 50 vehículos. Ahora es mucho mayor. Pero el negocio ya no surge de explotar las licencias VTC. Está en revenderlas. Y así será hasta que el 'lobby' del taxi mueva pieza y la partida pase a otro nivel.

Hay fortunas por delito, por herencia o por contencioso administrativo. En los juzgados españoles se está cocinando una estas últimas. A fuego lento, porque la cosa se remonta a 2010. En el Tribunal Supremo se está gestando un pelotazo a costa de las guerras del sector del taxi contra las plataformas tecnológicas. Pero no serán ni Uber ni Cabify las que darán la campanada, sino un pequeño y desconocido empresario de Madrid que se ha destapado como el más listo de la clase, Juan Ortigüela Tellería, presidente de Ares Capital y propietario junto a su hermano Ramón de esta sociedad que opera bajo la marca AeroCity. Ortigüela tiene presentadas reclamaciones por miles de licencias VTC en Madrid y Barcelona. Unas licencias que cuando se otorguen valdrán una fortuna, porque permitirán crecer justo a todas estas firmas tecnológicas que aspiran a operar en un sector hasta ahora muy acotado.

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