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El colapso de Abengoa favorecerá a la familia Benjumea en el nuevo reparto de capital
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El colapso de Abengoa favorecerá a la familia Benjumea en el nuevo reparto de capital

La unificación de acciones A y B otorga a la familia Benjumea nuevas expectativas de control sobre la participación del 5% reservada a los socios históricos de Abengoa

Foto: Una torre de Abengoa. (Reuters)
Una torre de Abengoa. (Reuters)

La Nueva Abengoa, dirigida, de momento, por el equipo que preside Antonio Fornielles y monitorizada por los acreedores bancarios, está perfilando uno de los aspectos más controvertidos que todavía faltan por resolver tras el acuerdo de rescate y refinanciación firmado el pasado mes de agosto. Se trata de poner el cascabel al gato de la participación final que corresponderá a los antiguos socios históricos, nucleados en torno a la familia Benjumea y su sociedad de cabecera, Inversión Corporativa. Los antiguos responsables del grupo andaluz podrían quedarse con una tajada bastante mejor que la prevista en su día cuando Abengoa se precipitó al concurso de acreedores.

La clave para entender las nuevas expectativas de la familia Benjumea pasa por la unificación de las célebres acciones de tipo A y B que hasta ahora componen la estructura de capital de la compañía. Los futuros dueños financieros han previsto lo que se conoce como el ‘colapso’ de este singular sistema importado de grandes corporaciones alemanas y escandinavas. Los títulos se unificarán a partir de ahora en una sola categoría sin discriminación de derechos políticos a partir de una ecuación de canje que está siendo calculada con todas las cautelas por los responsables financieros y jurídicos de la compañía.

La disposición de dos tipos diferentes de títulos respondía al interés de la familia fundadora por asegurar el control de la compañía con títulos A, que disponían de la mayor parte de los derechos políticos, en tanto que las acciones B estaban destinadas a dar profundidad al valor y su interés residía prácticamente en los derechos económicos. En concreto, las acciones B solo otorgaban un voto por acción, en tanto que las A contenían un valor unitario de hasta 100 votos. Antes de la hecatombe de hace un año, la antigua dirección de la empresa venía animando a los accionistas a que canjeasen sus viejas acciones A por la más nuevas de la clase B, con el argumento de asegurar una mayor liquidez para la inversión.

El canje de este proceso de conversión ordinaria se establecía en la proporción tradicional de una por una, y Abengoa llegó incluso a plantearse la posibilidad de concentrar exclusivamente en el Nasdaq la cotización de las acciones de clase B, excluyendo su contratación de la bolsa española. Los acontecimientos se precipitaron antes de que la empresa consiguiera convencer a la CNMV de sus planes, y el planteamiento de los bancos y acreedores financieros pasa ahora de manera ineludible por simplificar la estructura accionarial con una distribución del capital más transparente. En consecuencia, las acciones A y B pasarán a la historia una vez que se apruebe la nueva ecuación de canje.

El canje de acciones prevé dos acciones B por cada acción A, lo que facilitará que la familia Benjumea alcance alrededor del 3% de la Nueva Abengoa

El planteamiento con el que trabaja la compañía apunta a una permuta de dos acciones B por una A, lo que lógicamente favorecerá a los propietarios de estas últimas, que básicamente son los socios históricos de la entidad. La evolución de ambas clases de títulos ha sido dispar y a fecha de hoy la cotización del tipo A se sitúan en torno a los 0,6 euros, mientras que las B tienen un precio de poco más de 0,2 euros. Con estas condiciones, los encargadas de fijar el canje tienen que hilar muy fino para no provocar distorsiones en el mercado que puedan perturbar el desenlace del programa de rescate, dados los múltiples intereses encontrados y el esfuerzo ímprobo del saneamiento que va a tener que realizar Abengoa en los próximos meses.

Lo que sí parece claro en cualquier caso es que la familia Benjumea podrá mejorar la posición, que inicialmente se le había conferido dentro del 5% que ha sido asignado a los antiguos accionistas de la empresa en el reparto de capital de la Nueva Abengoa. El canje entre los distintos tipos de acciones no modificará esa participación, pero lo importante ahora es conocer el número de títulos que será asignado a Inversión Corporativa (IC). Los primeros cálculos efectuados en el proceso de refinanciación de deuda otorgaban a la compañía de la familia Abengoa poco más del 1%, si bien ahora se estima que IC podría llegar de entrada a conquistar un 3%, que podría duplicarse a la vuelta de cinco años si se cumplen las mejores perspectivas del plan de rescate.

Estos ‘pormenores’ serán aprobados en una junta general que el grupo andaluz tiene previsto celebrar en los primeros días de noviembre. Todo ello sin olvidar la pertinente autorización del juzgado mercantil número 2 de Sevilla, que dirige el proceso de suspensión de pagos. A la vuelta de un mes y medio, la Nueva Abengoa será presentada en sociedad con los perfiles de la definitiva estructura de capital, así como la composición de su flamante consejo de administración, gobernado por los acreedores. Será para entonces cuando los nuevos dueños financieros asuman en primera persona el coste del ajuste multimillonario que la compañía va a tener que abordar en los próximos años.

La Nueva Abengoa, dirigida, de momento, por el equipo que preside Antonio Fornielles y monitorizada por los acreedores bancarios, está perfilando uno de los aspectos más controvertidos que todavía faltan por resolver tras el acuerdo de rescate y refinanciación firmado el pasado mes de agosto. Se trata de poner el cascabel al gato de la participación final que corresponderá a los antiguos socios históricos, nucleados en torno a la familia Benjumea y su sociedad de cabecera, Inversión Corporativa. Los antiguos responsables del grupo andaluz podrían quedarse con una tajada bastante mejor que la prevista en su día cuando Abengoa se precipitó al concurso de acreedores.

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