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Arzuaga, Tinto Pesquera, Muga… Los extranjeros cortejan a las bodegas españolas
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algunas han recibido seis ofertas en dos años

Arzuaga, Tinto Pesquera, Muga… Los extranjeros cortejan a las bodegas españolas

No importa si son grandes o pequeñas, más conocidas o menos. Casi todas las bodegas consultadas han recibido ofertas de inversores foráneos en los últimos meses, pero todas han dicho que no

Foto: Ninguna empresa vitivinícola tiene intención de compartir su negocio con inversores foráneos por el momento.
Ninguna empresa vitivinícola tiene intención de compartir su negocio con inversores foráneos por el momento.

“Aquí solo se compra, no se vende”. Así de tajantes se muestran casi todas las bodegas consultadas por este periódico tras admitir que sí, que no les faltan pretendientes extranjeros ansiosos por hacerse con un pedacito de su exitoso negocio. No es nada nuevo. Los chinos y rusos ya hacían cola en sus puertas en época de vacas flacas, aunque por motivos bien distintos. Siguieron la estrategia de la fiera que se fija en el ñu más vulnerable de la manada; se acercaron a las empresas más débiles, las que les salían más rentables por su bajo coste o las más susceptibles de decirles que sí debido al delicado estado de sus cuentas.

Los chinos “aprovecharon la crisis para intentar comprar a precios de risa”, relata José Zapatero, propietario de Lagar de Isilla en Aranda de Duero. Como tantos otros bodegueros, consiguió capear los años más negros sin vender lo que tanto trabajo le había costado construir. Este burgalés convirtió su pasión por el vino en su medio de vida en 1995 y transformó un pueblecito desconocido de apenas 90 habitantes, La Vid, en un rincón turístico con un hotel, un restaurante donde se puede degustar lechazo y una bodega que recibió, junto a la de Aranda, 68.000 visitas en 2015. “Empezamos mi mujer y yo con 200 botellas al año. Hoy somos 80 trabajadores, exportamos a 17 países y producimos 250.000 botellas anuales”.

Los ‘pretendientes’ foráneos han vuelto a llamar a su puerta al menos dos veces en los últimos meses, esta vez con otro tipo de propuestas más sofisticadas bajo el brazo. “Una procede de un particular afincado en Francia y otra de una empresa china, pero no estamos dispuestos a vender” ni a dejar entrar a inversores de fuera. Tampoco lo están en Arzuaga, donde las ofertas no escasean. “¿Vender? En absoluto”, zanjan desde la bodega de Quintanilla de Onésimo (Valladolid), donde también cuentan con un hotel y spa cinco estrellas.

Los bodegueros de Tinto Pesquera (Valladolid) dicen haber recibido seis ofertas de compra o entrada en el capital en los últimos dos años, aunque no conocen la procedencia de cuatro de los inversores. “Dos eran asiáticos y los demás no sabemos, porque lo hacían a través de terceras personas y no daban información”, explica Lucía Fernandez, una de las propietarias de esta bodega fundada en 1972. Algo parecido le ocurre a Bodegas Muga (Haro, La Rioja). “Siempre se han dirigido a nosotros a través de intermediarios, tanto en época de crisis como cuando las cosas iban bien”, explican desde la compañía.

Unos cuantos inversores también han "tirado los tejos" a Emilio Moro, o así lo confirman fuentes próximas a esta compañía vitivinícola situada en Pesquera de Duero y capitaneada por cuatro hermanos que pertenecen a la cuarta generación de bodegueros. Al igual que las demás, aquí no se baraja una hipotética venta ni entrada de capital extranjero. "Somos una bodega familiar", remarcan desde la firma tras explicar que no han visto demasiadas compras por parte de foráneos en estas tierras. La enseña que agrupa a vinos como Finca Resalso o Malleolus exporta a 60 países pero vende el 80% de su producción en España.

Caso omiso a los cantos de sirena

Otros como García Carrión, propietario de 17 marcas de vinos entre las que se encuentra Marqués de Carrión (DO Rioja), no aclaran si los inversores extranjeros han lanzado el anzuelo últimamente, pero dicen tener “la suficiente solidez” como para hacer caso omiso a los cantos de sirena. “Somos una empresa 100% familiar y lo seguiremos siendo”. Hace apenas seis meses, la empresa firmó un acuerdo con la familia Eguizabal para hacerse con las instalaciones de las antiguas bodegas Paternina, situadas en la localidad riojana de Haro.

Los acuerdos van más allá del territorio nacional si hablamos del Grupo Osborne, uno de los pocos que dejó entrar a un gigante chino en su capital: Fosun tenía el 20% de las acciones de la compañía desde 2014, hasta que la compañía gaditana decidió recomprar su parte este verano y volver a ser 100% española. La ausencia de oportunidades de crecimiento inorgánico precipitó la salida de los chinos, si bien ambos conservan una alianza estratégica para crecer en ese mercado. Hoy su consejero delegado, Ignacio Osborne, descarta futuras operaciones pero no oculta la existencia de otros grupos deseosos por ocupar el hueco que deja Fosun.

¿Qué hay de otros gigantes como Vega Sicilia? Aunque fuentes próximas a la compañía dan a entender que los foráneos también tienen ojos para ella, el director general comercial del grupo lo rechaza. “No hemos recibido ninguna propuesta formal ni informal, ni tenemos planes de vender. Al contrario. La idea es seguir creciendo con nuevas bodegas y proyectos”, explica Antonio Menéndez. Pero deja la puerta abierta a futuras alianzas comerciales como la que permitió inversiones en el vino Macán de La Rioja. “Fue una iniciativa de la familia Rothschild (franceses). Se acercaron a nosotros para hacer vino conjuntamente. Ese modelo sí podría replicarse en el futuro”, sostiene el directivo del grupo que comercializa vinos como Único, Valbuena, Alión, Pintia y Oremus.

A diferencia de Vega Sicilia, que mantiene sus bodegas cerradas al público, Protos –que tampoco ha recibido ofertas de inversores extranjeros– apuesta fuerte por el enoturismo como vía para seguir creciendo. “Recibimos 35.000 visitas al año. Tenemos siete personas dedicadas solo a enseñar las instalaciones”, presume Fernando Villegas, responsable de 'marketing' de esta empresa situada en Peñafiel. El imponente castillo del siglo V con vistas a este municipio vallisoletano famoso por sus caldos también se beneficia de la pasión vitivinícola de los turistas, pues recibe una media anual de 100.000 visitantes procedentes de todo el planeta.

“Se ven muchos rusos, asiáticos, sudamericanos… Y ya que vienen, se hospedan aquí. Gracias al auge del enoturismo, hoy tenemos dos hoteles de cinco estrellas, otros dos de cuatro, uno de tres, dos hostales y doce casas rurales en la zona. En 1999 apenas había 30 o 40 camas en un hotel de carretera”, destaca Javier Mena, empleado del castillo y oriundo de Peñafiel. Bodegas Riojanas también es consciente de la importancia de darse a conocer entre los clientes, y por eso ha centrado sus esfuerzos en esta vía: “Hemos duplicado las visitas. El perfil más habitual es de parejas de entre 35 y 50 años con poder adquisitivo medio-alto”. La venta directa en las bodegas está tirando en buena medida del consumo interno, o así lo ve Rafael del Rey. El presidente del Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv) explica que la recuperación de la hostelería es otro de los factores claves.

‘Guiris’ al frente de bodegas españolas

No todos los tanteos de foráneos acaban en fracaso. Un ejemplo es Abadía Retuerta, cuya propiedad está en manos de la multinacional suiza Novartis. La farmacéutica se estrenó en el sector del vino español a mediados de los años noventa al hacerse con esta bodega ubicada en plena 'milla de oro' de Ribera de Duero. La finca en un principio pertenecía a una sociedad de agricultores. Otros casos conocidos en la zona son los de Bodegas Altogrande, un grupo situado en Curiel de Duero y capitaneado por el ruso Oleg Bulaev desde hace seis años, o Bodegas y Viñedos Alilian, la apuesta personal de un empresario chino que comercializa vinos franceses y españoles de alta gama. Shu Ping Xu adquirió el grupo Páramo de Fresnedo en abril de 2015 para elaborar sus propios caldos.

Chinos, rusos, franceses, suizos… y nórdicos como Peter Sisseck, danés de origen pero vallisoletano de corazón. El fundador de la bodega Pingus, conocida por producir el vino más caro del mercado nacional con precios que superan los 1.000 euros, es también director técnico en Hacienda Monasterio (Porquera) y propietario de Bodegas y Viñedos Alnardo (Aranda de Duero). Sisseck vino a España hace 26 años tras iniciarse en el mundo del vino con su familia en Burdeos (Francia), atraído por una variedad de cepa muy antigua que considera “única en el mundo”.

En Cataluña destaca Mas Perinet, uno de los grandes vinos del la comarca del Priorat y antigua bodega de Joan Manuel Serrat. En julio de 2014 pasó a manos de un grupo de inversores estadounidenses después de que el cantautor y sus socios, Alejandro Marsol y Antonio Casado, llevaran años buscando primero accionistas y después compradores porque el proyecto no era rentable.

“Aquí solo se compra, no se vende”. Así de tajantes se muestran casi todas las bodegas consultadas por este periódico tras admitir que sí, que no les faltan pretendientes extranjeros ansiosos por hacerse con un pedacito de su exitoso negocio. No es nada nuevo. Los chinos y rusos ya hacían cola en sus puertas en época de vacas flacas, aunque por motivos bien distintos. Siguieron la estrategia de la fiera que se fija en el ñu más vulnerable de la manada; se acercaron a las empresas más débiles, las que les salían más rentables por su bajo coste o las más susceptibles de decirles que sí debido al delicado estado de sus cuentas.

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