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Alierta, el Papa y la profecía que selló una entrañable amistad
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la fundación telefónica colaborará con la santa sede

Alierta, el Papa y la profecía que selló una entrañable amistad

César Alierta quiere que la Fundación Telefónica colabore con la Santa Sede para contribuir al progreso de la humanidad con recursos tecnológicos y ayudas a la educación digital

Foto: Cesar Alierta y el papa Francisco. (Enrique Villarino)
Cesar Alierta y el papa Francisco. (Enrique Villarino)

Abril de 2005. El fallecimiento de Juan Pablo II deja a la Iglesia sin un Papa carismático y abre un cónclave incierto sobre el rumbo que tomará la institución. Al favorito cardenal Ratzinger empieza a oponerse una minoría que amenaza con bloquear la elección. Se aglutina en torno a un prelado argentino, el jesuita Jorge María Bergoglio, que en el momento clave da un paso atrás para facilitar la fumata blanca. Temor, exceso de responsabilidad, altura de miras... ¿quién sabe? La historia, conocida por el mundo solo un tiempo después, despertó la simpatía de muchos. Entre ellos, la de un español, durante años cabeza visible de Telefónica en Argentina, época en la que conoció y trató al ahora Sumo Pontífice.

"Tu generosidad será recompensada. Terminarás siendo Papa", cuenta la leyenda que le dijo Luis Blasco a Bergoglio. Por mucha exageración que la anécdota encierre, lo cierto es que el ejecutivo aragonés, compañero de pupitre de César Alierta, no iba desencaminado. Y no era fácil a tenor de los antecedentes históricos. Por eso tampoco es de extrañar que, cuando la profecía se cumplió, el que también fuera presidente de Antena 3 recibiera una de las primeras llamadas del papa Francisco. El augurio, quizá nacido de una broma, solo ayudó a estrechar una relación que ya existía de antiguo y que se había forjado en tierras australes.

[Lea aquí: El mejor amigo español del papa Francisco]

Por todo ello, no es de extrañar que Blasco y su antiguo compañero de colegio en la infancia tomaran ayer un avión rumbo al Vaticano justo después de que Alierta anunciara una decisión tan trascendental para su vida como es abandonar la presidencia de Telefónica tras16 años al frente de la multinacional. El trayecto de poco o más de dos horas para visitar a Bergoglio, también parte del duro viaje interior que el ejecutivo maño recorre en los últimos meses, le llevaba desde los afanes del ebitda o el 'rating' a otros menos terrenales pero más gratificantes: los que tienen que ver con las nuevas labores que Alierta quiere impulsar al frente de la Fundación Telefónica.

El todavía presidente de Telefónica -lo será hasta el próximo viernes día 8- ha entablado en los dos últimos años una entrañable amistad con el Santo Padre que, al decir de algunos afines a Alierta, le ha servido también, y mucho, para aclarar su destino profesional y pasar página a una trayectoria intensa al frenta de Telefónica. No han existido influencias de ningún tipo que hayan forzado la dimisión conocida este martes, más allá del vívido deseo de asumir tareas mucho más solidarias y trascendentales desde el punto de vista humano que las que exige la permanente búsqueda de valor para los accionistas.

La primera persona que conoció el deseo de Alierta de dejar paso en Telefónica fue el papa Francisco, con quien se entrevistó el martes en el Vaticano

Alierta expresó abiertamente su inclinación por la labor pastoral del papa Francisco cuando hace poco menos de un año Movistar TV anunció la incorporación en su parrilla del Canal Orbe 21, creado en 2005 en Argentina por un grupo de promotores entre los que se encontraba el antiguo arzobispo de Buenos Aires. En el acto de bienvenida a la nueva programación, el presidente de la operadora se mostró en estado puro, con una efusiva declaración cuyo recuerdo puede servir para analizar la psicología del personaje: "De todas las cosas que he hecho este año en Telefónica, esta es sin duda la más bonita y motivadora para mí", aseguró Alierta.

Este mismo estado de ánimo es el que inspira ahora la misión del próximo titular de la Fundación Telefónica, un cargo que aparta a Alierta del mundanal ruido que genera la frenética actividad al frente de la primera multinacional española, pero que puede reconfortarle con creces en un momento muy sensible de su vida, cuando los triunfos materiales de años y años al pie del cañón necesitan refrendarse interiormente para algo más que una brillante hoja de servicios. Las ambiciones de Alierta tienen ahora otros fundamentos y motivaciones donde el poder y la gloria se traducen en aportar un pequeño grano de arena para cerrar la brecha social que tanto preocupa al Vaticano.

La audiencia con el Papa a las pocas horas de difundir su salida de Telefónica ha resaltado la faceta más íntima de un César Alierta convencido de que el progreso real de la humanidad pasa por la tecnología y la educación digital. Ambas herramientas constituyen el sustrato de los negocios de Telefónica, el 'core business' de una empresa que también dedica grandes recursos a mejorar su reputación social corporativa. Precisamente esto es lo que pretende Alierta, difundir la vocación de servicio del grupo y materializarla en la práctica con las aportaciones que pueda financiar la Fundación Telefónica. Para ello, la conexión con las organizaciones no gubernamentales vinculadas a la Iglesia es fundamental, y quién mejor que Francisco para guiar el camino por el que Alierta quiere transitar en esta su nueva y mucho más desprendida etapa profesional.

Abril de 2005. El fallecimiento de Juan Pablo II deja a la Iglesia sin un Papa carismático y abre un cónclave incierto sobre el rumbo que tomará la institución. Al favorito cardenal Ratzinger empieza a oponerse una minoría que amenaza con bloquear la elección. Se aglutina en torno a un prelado argentino, el jesuita Jorge María Bergoglio, que en el momento clave da un paso atrás para facilitar la fumata blanca. Temor, exceso de responsabilidad, altura de miras... ¿quién sabe? La historia, conocida por el mundo solo un tiempo después, despertó la simpatía de muchos. Entre ellos, la de un español, durante años cabeza visible de Telefónica en Argentina, época en la que conoció y trató al ahora Sumo Pontífice.

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